martes, 22 de marzo de 2016

LA BRECHA DE ROLDAN. "Autor, Juan García Atienza".

      Tal como es narrada en la comarca de la Marina alicantina, esta historia legendaria parece arrancada de otro contexto, ya que el personaje de Roldán, su protagonista, tiene su territorio mucho más al norte, donde, aparte su personalidad como paladín, sobrino y par del emperador Carlomagno, es recordado bajo el nombre de Errolán como personaje mitológico tradicional en todo el país vasconavarro.
      Dicen en esta comarca costera de la Comunidad Valenciana que Roldán era un pacífico gigantón que vivió hace muchos siglos, más allá de lo que alcanza la memoria, en las anfractuosidades resecas que conforman la sierra Aitana y sus últimas estribaciones hacia el mar, la sierra de Bernia, a los pies del Puig Campana. Su vida discurría solitaria, porque nadie quedaba ya vivo de su raza y los seres humanos corrientes y molientes, cuando tropezaban casualmente con él, lo rehuían y ni siquiera dejaban que Roldán se les acercase, porque tenían miedo a su aspecto y a la enorme fuerza que se le adivinaba detrás de su apariencia primitiva y salvaje.
      Esta circunstancia convirtió a Roldán en un ser triste y taciturno. Y, aunque no le faltaba el sustento, porque los montes estaban llenos de animales que podía cazar para subsistir, ni el agua, porque todos los valles abundaban en fuentes de agua exquisita, se sentía falto de otras cosas tan necesarias para la vida como el comer y el beber, el contacto con sus semejantes, aunque fueran tan pequeños para él como eran los habitantes de las serranías y los pescadores de las playas cercanas.
      El gigante Roldán vivía en una cárcava escondida entre peñascos, y cierta vez, al salir en busca de agua a una de las fuentes más frescas que conocía, encontró llenando una cántara a la muchacha más hermosa que jamás habría podido imaginar. Estaba a punto de huir para no asustarla, cuando se dio cuenta de que ella, al contrario de lo que era ya costumbre de toda la vecindad de los contornos, no sólo no huyó al verlo aparecer, sino que le sonrió y hasta se atrevió a hablarle como si se dirigiera a otra persona cualquiera de su mundo. Aquel hecho, tan simple como insólito para Roldán, hizo nacer súbitamente el amor en el pecho del gigante, que desde aquel día dedicó su vida, su quehacer y todos sus pensamientos a aquella mujer, la única criatura entre todas las demás que parecía reconocerlo como ser humano que era, a pesar de su tamaño y de su aspecto. Un día, pasado el tiempo y vencida su propia timidez, le propuso que fuera su compañera, y ella le aceptó.
      Roldán comenzó a sentirse feliz por primera vez en su vida. Y ella también, al menos eso parecía. Él se esmeró en construir una alegre cabaña justo en la falda del monte, frente al mar, abandonando la hosca cueva que hasta entonces le había servido de refugio. Y cuando la tuvo construida, con su correspondiente porche, al estilo de los riu-raus de los campesinos de la comarca, propuso a la muchacha quedarse allí para siempre, conocer a su gente y, dentro de lo posible, ser unos más en la comunidad, si querían aceptarlos. Ella se unió entusiasmada a la idea y, desde entonces y por un tiempo que nadie habría sabido medir ni por meses ni por años, vivieron en medio del amor y de la felicidad. Los huertanos olvidaron el tamaño desmesurado de Roldán y se sintieron felices de tenerlo como amigo, aunque prefirieron siempre ver vivir a la pareja alejada de ellos, porque no se sabía de qué podía ser capaz un ser de semejante envergadura.
      Pero sucedió cierto día, mientras Roldán regresaba al hogar después de una jornada de caza que le había llevado hasta el otro lado de la sierra, que se cruzó con él un desconocido extraño, envuelto en ropas de luto, que lo detuvo un instante para anunciarle que corriera a su cabaña, que la mujer estaba enferma y que estaba condenada a morir cuando el sol se ocultarse. Antes de que Roldán pudiera pronunciar palabra, el desconocido había desaparecido.
      Corrió entonces Roldán dando saltos entre las peñas y, al llegar a su hogar, comprobó que lo que el misterioso personaje le había anunciado era cierto. Y no sólo que era cierto, sino que el sol estaba apunto de ocultarse detrás del Puig Campana, que extendía ya sus sombras hacia la casa. Roldán ,desesperado y tratando de retener un poco más la vida a su mujer, subió a la cima de cuatro zancadas y, dando un puntapié, arrancó de cuajo un pedazo del monte, que voló hacía la bahía de Benidorm y medio se hundió en el agua, formando una isla minúscula que todavía cabe ver hoy, del mismo modo que cabe ver en el monte la brecha que causó la formidable patada del gigante. Luego, corrió a la cabaña, cogió en sus brazos a la mujer y emprendió de nuevo la subida, con la esperanza de alcanzar la cumbre antes de que el sol terminara de ocultarse. Pero cuando llegó a la brecha, el sol se escondía ya detrás de las cimas más altas de la Aitana y la vida de la mujer se extinguía dulcemente con el resplandor de los últimos rayos.
      Roldán tomó entonces el cuerpo de la amada, bajó hasta la playa, penetró en el mar y, avanzando por la bahía, fue a depositarlo dulcemente en la isla que había surgido de los restos de la brecha que había abierto en la cumbre. Luego, abrazado al islote, se dejó hundir en el mar y pereció ahogado dejando que las aguas cubrieran su cuerpo en las cercanías de la tumba que albergaba el de la mujer.
      FIN.
                                                       ******

