Dicen, que solo hay un camino a la felicidad y consiste en dejar de preocuparse por las cosas que están más allá de la frontera de nuestra influencia.
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La casa del mullah Nasrudin estaba ardiendo, de manera que él subió corriendo al tejado para ponerse a salvo. Y allí estaba, en tal difícil situación, cuando sus amigos se reunieron en la calle extendieron con sus manos una manta y gritándole: ¡Salta, mullah, salta!
¡Ni hablar! ¡No pienso hacerlo!, dijo el mullah. ¡Os conozco de sobra, y sé que, si salto, retiraréis la manta y me dejaréis en ridículo!
¡No seas estúpido, mullah! ¡Esto no es ninguna broma! ¡Va en serio: salta!
¡No!, replicó Nasrudin. ¡No confío en ninguno de vosotros! ¡Dejad la manta en el suelo y saltaré!
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Muy buenos días, desearos que tengáis una buena mañana y gracias por estar ahí.
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