Encontráis lugares en los límites de la sociedad para los viejos, los minusválidos y los dementes. A veces relegáis a vuestros santos a los mismos lugares, pero por ahora dejaremos eso de lado. Dios tiene que preocuparse por los espiritualmente desamparados. No me refiero a los vacíos de espíritu, sino a los llenos. En un mundo que va descendiendo y alejándose de Dios, ¿dónde pondrá Él a quienes le han sido leales? ¿Deben vagar por la faz de la tierra?
Dios no podía permitirlo, así que tuvo que encontrar un modo de encargarse de los más fieles. De nuevo, podría haber habido opciones. Él podría haber desplegado tal favor por sus santos que la gente se inclinara ante ellos. Pero a causa de la libre voluntad, Dios no podía obligar a nadie a amar a sus santos; había muchos que los perseguirían y los injuriarían. Esto llevó a Dios a decidir dejar que los más ricos de espíritu parecieran absolutamente corrientes al resto de vosotros. Como declara una de vuestras escrituras: "No descuidéis agasajar a los desconocidos, pues de tal modo algunos han agasajado a ángeles sin saberlo".
Sin duda es así, pero el desconocido en sí no era un ángel, puesto que los ángeles no son de carne y hueso. Lo angélico era el sagrado acto de la hospitalidad: "cualquiera que lleve luz a su mundo se deleita con los ángeles".
Sin embargo, Dios no podía dejar de lado tan a la ligera a las personas más despiertas. Las puso bajo su gracia de una manera sutil, casi secreta. Les permitió ver no sólo con los ojos del cuerpo y los ojos de la mente aunque estos son también una gracia de Dios, sino con los ojos del alma.
Entonces les dijo: "Haced aquello que os plazca".
¿Son palabras milagrosas? ¿Acaso Dios no deja que todos hagan lo que les plazca? Sí, pero qué diferencia cuando sabes que te lo ha dicho el propio Dios. La voz de Dios se oye dentro de ti cada vez que crees profundamente en los siguientes mandamientos:
No tengáis miedo.
Recordad que sois amados.
Considerad a todos como hijos de Dios;
esto significa verdaderamente todos.
Valorad como sagrada cada fibra de la creación.
No os veáis en el mundo sino ved el mundo en vosotros.
******
Gracias por estar ahí y disfrutad de los buenos momentos que el universo nos regala, un muy buen fin de semana y hasta muy pronto. Un abrazo.
viernes, 30 de junio de 2017
miércoles, 28 de junio de 2017
EL MONO Y LA TORTUGA. por " Nazanin Amirian"
A veces la verdad se destapa muy rápido, además uno difícilmente llega a conocer la naturaleza de la gente que le rodea.
-Cierto, Majestad, dijo el anciano. Normalmente uno no sabe quiénes son sus amigos hasta el día que su fidelidad y honestidad se ponen a prueba. Es lo que nos enseña la fábula del mono y la tortuga.
-¿Qué fábula es ésa?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
El jefe de los monos se había hecho viejo y su sobrino, al que había criado, quería aprovecharse de la situación, apartándole del poder. Por eso el veterano jefe, que temía por su vida, decidió huir. Empezó a construir un nuevo refugio sobre una higuera, que había crecido a poca distancia de la isla. Pasaba sus ratos pensando con tristeza en los desagradecidos miembros de su clan.
Un día, el viejo rey de los monos estaba sentado encima de una de las ramas de la higuera disfrutando de sus deliciosos higos, cuando de repente, uno de los higos se cayó al agua, produciendo un ruido que encantó al simio. Cada vez lanzaba un higo para volver a oír el sonido que producía al caer al agua. Una tortuga grande, que estaba dentro del agua, cogía los higos que el viejo rey de los monos tiraba, saboreando el gustoso alimento. Después de saciar su hambre, la tortuga levantó la cabeza y dijo:
-Gracias, Señor, por este manjar- pensando que el rey de los monos tiraba los higos para él.
El rey mono sonrió al oírle; acepto los agradecimientos y empezó su amistad con la tortuga. El rey sufría de tanta soledad que se alegraba de gozar de cualquier compañía, incluso de la de una presumida tortuga.
Al día siguiente, la tortuga visitó al mono y éste volvió a ofrecerle higos. Y de esta manera, se convirtieron en inseparables amigos. ¡Como si se tratase de una sola alma ubicada en dos cuerpos! El mono olvidó la tristeza de la traición de su familia, y la tortuga disfrutó de su compañía y de su generosidad. Esta peculiar amistad hizo que el simio ya no echara de menos su isla y la tortuga abandonase por completo a su mujer y a los suyos.
La compañera de la tortuga se encontraba muy sola y sufría, hacía meses que no tenía noticias de su pareja. La actitud negligente de éste con su familia le molestaba mucho. Así que comentó el problema con su hermana, y ésta, que conocía la historia de la amistad de su cuñado con un mono, le reveló la verdad. Después de llorar e intercambiar ideas, decidieron que la única solución era quitar del medio al mono.
Ella fingió estar enferma, se metió en cama y pidió a su hermana que mandara un mensaje a su despreocupado marido: ¡Vuelve en seguida. Estoy muy enferma!.
La tortuga, al recibir el mensaje, decidió regresar a su hogar. Su casa estaba al otro lado de la isla, y antes de ponerse en marcha fue a ver a su amigo mono para despedirse. El viejo mono entristeció al pensar que iba a quedarse otra vez solo. Pero disimuló su pena, le dio un abrazo y le deseó un buen viaje y un pronto regreso.
Cuando la tortuga volvió a casa, encontró a su mujer en la cama. Al verla se conmovió y con mucho mimo le preguntó:
-Cariño, ¿qué te pasa?
pero su mujer no contestó. Ella sólo suspiraba y gemía. Llegó la hermana y lo alarmó.
-Al parecer, padece una enfermedad muy grave y la única medicina que la puede curar es el corazón de un mono.
-De acuerdo, pero ¿dónde encuentro yo un corazón de mono?, dijo el esposo.
-Te hemos llamado para que estés presente en sus últimos momentos, replicó la hermana.
La pobre tortuga salió de la habitación para pensar y buscar una solución, y de repente ¡zas!, se acordó de su amigo, el rey de los monos. "Si traiciono a mi mejor amigo me convertiré en un canalla, pero si no hago todo lo que pueda para salvar a mi mujer, la perderé para siempre". Tras meditar un buen rato, el amor a su pareja venció a la amistad que le unía con el mono, así que emprendió el viaje hacia la residencia de su amigo.
El rey mono demostró su entusiasmo al verle:
-Qué alegría volver a verte! ¿cómo está tu esposa, amigo mío?
-Ella sigue igual, pero yo te echaba tanto de menos que no podía soportar estar lejos de ti- le respondió la tortuga, muy relajada-. Te pido que vengas a mi casa, porque toda mi familia quiere conocerte y darte las gracias por tu amabilidad. Hay tres cosas que fortalecen una amistad: la primera es fiarse uno del otro, la segunda es comer juntos, y la tercera conocer sus parientes y su lugar. ¿Qué me dices?
-A mí también me cuesta mucho estar lejos de ti, contestó el simio. Tu amistad me es tan valiosa que estoy dispuesto a ir contigo donde tú me digas. Pero temo que no puedo aceptar tu invitación. ¿Cómo puedo ir a tu casa si no sé nadar?
-Si no te importa, yo te llevaré sobre mi espalda.
El anciano mono se dejó seducir. Subió a la espalda de la tortuga y entraron en el mar. Cuando habían cruzado la mitad del camino, la tortuga se detuvo para pensar, " Es muy feo lo que estoy haciendo. Nada en el mundo se merece que por ello se traicione una amistad". El mono se dio cuenta de su indecisión, y la sospecha dominó su corazón. Sin demostrar su perturbación dijo:
-¿Qué te pasa, amigo? ¿Qué te preocupa?
-No debo ocultarte la verdad. Mi mujer ésta muy enferma y los médicos han dicho que la única medicina que la puede curar es el corazón de mono, respondió la tortuga.
El viejo rey enseguida se dio cuenta del peligro que le amenazaba.
¡Cómo he podido ser tan ingenuo y meterme en este lío, siendo tan viejo!, pensó, pero guardó la calma.
-¿Por qué no me lo dijiste antes? -preguntó-, Así habría traído mi corazón conmigo.
-¿Quieres decir que no lo llevas dentro de tu cuerpo?, preguntó sorprendida la tortuga.
-¡Claro que no! ¿No sabías que nosotros los monos dejamos nuestros corazones en casa cuando viajamos? -dijo el viejo riendo-. Pero si realmente lo necesitas, volvamos, y con mucho gusto te lo daré. Al fin y al cabo somos amigos, ¿no?
La tortuga se alegró muchísimo. Inmediatamente dieron marcha atrás en dirección al árbol donde el mono habitaba. En el momento que llegaron, el rey de los monos saltó a tierra y se agarró a la primera rama que pudo alcanzar. Luego, se puso cómodo y empezó a arrancar higos como si nada hubiera ocurrido.
La tortuga, impaciente, empezó a perder los nervios:
-De prisa, amigo. Coge tu corazón y vámonos.
Pero el viejo rey le contestó:
-¿Me has tomado por un imbécil como tú mismo o qué? ¿Por qué debo recoger mi corazón, si lo llevo dentro de mi cuerpo como todo el mundo?
Puedes estar seguro de que yo nunca más volveré a cruzar el mar con un amigo como tú.
Así, la tortuga regresó con su familia, perdiendo el corazón del mono y su amistad.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Es una historia que merece ser recordada siempre. La verdad es que la traición de la tortuga carece de importancia; lo único que veo es que ha demostrado su ingenuidad por dejar al mono escapar de tal modo.
-No, Majestad. La traición es un acto vil; pero, por su parte, la ingenuidad puede no tener límite. ¿Os acordáis de la fábula del burro sin seso?, contestó el anciano.
¿De qué burro habláis?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
******
Os deseo un feliz día, gracias por estar ahí y nos vemos pronto, disfrutad de los buenos momentos el universo nos regala. Un abrazo.
-Cierto, Majestad, dijo el anciano. Normalmente uno no sabe quiénes son sus amigos hasta el día que su fidelidad y honestidad se ponen a prueba. Es lo que nos enseña la fábula del mono y la tortuga.
-¿Qué fábula es ésa?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
El jefe de los monos se había hecho viejo y su sobrino, al que había criado, quería aprovecharse de la situación, apartándole del poder. Por eso el veterano jefe, que temía por su vida, decidió huir. Empezó a construir un nuevo refugio sobre una higuera, que había crecido a poca distancia de la isla. Pasaba sus ratos pensando con tristeza en los desagradecidos miembros de su clan.
Un día, el viejo rey de los monos estaba sentado encima de una de las ramas de la higuera disfrutando de sus deliciosos higos, cuando de repente, uno de los higos se cayó al agua, produciendo un ruido que encantó al simio. Cada vez lanzaba un higo para volver a oír el sonido que producía al caer al agua. Una tortuga grande, que estaba dentro del agua, cogía los higos que el viejo rey de los monos tiraba, saboreando el gustoso alimento. Después de saciar su hambre, la tortuga levantó la cabeza y dijo:
-Gracias, Señor, por este manjar- pensando que el rey de los monos tiraba los higos para él.
El rey mono sonrió al oírle; acepto los agradecimientos y empezó su amistad con la tortuga. El rey sufría de tanta soledad que se alegraba de gozar de cualquier compañía, incluso de la de una presumida tortuga.
Al día siguiente, la tortuga visitó al mono y éste volvió a ofrecerle higos. Y de esta manera, se convirtieron en inseparables amigos. ¡Como si se tratase de una sola alma ubicada en dos cuerpos! El mono olvidó la tristeza de la traición de su familia, y la tortuga disfrutó de su compañía y de su generosidad. Esta peculiar amistad hizo que el simio ya no echara de menos su isla y la tortuga abandonase por completo a su mujer y a los suyos.
La compañera de la tortuga se encontraba muy sola y sufría, hacía meses que no tenía noticias de su pareja. La actitud negligente de éste con su familia le molestaba mucho. Así que comentó el problema con su hermana, y ésta, que conocía la historia de la amistad de su cuñado con un mono, le reveló la verdad. Después de llorar e intercambiar ideas, decidieron que la única solución era quitar del medio al mono.
Ella fingió estar enferma, se metió en cama y pidió a su hermana que mandara un mensaje a su despreocupado marido: ¡Vuelve en seguida. Estoy muy enferma!.
La tortuga, al recibir el mensaje, decidió regresar a su hogar. Su casa estaba al otro lado de la isla, y antes de ponerse en marcha fue a ver a su amigo mono para despedirse. El viejo mono entristeció al pensar que iba a quedarse otra vez solo. Pero disimuló su pena, le dio un abrazo y le deseó un buen viaje y un pronto regreso.
Cuando la tortuga volvió a casa, encontró a su mujer en la cama. Al verla se conmovió y con mucho mimo le preguntó:
-Cariño, ¿qué te pasa?
pero su mujer no contestó. Ella sólo suspiraba y gemía. Llegó la hermana y lo alarmó.
-Al parecer, padece una enfermedad muy grave y la única medicina que la puede curar es el corazón de un mono.
-De acuerdo, pero ¿dónde encuentro yo un corazón de mono?, dijo el esposo.
-Te hemos llamado para que estés presente en sus últimos momentos, replicó la hermana.
La pobre tortuga salió de la habitación para pensar y buscar una solución, y de repente ¡zas!, se acordó de su amigo, el rey de los monos. "Si traiciono a mi mejor amigo me convertiré en un canalla, pero si no hago todo lo que pueda para salvar a mi mujer, la perderé para siempre". Tras meditar un buen rato, el amor a su pareja venció a la amistad que le unía con el mono, así que emprendió el viaje hacia la residencia de su amigo.
El rey mono demostró su entusiasmo al verle:
-Qué alegría volver a verte! ¿cómo está tu esposa, amigo mío?
-Ella sigue igual, pero yo te echaba tanto de menos que no podía soportar estar lejos de ti- le respondió la tortuga, muy relajada-. Te pido que vengas a mi casa, porque toda mi familia quiere conocerte y darte las gracias por tu amabilidad. Hay tres cosas que fortalecen una amistad: la primera es fiarse uno del otro, la segunda es comer juntos, y la tercera conocer sus parientes y su lugar. ¿Qué me dices?
-A mí también me cuesta mucho estar lejos de ti, contestó el simio. Tu amistad me es tan valiosa que estoy dispuesto a ir contigo donde tú me digas. Pero temo que no puedo aceptar tu invitación. ¿Cómo puedo ir a tu casa si no sé nadar?
-Si no te importa, yo te llevaré sobre mi espalda.
El anciano mono se dejó seducir. Subió a la espalda de la tortuga y entraron en el mar. Cuando habían cruzado la mitad del camino, la tortuga se detuvo para pensar, " Es muy feo lo que estoy haciendo. Nada en el mundo se merece que por ello se traicione una amistad". El mono se dio cuenta de su indecisión, y la sospecha dominó su corazón. Sin demostrar su perturbación dijo:
-¿Qué te pasa, amigo? ¿Qué te preocupa?
-No debo ocultarte la verdad. Mi mujer ésta muy enferma y los médicos han dicho que la única medicina que la puede curar es el corazón de mono, respondió la tortuga.
El viejo rey enseguida se dio cuenta del peligro que le amenazaba.
¡Cómo he podido ser tan ingenuo y meterme en este lío, siendo tan viejo!, pensó, pero guardó la calma.
-¿Por qué no me lo dijiste antes? -preguntó-, Así habría traído mi corazón conmigo.
-¿Quieres decir que no lo llevas dentro de tu cuerpo?, preguntó sorprendida la tortuga.
-¡Claro que no! ¿No sabías que nosotros los monos dejamos nuestros corazones en casa cuando viajamos? -dijo el viejo riendo-. Pero si realmente lo necesitas, volvamos, y con mucho gusto te lo daré. Al fin y al cabo somos amigos, ¿no?
La tortuga se alegró muchísimo. Inmediatamente dieron marcha atrás en dirección al árbol donde el mono habitaba. En el momento que llegaron, el rey de los monos saltó a tierra y se agarró a la primera rama que pudo alcanzar. Luego, se puso cómodo y empezó a arrancar higos como si nada hubiera ocurrido.
La tortuga, impaciente, empezó a perder los nervios:
-De prisa, amigo. Coge tu corazón y vámonos.
Pero el viejo rey le contestó:
-¿Me has tomado por un imbécil como tú mismo o qué? ¿Por qué debo recoger mi corazón, si lo llevo dentro de mi cuerpo como todo el mundo?
Puedes estar seguro de que yo nunca más volveré a cruzar el mar con un amigo como tú.
Así, la tortuga regresó con su familia, perdiendo el corazón del mono y su amistad.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Es una historia que merece ser recordada siempre. La verdad es que la traición de la tortuga carece de importancia; lo único que veo es que ha demostrado su ingenuidad por dejar al mono escapar de tal modo.
-No, Majestad. La traición es un acto vil; pero, por su parte, la ingenuidad puede no tener límite. ¿Os acordáis de la fábula del burro sin seso?, contestó el anciano.
¿De qué burro habláis?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
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Os deseo un feliz día, gracias por estar ahí y nos vemos pronto, disfrutad de los buenos momentos el universo nos regala. Un abrazo.
martes, 27 de junio de 2017
UNA FRASE PARA LA SEMANA.
TODOS LOS SERES VIVOS,
EXCEPTO EL HOMBRE,
SABEN QUE LA PRINCIPAL TAREA EN LA VIDA
CONSISTE EN DISFRUTAR DE ELLA.
******
Muy buenos días y bienvenidos, gracias por estar ahí.
EXCEPTO EL HOMBRE,
SABEN QUE LA PRINCIPAL TAREA EN LA VIDA
CONSISTE EN DISFRUTAR DE ELLA.
******
Muy buenos días y bienvenidos, gracias por estar ahí.
miércoles, 21 de junio de 2017
UNA ORACIÓN PARA LA SEMANA. por "Anthony de Mello"
Un anciano solía permanecer inmóvil durante horas en la iglesia. Un día, un sacerdote le preguntó de qué le hablaba Dios.
"Dios no habla. Sólo escucha", fue su respuesta.
"Bien...¿ y de qué le habla usted a Dios?"
" Yo tampoco hablo. Sólo escucho".
Las cuatro frases de la oración:
Yo hablo, tú escuchas.
Tú hablas, yo escucho.
Nadie habla. Los dos escuchamos.
Nadie habla y nadie escucha: Silencio.
******
El emperador mogol Akbar salió un día al bosque a cazar. Cuando llegó la hora de la oración de la tarde, desmontó de su caballo, tendió su estera en el suelo y se arrodilló para orar, tal y como hacen en todas partes los devotos musulmanes.
Pero, en aquel preciso momento, una campesina, inquieta por la desaparición de su marido, que había salido de casa aquella mañana y no había regresado, pasó por allí como una exhalación, sin reparar en la presencia del arrodillado emperador, y tropezó con él, rodando por el suelo; pero se levantó y, sin pedir ningún tipo de disculpas, siguió corriendo hacia el interior del bosque.
Akbar se sintió irritado por aquella interrupción, pero, como era un buen musulmán, observó la regla de no hablar con nadie durante el "namaaz".
Más tarde, justamente cuando él acababa su oración, volvió a pasar por allí la mujer, esta vez alegre y acompañada de su marido, al que había conseguido encontrar. Al ver al emperador y a su séquito, ella se sorprendió y se llenó de miedo. Entonces Akbar dio rienda suelta a su enojo contra ella y le gritó:
"¡Explícame ahora mismo tu irrespetuoso comportamiento si no quieres que te castigue!"
Entonces la mujer perdió de pronto el miedo, miró fijamente a los ojos al emperador y le dijo:
"Majestad, iba tan absorta pensando en mi marido que no os vi, ni siquiera cuando, como decís, tropecé con vos. Ahora bien, dado que vos estabais en pleno "namaaz", habíais de estar absorto en Alguien infinitamente más valioso que mi marido. ¿Cómo es que reparasteis en mí?
El emperador, avergonzado, no supo qué decir. Más tarde confiaría a sus amigos que una simple campesina, no un experto ni un "mullah", le había enseñado lo que significa la oración.
******
Os deseo un muy buen día y disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. Gracias por estar ahí y hasta muy pronto. Un abrazo.
"Dios no habla. Sólo escucha", fue su respuesta.
"Bien...¿ y de qué le habla usted a Dios?"
" Yo tampoco hablo. Sólo escucho".
Las cuatro frases de la oración:
Yo hablo, tú escuchas.
Tú hablas, yo escucho.
Nadie habla. Los dos escuchamos.
Nadie habla y nadie escucha: Silencio.
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El emperador mogol Akbar salió un día al bosque a cazar. Cuando llegó la hora de la oración de la tarde, desmontó de su caballo, tendió su estera en el suelo y se arrodilló para orar, tal y como hacen en todas partes los devotos musulmanes.
Pero, en aquel preciso momento, una campesina, inquieta por la desaparición de su marido, que había salido de casa aquella mañana y no había regresado, pasó por allí como una exhalación, sin reparar en la presencia del arrodillado emperador, y tropezó con él, rodando por el suelo; pero se levantó y, sin pedir ningún tipo de disculpas, siguió corriendo hacia el interior del bosque.
Akbar se sintió irritado por aquella interrupción, pero, como era un buen musulmán, observó la regla de no hablar con nadie durante el "namaaz".
Más tarde, justamente cuando él acababa su oración, volvió a pasar por allí la mujer, esta vez alegre y acompañada de su marido, al que había conseguido encontrar. Al ver al emperador y a su séquito, ella se sorprendió y se llenó de miedo. Entonces Akbar dio rienda suelta a su enojo contra ella y le gritó:
"¡Explícame ahora mismo tu irrespetuoso comportamiento si no quieres que te castigue!"
Entonces la mujer perdió de pronto el miedo, miró fijamente a los ojos al emperador y le dijo:
"Majestad, iba tan absorta pensando en mi marido que no os vi, ni siquiera cuando, como decís, tropecé con vos. Ahora bien, dado que vos estabais en pleno "namaaz", habíais de estar absorto en Alguien infinitamente más valioso que mi marido. ¿Cómo es que reparasteis en mí?
El emperador, avergonzado, no supo qué decir. Más tarde confiaría a sus amigos que una simple campesina, no un experto ni un "mullah", le había enseñado lo que significa la oración.
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Os deseo un muy buen día y disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. Gracias por estar ahí y hasta muy pronto. Un abrazo.
sábado, 17 de junio de 2017
AUTOLIBERACIÓN INTERIOR. POR " Anthony de Mello"
VIOLENCIA CULTURAL
Nos aburrimos por la memoria, cuando ésta está contaminada por la emoción, pues si olvidásemos por completo lo anterior con sus emociones, todo nos parecería nuevo. Lo que ocurre es que solemos petrificar las emociones en la memoria. La realidad es que todo cambia continuamente, y si pudiéramos verlo así, todo nos sorprendería por su novedad.
Cuando hacemos favores, si los hiciéramos sin llevar cuenta, no esperaríamos luego agradecimiento, pero llevamos cuenta y luego nos hacemos la ilusión de que lo hemos hecho por altruismo. Si cuando haces algo por otro, lo haces a gusto y eres feliz haciéndolo, ¿ por qué esperas entonces correspondencia?
El amor desinteresado, ¿existe? Y, sin embargo, es el único al que se puede dar el nombre de amor. ¿Quién quiere ser objeto de un amor sacrificado? Te gusta que el otro disfrute amándote, y también que disfrute al hacerte un favor. ¿ Entonces por qué cuando eres tú el que ama o hace el favor esperas una compensación? ¿no es bastante la alegría de poder amar y de participar con el otro lo que tienes?
La gratitud es un gancho. Nuestra cultura lo convirtió en una "obligación", y la sociedad de consumo ha montado un gran negocio con ello. "Moyto obrigado", dicen los portugueses, en una definición exacta de lo que ha llegado a ser el agradecimiento. La cultura contamina lo que toca porque es un elemento manipulador.
El niño es otra víctima de la violencia cultural. La cultura dice: "Hay que reformar al niño", con lo que se da por supuesto que el niño es malo, y con la consigna de que hay que "prepararlo para la vida" (¿qué vida?) se le domestica metiéndolo una programación de leyes y reglas de conducta. El niño, precisamente, nace con toda su capacidad despierta para agarrarse a la vida, pues la vida es precisamente la única maestra que no se equivoca y lo educa en libertad.
En la India hay niños de seis años que se ganan el sustento para ellos y sus familiares, y es la vida y la necesidad las que lo han enseñado.
Al niño le hace falta la libertad. "Más vale un barrendero feliz que un juez o un gran político infeliz". Con toda la mejor voluntad del mundo, la gente religiosa es opresora. Lo que suele llamarse "respeto" es una forma respetable del miedo. Hay que darle al niño de 6 años el mismo respeto que al presidente de la nación. La función que haga cada uno no tiene ninguna importancia. Todos somos necesarios. El valor a tener en cuenta es ser feliz y buscar tu sitio en la vida.
******
Una luz más para vuestro día a día, os deseo un muy buen fin de semana, gracias siempre por estar ahí y qué disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. Un abrazo y hasta la semana que viene.
Nos aburrimos por la memoria, cuando ésta está contaminada por la emoción, pues si olvidásemos por completo lo anterior con sus emociones, todo nos parecería nuevo. Lo que ocurre es que solemos petrificar las emociones en la memoria. La realidad es que todo cambia continuamente, y si pudiéramos verlo así, todo nos sorprendería por su novedad.
Cuando hacemos favores, si los hiciéramos sin llevar cuenta, no esperaríamos luego agradecimiento, pero llevamos cuenta y luego nos hacemos la ilusión de que lo hemos hecho por altruismo. Si cuando haces algo por otro, lo haces a gusto y eres feliz haciéndolo, ¿ por qué esperas entonces correspondencia?
El amor desinteresado, ¿existe? Y, sin embargo, es el único al que se puede dar el nombre de amor. ¿Quién quiere ser objeto de un amor sacrificado? Te gusta que el otro disfrute amándote, y también que disfrute al hacerte un favor. ¿ Entonces por qué cuando eres tú el que ama o hace el favor esperas una compensación? ¿no es bastante la alegría de poder amar y de participar con el otro lo que tienes?
La gratitud es un gancho. Nuestra cultura lo convirtió en una "obligación", y la sociedad de consumo ha montado un gran negocio con ello. "Moyto obrigado", dicen los portugueses, en una definición exacta de lo que ha llegado a ser el agradecimiento. La cultura contamina lo que toca porque es un elemento manipulador.
El niño es otra víctima de la violencia cultural. La cultura dice: "Hay que reformar al niño", con lo que se da por supuesto que el niño es malo, y con la consigna de que hay que "prepararlo para la vida" (¿qué vida?) se le domestica metiéndolo una programación de leyes y reglas de conducta. El niño, precisamente, nace con toda su capacidad despierta para agarrarse a la vida, pues la vida es precisamente la única maestra que no se equivoca y lo educa en libertad.
En la India hay niños de seis años que se ganan el sustento para ellos y sus familiares, y es la vida y la necesidad las que lo han enseñado.
Al niño le hace falta la libertad. "Más vale un barrendero feliz que un juez o un gran político infeliz". Con toda la mejor voluntad del mundo, la gente religiosa es opresora. Lo que suele llamarse "respeto" es una forma respetable del miedo. Hay que darle al niño de 6 años el mismo respeto que al presidente de la nación. La función que haga cada uno no tiene ninguna importancia. Todos somos necesarios. El valor a tener en cuenta es ser feliz y buscar tu sitio en la vida.
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Una luz más para vuestro día a día, os deseo un muy buen fin de semana, gracias siempre por estar ahí y qué disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. Un abrazo y hasta la semana que viene.
jueves, 15 de junio de 2017
LOS PAPAGAYOS Y EL ADIESTRADOR DE ÁGUILAS. por "Nazanin Amirian"
La bondad y la maldad las aprendemos de la gente que nos rodea.
Estáis en lo cierto, Majestad, contestó el sabio. Esto ocurre en la fábula de los papagayos y el adiestrador de águilas.
¿A qué adiestrador te refieres?, preguntó el rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
El adiestrador de águilas deseaba seducir a la esposa de su señor, el príncipe y, aunque varias veces lo había intentado, la princesa lo ignoraba. Un día entró en el dormitorio de la soberana y le declaró sus sentimientos. La soberana lo rechazó, y él experimentó una amarga sensación de odio y venganza.
Un mes después en el bosque, el adiestrador capturó dos coloridos papagayos. Los llevó a su casa, los puso en una jaula y les enseño el lenguaje que se hablaba en su región natal y que nadie más en el país de su señor conocía.
En seis meses consiguió que las dos aves pronunciaran todo lo que él les iba enseñando. Un día, en un gesto de cortesía, las regaló a su señor. El príncipe se puso muy contento al ver los graciosos pájaros, y se lo agradeció al adiestrador. El príncipe, a su vez, los regaló a su mujer. A partir de aquel día, las aves pasaban los días en el dormitorio de la princesa, y con sus cantos deleitaban el corazón de la soberana.
Una agradable mañana de primavera, cuando la fragancia de los azahares empapaba el ambiente, el príncipe recibió una delegación de la ciudad nativa del adiestrador. Para que sus invitados pasaran un dulce rato, el príncipe mandó traer a los papagayos. Los invitados, que nunca en la vida habían visto semejantes aves, se quedaron maravillados con sus bellos colores. Su asombro aumentó cuando los papagayos empezaron a hablar.
-Nuestra señora se acuesta con un esclavo, dijo el primer papagayo.
-¡Qué desgracia! ¡Qué desgracia! Si yo contara..., dijo el segundo.
Los invitados, boquiabiertos, bajaron sus cabezas de vergüenza. El príncipe al ver sus caras se alarmó:
-¿Qué pasa, mis queridos invitados? Espero que los pájaros no os hayan ofendido.
Los invitados al principio guardaron silencio, pero el más anciano de todos decidió hablar.
-Entonces, Señor ¿no sabéis realmente lo que los pájaros han dicho?
-Desde luego que no, contestó el príncipe.
-Pero nosotros sí que lo hemos entendido, hablan nuestro idioma.
Para nosotros no es correcto permanecer en una casa donde la señora se acuesta con su esclavo, por lo que os rogamos nos disculpéis y nos permitáis marchar, apreciado príncipe, dijo el anciano.
Los invitados se prepararon para marcharse, y el príncipe estupefacto levantó su brazo para detenerlos:
-Esperad un momento, por favor. Y ordenó que llamaran a la princesa y al adiestrador. La hermosa princesa entró en la sala y se sentó al lado del príncipe. Por su parte, el adiestrador se presentó con un águila en su brazo. El príncipe, dirigiéndose a su esposa le dijo:
Señora, vuestros papagayos os acusan de una cosa tan terrible que me cuesta creerlo. Le contó lo ocurrido, y prosiguió:
-Si es verdad, lo pagaréis con vuestra vida, agregó el príncipe. La princesa necesitó un rato para calmarse y salir de su desconcierto. Tras recuperar la calma, respondió:
-Antes de que vos me juzguéis, mi Señor, preguntad a vuestros invitados si estos papagayos saben algo más de aquel idioma que estas dos pavorosas frases.
Los invitados hicieron lo que les había pedido la princesa. Era evidente que los dos pájaros no sabían más que aquellas dos frases.
-Vos mismo podéis ver, mi Señor, que ellos no pueden hablar, y simplemente repiten lo que alguien les ha enseñado, dijo la princesa.
-Eso no es cierto, los papagayos no saben mentir- dijo el adiestrador-.
Yo puedo confirmar la veracidad de lo que ellos han dicho, porque yo he visto a la princesa con un esclavo. ¡Que me quede ciego si miento!
El adiestrador no acabó de decir la frase, cuando su águila se posó sobre él y con su pico le sacó los ojos. Los invitados pidieron disculpas al príncipe y a su esposa.
-Nos avergonzamos de que ese hombre forme parte de nuestra gente, dijeron mientras se sentaban en la mesa para disfrutar de la cena.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Hay una gran moraleja en esta fábula. A veces la verdad se destapa muy rápido, además uno difícilmente llega a conocer la naturaleza de la gente que le rodea.
-Cierto, Majestad, dijo el anciano. Normalmente uno no sabe quiénes son sus amigos hasta el día que su fidelidad y honestidad se ponen a prueba. Es lo que nos enseña la fábula del mono y la tortuga.
-¿Qué fábula es ésa?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
******
Espero que terminéis muy bien el día, y disfrutéis de los buenos momentos que nos regala el universo, muchas gracias por estar ahí, un abrazo y hasta muy pronto.
Estáis en lo cierto, Majestad, contestó el sabio. Esto ocurre en la fábula de los papagayos y el adiestrador de águilas.
¿A qué adiestrador te refieres?, preguntó el rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
El adiestrador de águilas deseaba seducir a la esposa de su señor, el príncipe y, aunque varias veces lo había intentado, la princesa lo ignoraba. Un día entró en el dormitorio de la soberana y le declaró sus sentimientos. La soberana lo rechazó, y él experimentó una amarga sensación de odio y venganza.
Un mes después en el bosque, el adiestrador capturó dos coloridos papagayos. Los llevó a su casa, los puso en una jaula y les enseño el lenguaje que se hablaba en su región natal y que nadie más en el país de su señor conocía.
En seis meses consiguió que las dos aves pronunciaran todo lo que él les iba enseñando. Un día, en un gesto de cortesía, las regaló a su señor. El príncipe se puso muy contento al ver los graciosos pájaros, y se lo agradeció al adiestrador. El príncipe, a su vez, los regaló a su mujer. A partir de aquel día, las aves pasaban los días en el dormitorio de la princesa, y con sus cantos deleitaban el corazón de la soberana.
Una agradable mañana de primavera, cuando la fragancia de los azahares empapaba el ambiente, el príncipe recibió una delegación de la ciudad nativa del adiestrador. Para que sus invitados pasaran un dulce rato, el príncipe mandó traer a los papagayos. Los invitados, que nunca en la vida habían visto semejantes aves, se quedaron maravillados con sus bellos colores. Su asombro aumentó cuando los papagayos empezaron a hablar.
-Nuestra señora se acuesta con un esclavo, dijo el primer papagayo.
-¡Qué desgracia! ¡Qué desgracia! Si yo contara..., dijo el segundo.
Los invitados, boquiabiertos, bajaron sus cabezas de vergüenza. El príncipe al ver sus caras se alarmó:
-¿Qué pasa, mis queridos invitados? Espero que los pájaros no os hayan ofendido.
Los invitados al principio guardaron silencio, pero el más anciano de todos decidió hablar.
-Entonces, Señor ¿no sabéis realmente lo que los pájaros han dicho?
-Desde luego que no, contestó el príncipe.
-Pero nosotros sí que lo hemos entendido, hablan nuestro idioma.
Para nosotros no es correcto permanecer en una casa donde la señora se acuesta con su esclavo, por lo que os rogamos nos disculpéis y nos permitáis marchar, apreciado príncipe, dijo el anciano.
Los invitados se prepararon para marcharse, y el príncipe estupefacto levantó su brazo para detenerlos:
-Esperad un momento, por favor. Y ordenó que llamaran a la princesa y al adiestrador. La hermosa princesa entró en la sala y se sentó al lado del príncipe. Por su parte, el adiestrador se presentó con un águila en su brazo. El príncipe, dirigiéndose a su esposa le dijo:
Señora, vuestros papagayos os acusan de una cosa tan terrible que me cuesta creerlo. Le contó lo ocurrido, y prosiguió:
-Si es verdad, lo pagaréis con vuestra vida, agregó el príncipe. La princesa necesitó un rato para calmarse y salir de su desconcierto. Tras recuperar la calma, respondió:
-Antes de que vos me juzguéis, mi Señor, preguntad a vuestros invitados si estos papagayos saben algo más de aquel idioma que estas dos pavorosas frases.
Los invitados hicieron lo que les había pedido la princesa. Era evidente que los dos pájaros no sabían más que aquellas dos frases.
-Vos mismo podéis ver, mi Señor, que ellos no pueden hablar, y simplemente repiten lo que alguien les ha enseñado, dijo la princesa.
-Eso no es cierto, los papagayos no saben mentir- dijo el adiestrador-.
Yo puedo confirmar la veracidad de lo que ellos han dicho, porque yo he visto a la princesa con un esclavo. ¡Que me quede ciego si miento!
El adiestrador no acabó de decir la frase, cuando su águila se posó sobre él y con su pico le sacó los ojos. Los invitados pidieron disculpas al príncipe y a su esposa.
-Nos avergonzamos de que ese hombre forme parte de nuestra gente, dijeron mientras se sentaban en la mesa para disfrutar de la cena.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Hay una gran moraleja en esta fábula. A veces la verdad se destapa muy rápido, además uno difícilmente llega a conocer la naturaleza de la gente que le rodea.