Que disfrutéis de esta apasionada leyenda, espero os guste y que paséis una muy buena semana, hasta la que viene, Abrazos.

lunes, 21 de marzo de 2016

UNA CENA DE " OH " Y " AH ". ( Por el autor, Idries Shah ).

Los cuentos y leyendas son una herramienta fundamental para "DESPERTAR".
    Jorge Bucay dice, que la verdadera cuestión es descubrir que nos encontramos de pie en un rincón de la sala desde donde no se ve la puerta.
    No se ve. Desde donde estamos, no se ve.
    Y entonces, para encontrarla, con ayuda o por propio deseo, sin prisa pero sin pausa, hay que moverse un poco, salir del sitio donde nos hemos acomodado, ver la vida desde otro lugar.
                                                          ******

Nasrudín no tenía dinero y se vio obligado a trabajar temporalmente como cocinero.
      -Escucha, mulá- le dijo el portero el segundo día-, nuestro amo es conocido porque nunca paga a sus empleados. Ten por seguro que el día que le pidas tu salario, te señalará una tarea imposible y se negará a pagarte por no poder realizarla.
      Efectivamente, el tacaño empresario retuvo el salario de Nasrudín durante varias semanas. Finalmente, el cocinero se vio obligado a pedir el dinero a su amo.
      -Con mucho gusto te daré tu salario- dijo el avaro cuando Nasrudín se dirigió a él-, pero primero debes cocinarme una comida especial.
      -Y en qué consiste esa comida?
      -De primero debes preparar "Oh", y como plato principal cocinarás "Ah" -contestó el avaro con una sonrisa-. Si no consigues traerme esa comida, no tendré otro remedio que despedirte y mandarte a casa sin una moneda.
      Nasrudín se inclinó y se fue directamente a la cocina. Unas horas después, salió para anunciar que la cena estaba servida. Cuando el avaro vio en la mesa un enorme tazón de sopa, quedó encantado. No sólo Nasrudín había cocinado una sabrosa comida, sino que estaba apunto de ahorrarse los salarios de varias semanas. Cogió una gran cucharada y se la tragó.
      -Oh!- jadeó cuando los chiles le abrasaron la garganta. Farfullando y atragantándose, tendió los brazos al cocinero, que le ofreció un vaso de agua helada.
      -Ah!- exclamó cuando el frío liquido apagó las llamas de su boca.

         FIN.
                                                   ******
Qué paséis una muy buena semana, feliz día y un abrazo.
 

jueves, 17 de marzo de 2016

EL FANTASMA MOLESTO "Por el autor, Henri Brunel.

Un marido joven perdió a su mujer en la flor de la vida. Ésta había sido hermosa, pero un poco desabrida y terriblemente celosa. Tras un duelo como es debido, el joven sintió que con la primavera nacían en  él nuevas emociones.
     Se buscó mujer, y pronto se prometió con la deliciosa Yoyohi, cuyo nombre sonaba como un trino de pájaros cantores, como el roce de la seda en un abanico.
En una palabra, el joven viudo estaba enamorado, y era más feliz de lo que lo había sido nunca con su primera esposa. Fue entonces cuando se apareció por primera vez el fantasma de su mujer. Una noche en que él estaba durmiendo tranquilamente en su tatami, sintió que una corriente de aire frío le cosquilleaba en la planta de los pies, se despertó. Ante él estaba Kyrioka. La joven, aunque evanescente, parecía furiosa, y no había perdido ni una pizca de su temperamento celoso:
     "Cómo te atreves -dijo - a engañarme con esa tontita sin ningún encanto que tiene -añadió con perfidia - una fea mancha de nacimiento en el pecho izquierdo?
     -Y tú cómo lo sabes? -preguntó el marido, estupefacto.
     -En el reino de los muertos tenemos acceso a los misterios, y conocemos todas las cosas que os están ocultas a vosotros los mortales".
    La muchacha se fue. El marido, aún temblando de miedo, ya no volvió a dormirse aquella noche.


     A partir de aquel instante, la vida de Heiyoshi se volvió un infierno. De día, se paseaba con la tierna Yoyohi por los jardines de su padre. Se quedaban junto al gran estanque, admirando la dilatada gracia de las flores de loto.
Heiyoshi, a la vez que hablaba con ella y se lanzaban recíprocas sonrisas tímidas, no se cansaba de contemplar la nuca perfecta de su amada, su moño negro azabache, sus mejillas, que tenían el terciopelo de la flor del ciruelo.
     Llegada la noche, el fantasma de Kyrioka acudía a atormentarlo. Sentada al pie de su estera, su difunta esposa hacía burla de todos sus actos y gestos de aquel día, e imitaba sarcásticamente sus tiernas palabras. Le recordaba sus antiguos amores, y le repetía:
     "Lo sé todo de ti, y ese saber te encadena. Tu vida es sólo mía,mía!.


     El desdichado, en el límite de sus fuerzas y casi a punto de perder la razón, se confió a un amigo, que le aconsejó que fuera a consultar a un célebre maestro zen que llevaba vida eremítica en el antiguo templo de Kenninji. El viaje resultó largo y difícil. Finalmente, Heiyoshi llegó a los pies del maestro, y le contó su infortunio.
     "Tu mujer se ha convertido en fantasma, y lo sabe todo de ti.
     -Sí, Maestro, ya sabéis, como ella vive en el país de los muertos, tiene acceso a esos misterios que se nos escapan, conoce el pasado y el futuro, y rebusca sin dificultad en mis menores pensamientos.
     -Ya veo -dijo el maestro, rascándose un dedo del pie con un palito de bambú, pues había llovido y un poco de barro le había salpicado los pies desnudos en las sandalias-. Ya veo...
     -Qué tengo que hacer, maestro?
     -Eres joven, Heiyoshi, tu corazón es nuevo y tierno. Tiene fácil asegurarse el tener poder sobre ti. Te voy a ayudar".
     El joven viudo se deshizo en agradecimientos, y dijo:
     "Seguiré vuestros consejos, Maestro, me ajustaré a ellos punto por punto, no tenéis más que indicarme el camino
    Cuando el fantasma de tu esposa aparezca, confiésale humildemente tu ignorancia, alaba sus asombrosos conocimientos, en una palabra, halágala, y proponle un trato: "Si puedes responder a una última pregunta, estaré definitivamente convencido de tus poderes sobrenaturales, renunciaré a Yoyohi, que no es más que una simple mortal, y seré fiel esposo tuyo para siempre".
     -Ay!- exclamó Heiyoshi- Ganará ella, seguro! Lo que no sabe, lo adivina, nada de lo que yo hago o pienso le está oculto...
     -Sigue mi consejo -dijo con cierta dureza el maestro -, o, si no quieres escucharme, vete!.
     Heiyoshi, turbado, azorado, aceptó:
      "Os obedeceré, Maestro.
     -Toma en tu mano derecha cerrada un buen puñado de granos de soja y pregúntale cuántos hay.
     -Y ya está?, preguntó Heiyoshi.
El maestro zen no respondió. Se había puesto en zazen y estaba meditando.
Heiyoshi volvió a casa. Aquella misma noche, volvió aparecerse su mujer:
     "Has ido ha visitar a un maestro zen -dijo riendo sarcásticamente -, te creías que no lo sabía, pensabas que te me podrías escapar?"
     Heiyoshi metió entonces la mano en una pila de soja, tomó un buen puñado y se lo presentó con la mano cerrada:
     "Cuantos granos hay?", preguntó.
     El fantasma de Kyrioka se disipó en el aire y no volvió a aparecerse nunca más.

                                             ******

Basta poca cosa, una pizca de sentido común, una pregunta clara, una risa, para desarbolar a los falsos gurus, que manipulan a las almas simples, a los espíritus sensibles o frágiles, envolviéndose de sombra y misterio. Unos cuantos granos de soja, y se esfuman los fantasmas...
   
   FIN.

Esperando de que os sea de gran ayuda y sirvan para la reflexión, os deseo un buen término de semana y que disfrutéis del fin de semana, gracias por estar ahí y hasta la que viene.Saludos.
   

UNA BRUJA, OTRA NO.

        Haberlas, haylas, porque las brujas son hijas, parte misma, del subconsciente colectivo. Allí donde hay un ser humano, un pensamiento humano, hay una bruja.


Éranse una vez dos hermanas. Una de ellas era bruja, la otra no.

Un día, la hermana bruja le propuso a la otra:
     -Hagamos una carrera hasta aquel manzano, a ver quien llega primero y se come la única manzana que le queda!

     -Me parece bien!- aceptó su hermana.

La hermana bruja comenzó a correr, mientras la hermana que no era bruja la miraba sin moverse. Cuando la hermana bruja ya estaba cerca del manzano, la hermana que no era bruja echó a volar, llegó al manzano antes que la otra y se comió la manzana.
                                              ******

La hermana bruja se enamoró perdidamente del sacristán de la parroquia, joven, simpático, soltero y de muy buen ver.
     -Ay, si pudiera hacer mío al sacristán...! suspiró un día, muy melancólicamente, delante de su hermana, la que no era bruja.
    La hermana que no era bruja la miró muy sorprendida e inquirió:
        -Y cómo no has de poder, si, siendo bruja, como eres, basta tan sólo con que lo hechices un poquito para que caiga rendido a tus pies?
     -Ay de mí, que soy la mujer más desgraciada del mundo! -suspiró la hermana bruja-. Como el muy bellaco lleva siempre una enorme cruz de plata colgada al cuello, no puedo acercarme a él !
        -Por eso no te preocupes - le animó la hermana que no era bruja -, que yo, que no soy bruja, se la quitaré !
      Esta hermana generosa, se encaminó a la iglesia por ver de quitarle la cruz al sacristán. Pero sucedió, cosas de la vida!, que al tener al sacristán de cerca, tan joven, tan simpático, tan soltero y de tan buen ver, en vez de quitarle la cruz prefirió echarle los brazos al cuello...y rendirlo a sus pies con sus encantos.
      Total, que, poco tiempo después, para desconsuelo de su hermana bruja, la hermana que no era bruja se casaba con el sacristán de la parroquia.
      FIN.
Que os parece para empezar un nuevo día? Espero os haya gustado, Saludos.



jueves, 10 de marzo de 2016

LA PIEDRA DE LA ENCANTADA. " Así nos lo cuenta, Juan García Atienza.

Esta historia legendaria sucedió en la Murcia visigoda, concretamente en la comarca de Moratalla. Allí vivía la joven condesita Ordelina, prometida desde niña por su padre al noble Sigiberto, que sentía por ella, no se sabe con certeza si por atavismo o por sentimiento profundo, un sincero amor que parecía ser correspondido por la noble doncella. Pero sucedió que el padre de la condesa falleció repentinamente poco antes de llevarse a cabo los esponsales y su heredera, viéndose de pronto libre de compromisos contraídos, rompió el suyo con Sigiberto para casarse con su rival, Hiderico. El matrimonio se celebró la víspera de San Juan, cuando aún estaban recientes los funerales del conde. Y estaba a punto de consumarse en aquella noche especialmente mágica, cuando el espectro del padre muerto surgió furioso en la alcoba nupcial y, tras reprocharle a su hija no sólo la traición cometida, sino el pecado de celebrar su matrimonio precisamente en aquel día santo, arrancó a la aún doncella de los brazos de su esposo, que se encontró de pronto estrechando a un cadáver.
El alma encantada de la doncella fue conducida por su padre, con todas sus joyas y sus pertenencias más valiosas, al paraje llamado de Benamor y allí fue encerrada para siempre en una caverna que se esconde detrás de un enorme peñasco y junto a una fuente. No hubo condiciones que pudieran paliar aquel castigo, que fue pronunciado por el conde para que se prolongara hasta la resurreción de la carne. Y, desde entonces, la condesa condenada, confiada a la custodia de un enorme y fantasmal esclavo negro, permaneció prisionera de la tierra. Sólo obtuvo permiso para salir de su encierro apenas por unas horas, y precisamente en la noche mágica de San Juan, durante la cual podría pasear libremente por los alrededores hasta el amanecer. Únicamente en aquella fecha se abriría la peña que cerraba la cueva para dejarla salir y deambular trágicamente junto a la fuentecilla que manaba en aquellos parajes, llorando su desgracia.
Allí alcanzaron a entreverla gentes de muchas generaciones, transformada en un bello espectro que paseaba cubierto de joyas arrullada por el murmullo del agua, hasta que las primeras luces del día más largo comenzaban a barrer las sombras mágicas de la víspera sanjuanera. El lugar se convirtió en un rincón maldito, evitado por todos, aunque el fantasma jamás dio muestras de animosidad hacia nadie. Pero, desde entonces, pocos se atrevieron a pasar cerca de aquellos parajes por estas fechas precisas.
Pasaron los años, incluso los siglos. Muchos siglos. Murcia vivió gloriosamente el largo dominio musulmán y los violentos avatares de la conquista aragonesa. Ni moros ni cristianos olvidaron la remota maldición que flotaba en aquel lugar y el fantasma de la condesa siguió apareciendo cada año en el día fijado, sembrando espanto entre los musulmanes y mozárabes. Y así llegó el siglo XV y hasta algunos se atreven a concretar la fecha en el año de gracia de 1400.
   Vivía entonces en Moratalla una muchacha de buena cuna, doña Castellana Fajardo, hija del comendador de la villa y, por las referencias, tan hermosa como caprichosa. Consciente del poder de su belleza, jugaba con sus múltiples enamorados y, sobretodo, con el más constante de ellos, don Pedro López de Villora, descendiente de uno de los doce profesos de Santiago que establecieron su encomienda en aquellas tierras. Y un día cercano a la fiesta de San Juan, en el que él le pidió que definiera de una vez por todas sus sentimientos y sus intenciones hacía él, la muchacha, sin pensarlo dos veces, le pidió:
    -Ya sabéis que la encantada de Benamor aparece todas las noches sanjuaneras a pasear por los alrededores. He oído decir que va cargada con todas sus joyas y que, entre ellas, luce un antiquísimo collar de perlas. Eso es lo que quiero que me traigáis el día del santo como prueba de vuestro amor.
    Don Pedro, que al fin era guerrero, no vaciló ante el reto que se le proponía. No es que no creyera en los espectros, pues quién no creía entonces en ellos! Pero pensó que podría vencer fácilmente sus propios temores, sobre todo teniendo en cuenta que el fantasma era una mujer. Y así, en la fecha señalada y al caer la noche, acudió al paraje encantado y esperó a que dieran las campanadas de media noche.
      Al repicar en la lejanía la hora bruja, sonó un impresionante chasquido, se abrió el peñasco y dejó al descubierto un hueco negro, por el que salió casi flotando el fantasma de la condesa Ordelina, mirando en torno suyo como si despertara por milésima vez de su largo sueño. El caballero vio que no llevaba joya alguna y, disimulando el terror que comenzaba a embargarlo, se dirigió a ella pidiéndole su collar de perlas y diciéndole que de su posesión dependía su felicidad.
    La dama fantasmal lo escuchó entre triste y divertida, pareció dudar ante el atrevimiento de aquel joven y, de pronto, diciéndole que la siguiera, entró de nuevo en la caverna descubierta por la roca, seguida de cerca por don Pedro, que posó la mano en el pomo de su espada, dispuesto a defenderse de cualquier peligro que surgiera. Descendieron muchos escalones de piedra finamente labrada, tenuemente iluminados por luces espectrales que nadie habría adivinado de dónde salían, Las paredes de roca aparecían cubiertas por los mejores paños y alfombras orientales, y el suelo estaba pulido y brillante, como si un ejército de esclavos lo acabara de limpiar. Finalmente, al terminar la larga hilera de peldaños, alcanzaron una puerta cerrada que la mujer golpeó suavemente con los nudillos. Cuando se abrió apareció al otro lado el gigantesco fantasma negro que la guardaba, un ser del que todos habían oído hablar y nadie hasta entonces había acertado a ver. La dama pasó por delante de él, se dirigió a un cofrecillo y sacó del mismo el preciado collar, depositándolo en las manos del caballero.
   Pero entonces, la enorme mano del esclavo negro se abatió sobre el hombro de don Pedro:
       -No trates de llevártelo! Nada de cuanto hay aquí puede volver al mundo de los vivos -le dijo amenazador.
      Furioso, don Pedro se revolvió, al sentir que aquel ser pretendía impedirle que se llevara aquella joya que significaba la victoria de su amor. Echó mano a su espada y lanzó una estocada al corazón del negro. Pero el esclavo, de repente, se transformo en una nube de humo que se disolvió en la estancia y, súbitamente, todas las luces se apagaron, dejando el antro en total negrura.
    Era ya entrada la mañana de San Juan cuando unos pastores pasaron por el lugar de Benamor. de pronto, notaron que las ovejas se negaban a pasar por un determinado lugar. Se acercaron curiosos. Junto a la peña de la Encantada distinguieron un cuerpo y, al acercarse, comprobaron que se trataba de don Pedro, muerto y sin mostrar señal alguna de violencia. Como buenos cristianos que eran, lo recogieron piadosos, lo montaron sobre una mula y lo bajaron hasta Moratalla. Doña Castellana supo muy pronto el trágico fin de su enamorado, y su pena al pensar que era ella la responsable de que hubiera perdido la vida hizo que quedara muda para siempre.
      FIN.

