En un restaurante chino hay un grupo de amigos disfrutando de la música que interpreta un conjunto. De pronto, un solista empieza a tocar una pieza que les resulta conocida; todos reconocen la melodía, pero ninguno puede recordar su nombre. Entonces llaman por señas al camarero y le piden que averigüe qué es lo que está tocando el intérprete. El camarero se dirige a donde están los músicos y, al poco rato, regresa con el rostro iluminado por una sonrisa de triunfo y cuchichea ruidosamente: ¡El violín!.
¡La aportación del intelectual a la espiritualidad!
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Muy buenos y feliz día tengáis tod@s, gracias por estar de nuevo ahí. Un abrazo.
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