-Cierto, Majestad, dijo el anciano. Normalmente uno no sabe quiénes son sus amigos hasta el día que su fidelidad y honestidad se ponen a prueba. Es lo que nos enseña la fábula del mono y la tortuga.
-¿Qué fábula es ésa?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
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Espero que terminéis muy bien el día, y disfrutéis de los buenos momentos que nos regala el universo, muchas gracias por estar ahí, un abrazo y hasta muy pronto.
martes, 13 de junio de 2017
LA VOZ DEL ANGEL. por "Deepak Chopra"
Una sola clase de persona será de gran utilidad para nosotros en el futuro cercano: Los que saben quiénes son. ¿Lo sabes tú? Se me permite avanzar con suma lentitud hacia el interior de tu mente; allí veo tanto la luz como la oscuridad. Los que saben quiénes son tienen más luz. Es su claridad y nuestra esperanza. En la conciencia está la salvación del mundo, y sin embargo no se nos permite cambiar vuestra conciencia.
Hasta ahora.
Dios no siente pena, pero puede sentir vuestra pena. Y entonces su amor lo lleva a producir cambios.
No está dispuesto a cambiar toda su creación para salvaros. Ha decidido no forzaros, porque una de las cosas que más le gusta de vosotros es el libre alberdrío. Tampoco llevará la oscuridad a los límites exteriores de la creación, aunque podría hacerlo con facilidad, porque el único cosmos que conocéis y aceptáis está hecho de luz y oscuridad, el bien y el mal, juntos. Para ver la belleza en la luz, aquélla debe hacer una sombra.
¿Qué deja esto? Dios ha decidido usar el medio más poderoso a su disposición: Va a despertaros. Esta manera le complace porque es la manera del amor, la manera más bondadosa. Cuando Él dio con este plan, la hueste angelical lo supo en forma instantánea, pero me veo obligado a hablar de modo que vosotros lo comprendáis.
Dios no reconoce el paso del tiempo, de manera que no podemos decir verdaderamente que Él vio un problema y pensó una solución. No, la verdad es más bien otra: cuando llegasteis al punto en que empezasteis a olvidar quiénes sois, también olvidasteis la verdadera naturaleza de Dios. Os quedaron sólo trozos y fragmentos. A medida que éstos se volvían más pequeños y vosotros olvidabais incluso eso, había apenas pasajeros momentos de muerte, y en la vida de cada persona unas pocas vislumbres de lo divino.
El resto era vacío.
Vosotros clamabais en este vacío y nadie os respondía.
Dios no puede responderos porque está en todas partes. Esto significa que no puede apartarse de vosotros. Para Él no hay distancia a cubrir. Vosotros lo llamáis y vuestras palabras ya son Dios, vuestros pensamientos son Dios, vuestro sufrimiento, dolor, dicha, esperanza, desesperación y victoria, todos son Dios. ¿Qué establece la diferencia entre un mundo que no es nada sino Dios y un mundo que no es nada? Sólo vosotros.
Por lo tanto el poder de Dios para cambiar el mundo depende de vuestra voluntad. Si empleáis vuestra voluntad para despertar, entonces Dios estará en todas partes.
Veréis que Él nunca os ha abandonado. Si volvéis vuestra voluntad contra la luz, Dios continuará ausente, un vacío bañado en mil leyendas gastadas.
Aunque decidáis contaros entre los despertados, no podéis hacerlo todos al mismo tiempo. El proceso os mataría, Dios puede iluminaros en treinta días, pero se necesitarían treinta hombres para contenerlos. Los ángeles podrían volverse visibles a vosotros en este instante, pero la visión sería peor que la ceguera.
De modo que hemos meditado en diversas maneras de daros una vislumbre. Y se nos han ocurrido algunas nuevas. Ahora veremos si funcionan.
******
Siempre gracias por estar ahí y qué disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala, feliz día y un fuerte abrazo. ¡Hasta pronto!.
Hasta ahora.
Dios no siente pena, pero puede sentir vuestra pena. Y entonces su amor lo lleva a producir cambios.
No está dispuesto a cambiar toda su creación para salvaros. Ha decidido no forzaros, porque una de las cosas que más le gusta de vosotros es el libre alberdrío. Tampoco llevará la oscuridad a los límites exteriores de la creación, aunque podría hacerlo con facilidad, porque el único cosmos que conocéis y aceptáis está hecho de luz y oscuridad, el bien y el mal, juntos. Para ver la belleza en la luz, aquélla debe hacer una sombra.
¿Qué deja esto? Dios ha decidido usar el medio más poderoso a su disposición: Va a despertaros. Esta manera le complace porque es la manera del amor, la manera más bondadosa. Cuando Él dio con este plan, la hueste angelical lo supo en forma instantánea, pero me veo obligado a hablar de modo que vosotros lo comprendáis.
Dios no reconoce el paso del tiempo, de manera que no podemos decir verdaderamente que Él vio un problema y pensó una solución. No, la verdad es más bien otra: cuando llegasteis al punto en que empezasteis a olvidar quiénes sois, también olvidasteis la verdadera naturaleza de Dios. Os quedaron sólo trozos y fragmentos. A medida que éstos se volvían más pequeños y vosotros olvidabais incluso eso, había apenas pasajeros momentos de muerte, y en la vida de cada persona unas pocas vislumbres de lo divino.
El resto era vacío.
Vosotros clamabais en este vacío y nadie os respondía.
Dios no puede responderos porque está en todas partes. Esto significa que no puede apartarse de vosotros. Para Él no hay distancia a cubrir. Vosotros lo llamáis y vuestras palabras ya son Dios, vuestros pensamientos son Dios, vuestro sufrimiento, dolor, dicha, esperanza, desesperación y victoria, todos son Dios. ¿Qué establece la diferencia entre un mundo que no es nada sino Dios y un mundo que no es nada? Sólo vosotros.
Por lo tanto el poder de Dios para cambiar el mundo depende de vuestra voluntad. Si empleáis vuestra voluntad para despertar, entonces Dios estará en todas partes.
Veréis que Él nunca os ha abandonado. Si volvéis vuestra voluntad contra la luz, Dios continuará ausente, un vacío bañado en mil leyendas gastadas.
Aunque decidáis contaros entre los despertados, no podéis hacerlo todos al mismo tiempo. El proceso os mataría, Dios puede iluminaros en treinta días, pero se necesitarían treinta hombres para contenerlos. Los ángeles podrían volverse visibles a vosotros en este instante, pero la visión sería peor que la ceguera.
De modo que hemos meditado en diversas maneras de daros una vislumbre. Y se nos han ocurrido algunas nuevas. Ahora veremos si funcionan.
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Siempre gracias por estar ahí y qué disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala, feliz día y un fuerte abrazo. ¡Hasta pronto!.
UNA ORACIÓN PARA LA SEMANA. por "Anthony de Mello"
Sobre rezos y rezadores:
La abuela: ¿Ya rezas tus oraciones cada noche?
El nieto: ¡Por supuesto!
¿Y por las mañanas?
"No. Durante el día no tengo miedo".
******
Una piadosa anciana, al acabar la guerra: "Dios ha sido muy bueno con nosotros: hemos rezado sin parar...¡y todas las bombas han caído en la otra parte de la ciudad!"
******
La persecución de los judíos por parte de Hitler se había hecho tan insoportable que dos de ellos decidieron asesinarlo, para lo cual se apostaron armados en un lugar por el que sabían que debía pasar el Führer. Pero éste se retrasaba, y Samuel se temió lo peor: "Joshua", le dijo al otro, "reza para que no le haya pasado nada..."
******
Aquel matrimonio había tomado la costumbre de invitar todos los años a su piadosa tía a hacer con ellos una excursión. Pero aquel año se habían olvidado de invitarla. Cuando lo hicieron, ya a última hora, ella les dijo: "Ya es demasiado tarde. He estado rezando para que llueva".
******
Un sacerdote estaba observando a una mujer que se encontraba sentada, con la cabeza hundida entre sus manos, en un banco de la iglesia vacía.
Pasó una hora...Pasaron dos horas...y allí seguía.
Pensando que se trataría de un alma afligida y deseosa de que le ayudaran, el sacerdote se acercó a la mujer y le dijo:
¿Puedo ayudarla en algo?
"No, Padre, muchas gracias", respondió ella. "He estado recibiendo toda la ayuda que necesitaba..."
"¡...hasta que usted me ha interrumpido!".
******
Muy buenos días, gracias por estar ahí y os deseo un buen día.
La abuela: ¿Ya rezas tus oraciones cada noche?
El nieto: ¡Por supuesto!
¿Y por las mañanas?
"No. Durante el día no tengo miedo".
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Una piadosa anciana, al acabar la guerra: "Dios ha sido muy bueno con nosotros: hemos rezado sin parar...¡y todas las bombas han caído en la otra parte de la ciudad!"
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La persecución de los judíos por parte de Hitler se había hecho tan insoportable que dos de ellos decidieron asesinarlo, para lo cual se apostaron armados en un lugar por el que sabían que debía pasar el Führer. Pero éste se retrasaba, y Samuel se temió lo peor: "Joshua", le dijo al otro, "reza para que no le haya pasado nada..."
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Aquel matrimonio había tomado la costumbre de invitar todos los años a su piadosa tía a hacer con ellos una excursión. Pero aquel año se habían olvidado de invitarla. Cuando lo hicieron, ya a última hora, ella les dijo: "Ya es demasiado tarde. He estado rezando para que llueva".
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Un sacerdote estaba observando a una mujer que se encontraba sentada, con la cabeza hundida entre sus manos, en un banco de la iglesia vacía.
Pasó una hora...Pasaron dos horas...y allí seguía.
Pensando que se trataría de un alma afligida y deseosa de que le ayudaran, el sacerdote se acercó a la mujer y le dijo:
¿Puedo ayudarla en algo?
"No, Padre, muchas gracias", respondió ella. "He estado recibiendo toda la ayuda que necesitaba..."
"¡...hasta que usted me ha interrumpido!".
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Muy buenos días, gracias por estar ahí y os deseo un buen día.
jueves, 8 de junio de 2017
AUTOLIBERACIÓN INTERIOR. POR "Anthony de Mello"
EL DICHOSO NIÑO
El que está en el reino de Dios es el que se ha convertido en un niño, pero bien despierto, sin que lo puedan ahora manipular.
Cada niño lleva a Dios dentro al nacer, pero nuestros esfuerzos para moldearlo hacen que convirtamos a Dios en un demonio. Si ves a un niño verás el egoísmo en forma pura. Sólo es capaz de pensar en sí mismo, pero es natural que sea así. El egoísmo del niño es cosa divina, pues necesita toda su energía concentrada dentro de él. Nosotros intentamos cambiarlo y estropeamos los planes de Dios en él. Estropeamos su espontaneidad introduciendo en él los miedos. El miedo hace al niño mentir y amoldarse para no perder la aprobación de los padres.
Deja al niño ser todo lo egoísta que quiera. El niño sólo piensa en darse placer a sí mismo y, poco a poco, va descubriendo el exterior y, con él, el placer refinado de extender su placer a los otros. Su creatividad se muestra destrozando todo por curiosidad. Les gusta el movimiento y el ruido. El conflicto entra porque no coincide lo que le gusta al niño con lo que les gusta a los padres.
El niño tiene que crecer, poco a poco, descubriendo las cosas por sí mismo y a su tiempo. El niño ha de hartarse primero de chocolate antes que ofrecerlo. Si tú te empeñas en que lo comparta con su hermanito, odiará al hermanito. En realidad, a todos los niveles, lo que llamamos caridad y altruismo no es más que un egoísmo refinado.
Nos damos gusto dando gusto a los demás, porque cada uno se busca a sí mismo. Así somos todos. Le ponemos nombres muy liberales a cosa que no lo son, aunque tengan su explicación y su razón. Tendremos que aprender a llamar las cosas por su nombre para no engañarnos. Cada uno va buscándose a sí mismo, porque si no nos buscamos a nosotros mismos, no podremos salir a los demás.
******
Muy buenos días, gracias de nuevo por estar ahí, espero y deseo qué éste farolillo os alumbre para vuestro caminar en el día a día. Un abrazo.
El que está en el reino de Dios es el que se ha convertido en un niño, pero bien despierto, sin que lo puedan ahora manipular.
Cada niño lleva a Dios dentro al nacer, pero nuestros esfuerzos para moldearlo hacen que convirtamos a Dios en un demonio. Si ves a un niño verás el egoísmo en forma pura. Sólo es capaz de pensar en sí mismo, pero es natural que sea así. El egoísmo del niño es cosa divina, pues necesita toda su energía concentrada dentro de él. Nosotros intentamos cambiarlo y estropeamos los planes de Dios en él. Estropeamos su espontaneidad introduciendo en él los miedos. El miedo hace al niño mentir y amoldarse para no perder la aprobación de los padres.
Deja al niño ser todo lo egoísta que quiera. El niño sólo piensa en darse placer a sí mismo y, poco a poco, va descubriendo el exterior y, con él, el placer refinado de extender su placer a los otros. Su creatividad se muestra destrozando todo por curiosidad. Les gusta el movimiento y el ruido. El conflicto entra porque no coincide lo que le gusta al niño con lo que les gusta a los padres.
El niño tiene que crecer, poco a poco, descubriendo las cosas por sí mismo y a su tiempo. El niño ha de hartarse primero de chocolate antes que ofrecerlo. Si tú te empeñas en que lo comparta con su hermanito, odiará al hermanito. En realidad, a todos los niveles, lo que llamamos caridad y altruismo no es más que un egoísmo refinado.
Nos damos gusto dando gusto a los demás, porque cada uno se busca a sí mismo. Así somos todos. Le ponemos nombres muy liberales a cosa que no lo son, aunque tengan su explicación y su razón. Tendremos que aprender a llamar las cosas por su nombre para no engañarnos. Cada uno va buscándose a sí mismo, porque si no nos buscamos a nosotros mismos, no podremos salir a los demás.
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Muy buenos días, gracias de nuevo por estar ahí, espero y deseo qué éste farolillo os alumbre para vuestro caminar en el día a día. Un abrazo.
domingo, 4 de junio de 2017
LOS DOS PAPAGAYOS. por "Nazanin Amirian".
Es cierto que no debemos confiar a ciegas en alguien que nos puede traicionar. Debo deciros, además, que la educación es muy importante en el comportamiento de cualquier ser. ¿Vos conocéis la historia de los dos papagayos?
-No, no la conozco, respondió el monarca.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
En un precioso día de primavera, mamá papagayo dio a luz a dos polluelos. Cada mañana ella salía a buscar alimentos para sus pequeños. Un día, cuando abandonó el nido, sus hijitos fueron capturados por un despiadado cazador. Uno de los polluelos fue vendido a un pirata, y el otro, a un bondadoso ermitaño. El pirata y el ermitaño vivían en el mismo bosque, y ambos eran muy atentos con los papagayos, y decidieron enseñarles a hablar.