Espero os haya gustado, daros siempre las gracias y desearos que paséis una muy buena semana. Hasta la próxima.

miércoles, 9 de marzo de 2016

VISIONES VERDADERAS O FALSAS.

El otro día hablaba con un amigo sobre las personas que alguna vez han tenido visiones, crees que son verdaderas? En ese momento me acorde lo que dijo mi querido amigo Tony de Mello.
"El pecado es una enfermedad de la esclavitud".

Cierta vez, una mujer que creía tener visiones de Dios fue a pedir consejo al obispo.
Éste se expresó así:

Usted puede estar creyendo en ilusiones. Debe entender que, como obispo de la diócesis, no soy quien puede decidir si sus visiones son verdaderas o falsas.

-Sí, Excelencia.
-Ésa es mi responsabilidad, es mi deber.
-Perfectamente, Excelencia.
-Entonces, deberá hacer lo que le ordene.
-Lo haré, Excelencia.

Entonces escuche: la próxima vez que Dios se le aparezca como dice que se le aparece, usted hará una prueba para saber si es realmente Dios.

-De acuerdo, Excelencia. Pero cómo es la prueba?
-Dígale a Dios: "Por favor, revéleme los pecados personales y privados del señor obispo. "Si es Dios el que se le aparece, le revelará mis pecados. Después vuelva aquí y cuénteme...,pero a nadie más. Está bien?

-Así lo haré, Excelencia.

Después de un mes, ella pidió una entrevista con el obispo, quien le preguntó:

-Dios se le apareció de nuevo?
-Creo que sí, Excelencia.
-Le hizo la pregunta que le ordené?
-Por cierto, Excelencia!
-Qué dijo Dios?
-Dios me dijo: "Ve a comunicarle al obispo que me olvidé de todos sus pecados!".

Anthony de Mello. FIN.

viernes, 4 de marzo de 2016

Dos Cuentos Sufíes para Pensar. " No puedo ser Reconstruido". "Un Pan para la Cabeza".

Dicen los sufíes que el proceso de aprendizaje se asemeja a la costura con hilo y aguja.
El cuento es una aguja. El hilo eres tú.
De qué servirían todas las agujas del mundo si no existieran los hilos que cosen el conocimiento, el desarrollo y la sabiduría? De qué servirían cientos de miles de maestros y de libros y de imágenes si no existieran aquellos dispuestos a transformar un dato, una palabra o una idea en acciones, pensamientos y emociones capaces de cambiar el mundo interior y el entorno?
  Una aguja sin hilo sólo puede hacer agujeros. Porque el ganchillo empuja pero no hilvana. La punta marca el camino pero no lo sujeta, señala pero no lo alcanza.
     El cuento es una fuente de inspiración y de enseñanza tan viejo como la historia de la humanidad.

Jorge Bucay.

   NO PUEDO SER RECONSTRUIDO:


Nasrudín cabalgaba a través de la comarca cuando se declaró un incendio en el bosque. Mientras las aldeas estaban siendo consumidas por el fuego a diestro y siniestro del camino, Nasrudín seguía cabalgando tranquilamente, repitiendo:
   -Gracias a Alá! Gracias a Alá!
   -Como puedes dar gracias a Alá cuando todo a tu alrededor, todas nuestras posesiones, casas y campos se están reduciendo a cenizas? -se lamentaba una anciana que huía de las llamas.
   -Las posesiones pueden ser sustituidas. Las casas se pueden reconstruir y los campos se pueden volver a plantar. Doy gracias a Alá por mantener tranquilo a mi asno. Si se asustara, podría tirarme al suelo y pisotearme bajo sus patas, y, a diferencia de una casa, yo no puedo ser reconstruido.
     FIN.


      UN PAN PARA LA CABEZA:

Una noche Nasrudín llegó a casa de su hermano ya muy tarde, e inmediatamente le hicieron pasar a la mejor habitación. Aunque se le había dado la cama más cómoda de la casa, con las sábanas y las mantas más suaves, nadie pensó en preguntarle si había cenado.
   Dando vueltas a un lado y a otro, Nasrudín luchaba en vano por suprimir los ruidos que el hambre le hacía en las tripas. Finalmente, saltó de la cama y llamó a su anfitrión.
    -Qué pasa? -preguntó el hermano del mulá, asustado al ver que le despertaban a mitad de la noche.
     -Las almohadas son demasiados suaves -replicó Nasrudín-.
 Podría coger un pan de la cocina y descansar la cabeza en él?.
      FIN.
Del autor, Idries Shah.

   Os deseo un bonito fin de semana y como siempre daros las gracias por estar ahí. Nos vemos la semana que viene.

CALZÓN AZUL. "Autora, Katharine Briggs.

Calzón Azul era un diablillo inofensivo que hacía travesuras en la casa de un zapatero de las Colinas de Blackdown, en Somerset. El hijo del remendón, que era su amigo, una vez lo había visto bajo su forma autentica, un anciano con holgados bombachos azules.
El zapatero y su familia se tomaban a bien todas sus bromas. Cuando se oían fuertes pisadas que descendían por las escaleras y una nube de humo azul flotaba en la habitación, el zapatero remendón decía: "no os preocupéis, Calzón Azul nunca hace daño". Y continuaba alardeando orgulloso, explicando como Calzón  Azul, en forma de cerdito negro, había atravesado la habitación a toda carrera y había saltado metiéndose en la laguna de los patos sin siquiera salpicar. O esa vez en la que Calzón Azul había hecho que la casa pareciera envuelta en llamas, para que cuando él regresara del mercado creyese que se estaba incendiando, Pero el zapatero se equivocó de audiencia al contar estas historias. Un cofrade de la iglesia que pudo escucharlas pensó que Calzón Azul era el mismo diablo y reunió a un par de párrocos para exorcizarlo. Llegaron y se encontraron con un viejo caballo blanco pastando a orillas de la laguna:
-Quién es aquel caballo?- preguntó uno de los párrocos al niño.
-El viejo Calzón Azul, señor- respondió el pequeño.
-Puedes ponerle bridas?- volvió a preguntar el párroco.
El niño, orgulloso de poder mostrar lo buen amigo que era de Calzón Azul, le pasó las bridas por la cabeza. En este instante ambos párrocos exclamaron al unísono:
-Abandona este cuerpo, maldito!
El viejo Calzón Azul se sumergió en la laguna y nunca más volvió a salir, o por lo menos, no de forma tan simpática.
FIN.