La vida siempre envía a alguien para que se ocupe de establecer la justicia. Incluso estando solo en medio de un desierto, como ocurrió a aquel piadoso hombre de la fábula.
-Y, ¿qué le pasó?
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
Un hombre piadoso salió del templo para peregrinar por el mundo. Aún no se había alejado mucho del santo lugar cuando de pronto fue atacado por unos ladrones.
El ermitaño, sorprendido exclamó:
-¿Qué queréis de un viejo como yo, buena gente? Yo no llevo nada más que un poco de comida. Si queréis, cogedla y dejadme ir para que pueda terminar mi peregrinaje.
Pero los ladrones se mostraron sordos a las súplicas del hombre y no conocían el sentido de la clemencia. Le despojaron de sus ropas, y sacaron sus espadas para matarlo. El ermitaño levantó sus ojos al cielo y vio unas cigüeñas volando:
-Escuchadme, vosotras, cigüeñas, -dijo el peregrino llorando- vosotras sois testigos de mi muerte y sé que la vengaréis.
Los ladrones asesinos se echaron a reír:
¿Qué tonterías estás diciendo, viejo? ¿Cuándo habéis visto que unas cigüeñas vengaran a alguien?
Pero el hombre de fe respondió con convicción:
Cuando llegue el momento, así se hará. Y fue asesinado.
La noticia de la terrible muerte del ermitaño llegó muy pronto a su ciudad natal. La gente se puso a buscar a los criminales, quienes, una vez acabaron con la vida del religioso, abandonaron el lugar.
En aquella ciudad se solía celebrar cada verano una feria. Los asesinos se enteraron del festejo y decidieron rondar por allí para ver si podían robar algo. Ese día de repente, una bandada de cigüeñas bajo del cielo, y empezó a volar sobre las cabezas de los forasteros. Uno de ellos, dijo con tono de burla:
-Quizá han venido para vengar la muerte del peregrino.
Unos vecinos, que estaban cerca de ellos, se sorprendieron de cómo esos desconocidos sabían de la muerte del ermitaño. Llamaron al guardia y éste los llevó ante el juez, y por las evidencias, no tuvieron otro remedio que confesar su crimen. Los ladrones fueron ajusticiados. Las cigüeñas realmente vengaron la muerte del ermitaño.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Es un relato esperanzador para los corazones piadosos. El castigo es la sombra del delito.
-Bien dicho, Majestad, contestó el anciano. También reciben castigo los que se entrometen en los asuntos que no comprenden. Eso es lo que le sucedió al mono de la fábula.
¿Qué mono?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
******
Qué sea siempre una luz para vuestro día a día, os deseo una muy buena semana y que disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. Un abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario