Hace ya mucho tiempo alguien dijo:
Los cuentos contienen la magia de presentarnos un pasado remoto como si fuera reciente, cercano. Y esa magia lo es todo: es el deseo del niño por conocer el mundo, de saber cómo está organizado. Para el joven es la posibilidad de acomodar su fantasía a unos personajes que se comportan como a él le gustaría actuar si todo fuera de otra manera. Es finalmente, para el adulto, una posibilidad de recrear su pasado, de reencontrar los engranajes que descubrió de niño y de reconocer ese camino hacía la sabiduría y la belleza tantas veces olvidadas durante el quehacer diario.
Una de las cosas que sorprenden más de los cuentos es su gran uniformidad a través de los años y de las diferentes tradiciones de las que han ido bebiendo y enriqueciéndose. Así lo atestiguan documentos antiquísimos, como las tablillas descubiertas en Mesopotamía, los papiros del Antiguo Egipto o los textos sánscritos del Panchatantra, con los que se educaba a los jóvenes nobles hindúes.
Los cuentos nacieron ahí, en esas culturas ancestrales que precedieron a las actuales. Pero antes de llegar a nuestros días, los cuentos han recorrido todas las demás culturas que nos preceden: árabe, céltica, helénica, eslava, nórdica...y, a pesar de los años y de las influencias, han conservado un esquema común y antiguo, que es sólo el arquetipo de la conducta universal del hombre.
En la mayoría de los casos, excepto algunos claramente literarios, han sido transmitidos oralmente como camino de conocimiento para los niños. Y son éstos quienes saben descubrir mejor esos arquetipos universales entre héroes, situaciones y aventuras. Los niños, los mejores receptores de cuentos, descubren las intrigas y los problemas que cada narración plantea a sus protagonistas, hasta llegar a una tensión a veces insospechada para los que la narramos en voz alta e intentamos hacer cambios no permitidos. Ésta es, quizás, la causa de que a través de años y culturas, los cuentos no hayan sido apenas modificados.
Otra cualidad esencial de los cuentos es que no dirigen su mensaje directamente a la razón o a la lógica. Penetran en la inteligencia y en la sabiduría por los recovecos de la fantasía y la imaginación, se comportan como puertas de entrada y salida a la irrealidad. Puertas que se abren a un mundo fantástico mediante construcciones universales como: "Érase una vez..."y que se cierran para volver a la realidad con un "Colorín, colorado, este cuento se ha acabado".
La necesidad de cambio, junto con la búsqueda de la sabiduría y la inmortalidad, son las constantes más relevantes de estos relatos, en los que los protagonistas, héroes humanos (caballeros, princesas, reyes, campesinos, labradores, artesanos, comerciantes...) o elementales ( gnomos,trolls, elfos,gigantes, brujas, ogros, dragones, genios...) logran por fin despertar y transformarse tras múltiples esfuerzos y correr toda clase de aventuras.
Reiterando el objetivo de rasgar en lo posible los velos que diluyen la luz de la verdad, intentaremos atrapar alguna porción de la magia encerrada en estas narraciones. Una experiencia universal, atrapada entre las palabras, que aparecerá ante nuestros ojos generadora de sentimientos y sensaciones extraordinarias y de alguna manera, reveladora de conocimiento para las zonas dormidas de nuestro cada vez más débil yo...
Os deseo una muy buena semana, y que vuestros sueños os acompañen siempre, Gracias.
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