En un mediodía soleado, el rey fue a pasear por el bosque. Se separó de sus compañeros y al regresar perdió el camino. De repente oyó gritar a un papagayo que estaba frente a él:
-¡Maestro!, ¡de prisa! Ha venido un hombre. Está solo, ¡mátalo, mátalo!
El rey se asustó, espoleó a su caballo y, al galope se marchó de allí. Un poco más adelante, oyó a otro papagayo que cantaba:
-¡Maestro!, ¡de prisa! Ha venido un hombre. Está solo. ¡Dale la bienvenida! ¡Dale la bienvenida!
El rey detuvo su caballo. El piadoso ermitaño salió de su cabaña para dar la bienvenida a su noble huésped, ofreciéndole frutas y bebidas, y luego le enseño el camino que conducía a la salida del bosque.
Antes de despedirse de aquel buen hombre, el rey le contó su experiencia acerca de los dos papagayos.
-Dime, hermano, ¿cómo es posible que dos papagayos, exactamente iguales en todos los aspectos, hablen de forma tan opuesta?
-Si vos conocierais sus historias no me lo preguntaríais, respondió el ermitaño.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y le dijo:
-Un relato lúcido. La bondad y la maldad las aprendemos de la gente que nos rodea.
-Estáis en lo cierto, Majestad, contestó el sabio. Esto ocurre en la fábula de los papagayos y el adiestrador de águilas.
-¿A qué adiestrador te refieres?, preguntó el rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
******
La semana que viene os lo cuento, os parece? Disfrutar de los buenos momentos que el Universo nos regala y os mando un abrazo. Feliz Domingo.
-No, no la conozco, respondió el monarca.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
En un precioso día de primavera, mamá papagayo dio a luz a dos polluelos. Cada mañana ella salía a buscar alimentos para sus pequeños. Un día, cuando abandonó el nido, sus hijitos fueron capturados por un despiadado cazador. Uno de los polluelos fue vendido a un pirata, y el otro, a un bondadoso ermitaño. El pirata y el ermitaño vivían en el mismo bosque, y ambos eran muy atentos con los papagayos, y decidieron enseñarles a hablar.
En un mediodía soleado, el rey fue a pasear por el bosque. Se separó de sus compañeros y al regresar perdió el camino. De repente oyó gritar a un papagayo que estaba frente a él:
-¡Maestro!, ¡de prisa! Ha venido un hombre. Está solo, ¡mátalo, mátalo!
El rey se asustó, espoleó a su caballo y, al galope se marchó de allí. Un poco más adelante, oyó a otro papagayo que cantaba:
-¡Maestro!, ¡de prisa! Ha venido un hombre. Está solo. ¡Dale la bienvenida! ¡Dale la bienvenida!
El rey detuvo su caballo. El piadoso ermitaño salió de su cabaña para dar la bienvenida a su noble huésped, ofreciéndole frutas y bebidas, y luego le enseño el camino que conducía a la salida del bosque.
Antes de despedirse de aquel buen hombre, el rey le contó su experiencia acerca de los dos papagayos.
-Dime, hermano, ¿cómo es posible que dos papagayos, exactamente iguales en todos los aspectos, hablen de forma tan opuesta?
-Si vos conocierais sus historias no me lo preguntaríais, respondió el ermitaño.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y le dijo:
-Un relato lúcido. La bondad y la maldad las aprendemos de la gente que nos rodea.
-Estáis en lo cierto, Majestad, contestó el sabio. Esto ocurre en la fábula de los papagayos y el adiestrador de águilas.
-¿A qué adiestrador te refieres?, preguntó el rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
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La semana que viene os lo cuento, os parece? Disfrutar de los buenos momentos que el Universo nos regala y os mando un abrazo. Feliz Domingo.
LA VOZ DEL ANGEL. por "Deepak Chopra"
Probando...probando...
No tengo certeza de cuánto de esto está saliendo.
Tratamos de atravesar el humo y la niebla que os rodean.
Les asombraría saber qué denso es. Tenemos suerte de encontrar una pista de aterrizaje.
Hablo como "nosotros" porque para nosotros no hay "yo". Eso forma parte del problema:
hablar de "nosotros" no puede evitarse, pero vosotros no nos recibís. Estáis costumbrados a los pequeños mensajes de "yo" a "yo". Este problema se ha pensado durante millones de vuestros años.
Se han concebido muchas formas nuevas de llegar. Hemos permanecido ante vosotros y nos hemos puesto alas y resplandecido de luz y hasta viajado al interior de vuestra mente.
Estas condiciones son extrañas para nosotros, pues Dios no reconoce un adentro o un afuera. Para Él, vosotros sois tan transparentes como el cristal. También nosotros, los ángeles, os miramos y vemos a través de vosotros. Para nosotros es muy extraño que vosotros apenas podáis soportar miraros.
Vosotros nos llamáis "los mensajeros". Nosotros nos denominamos "los observadores".
Ahora, mientras observamos, queremos ayudaros, pero vosotros nos habéis olvidado hace mucho tiempo.
Nuestra manera de hacer no consiste en maravillaros. Aunque no somos invisibles, bien podríamos serlo.
Tan temerosos de veros vosotros mismos, ¿cuánto más aterrador os sentiríais de vernos?
De modo que no lo hacéis. Os da vergüenza que os observen, y sin embargo lo ansiais. Como un niño que se siente querido porque lo miran los ojos de su madre, sólo os sentiréis amados cuando los ojos de Dios puedan posarse en vosotros.
Ahora ya conocéis el problema. La cuestión es: ¿quién nos ayudará a encontrar la solución?.
******
Muy buenos días y feliz Domingo tengáis. Muchas gracias por estar ahí y que de alguna manera los mensajes nos lleguen y podamos ir creciendo en mente y espíritu. Un abrazo.
No tengo certeza de cuánto de esto está saliendo.
Tratamos de atravesar el humo y la niebla que os rodean.
Les asombraría saber qué denso es. Tenemos suerte de encontrar una pista de aterrizaje.
Hablo como "nosotros" porque para nosotros no hay "yo". Eso forma parte del problema:
hablar de "nosotros" no puede evitarse, pero vosotros no nos recibís. Estáis costumbrados a los pequeños mensajes de "yo" a "yo". Este problema se ha pensado durante millones de vuestros años.
Se han concebido muchas formas nuevas de llegar. Hemos permanecido ante vosotros y nos hemos puesto alas y resplandecido de luz y hasta viajado al interior de vuestra mente.
Estas condiciones son extrañas para nosotros, pues Dios no reconoce un adentro o un afuera. Para Él, vosotros sois tan transparentes como el cristal. También nosotros, los ángeles, os miramos y vemos a través de vosotros. Para nosotros es muy extraño que vosotros apenas podáis soportar miraros.
Vosotros nos llamáis "los mensajeros". Nosotros nos denominamos "los observadores".
Ahora, mientras observamos, queremos ayudaros, pero vosotros nos habéis olvidado hace mucho tiempo.
Nuestra manera de hacer no consiste en maravillaros. Aunque no somos invisibles, bien podríamos serlo.
Tan temerosos de veros vosotros mismos, ¿cuánto más aterrador os sentiríais de vernos?
De modo que no lo hacéis. Os da vergüenza que os observen, y sin embargo lo ansiais. Como un niño que se siente querido porque lo miran los ojos de su madre, sólo os sentiréis amados cuando los ojos de Dios puedan posarse en vosotros.
Ahora ya conocéis el problema. La cuestión es: ¿quién nos ayudará a encontrar la solución?.
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Muy buenos días y feliz Domingo tengáis. Muchas gracias por estar ahí y que de alguna manera los mensajes nos lleguen y podamos ir creciendo en mente y espíritu. Un abrazo.
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