domingo, 5 de noviembre de 2017

EL GATO Y EL RATÓN. por " Nazanin Amirian".

      Tener un tonto como amigo es como poner un cuchillo en las manos de un niño.
       -Es cierto, Majestad, dijo el anciano. Sin duda es preferible un enemigo sabio a un amigo necio, como podéis ver en la fábula del gato y el ratón.
      -¿Qué fábula es esa?, preguntó el joven rey.
    El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.

      En el cepo de un enorme árbol, una lechuza construyó su nido. En un hueco de este mismo árbol anidaba una comadreja. Entre la raíces del árbol, un gato salvaje hacía guardia y debajo, cerca de la colina, vivía un ratón.
      Los cazadores conocían aquel árbol y a menudo iban allí para tender sus trampas. Una noche, el gato, cuando se acercaba al árbol para ver si podía por fin, atrapar al ratón, cayó dentro de una trampa. Por la mañana, cuando el ratón salió como todos los días en busca de alimento y vio aquella escena, empezó a dar saltos de alegría, puesto que el gato era su peor enemigo. Pero, su alegría no duró mucho tiempo. De repente, se dio cuenta de que él también estaba atrapado. Desde el cepo, la lechuza miraba fijamente, mientras un búho, desde otro lado, se preparaba para saltar sobre él.
      El ratón se acuclilló y pensó: "Si sigo adelante, el búho me va a coger; si regreso hacía atrás me raptará la lechuza. Sólo me queda una solución: hacer las paces con el gato y llegar a un pacto de mutua ayuda, así podré salvarme". Con esta idea y con paso firme, se acercó al gato atrapado:
      ¿Qué tal lo estás pasando, amigo?
       -Como ves, bastante mal, para tu alegría, contestó el gato.
    Pero el ratón lejos de sentir alegría en esos momentos, en tono conciliador le dijo:
      -No, estas equivocado. La verdad es que en cualquier otro momento me hubiera alegrado de verte así, pero hoy yo también tengo problemas y quería ofrecerte mi ayuda. Verás, yo te salvaré rompiendo esta trampa pero a cambio, debes prometerme que me protegerás de la lechuza y del búho.
      -Tienes razón, respondió el gato. Ahora necesito tanto tu ayuda como tú la mía. Por tanto no tengas miedo y acércate.
      El ratón se alegró y corrió hacía el gato y éste, emocionado, lo cogió en sus brazos con mucho afecto. Cuando el búho y la lechuza vieron que el gato y el ratón se daban abrazos pensaron que era absurdo esperar y se marcharon.
      El ratón, entretanto, mordía las cuerdas de la trampa. Cuando el peligro paso y el ratón todavía no había terminado de rescatar al gato, su corazón le impedía seguir. El gato lo notó y le dijo:
      -¿Qué pasa, ratón? Cuando tú estabas en peligro eras más rápido y ahora, que mi pellejo está en juego, vas muy lento. ¿Quieres que me muera por tu negligencia?
      No es la negligencia lo que me hace dudar. ¿Sabes, querido gato? Me temo que tú, una vez libre, me persigas. Pero no temas, yo he prometido ayudarte y no te abandonaré, contestó el ratón con franqueza.
      El sol se marchaba y dejaba su lugar a la oscura noche. Pero aún así, se pudo oír la llegada de uno de los cazadores.
      El ratón vio que era el momento de terminar su trabajo, con una rapidez impresionante mordió las últimas cuerdas que quedaban y, con la misma velocidad, corrió en dirección a su agujero antes de que el gato tuviera tiempo de darle las gracias.
      El felino, por su parte, dio un gran salto y se escondió entre los árboles. El cazador encontró su trampa desarmada y vacía.
      Al día siguiente, el ratón cuando salió de su agujero vio de lejos al gato. Se quedó inmóvil. El gato al ver esa actitud con un tono algo molesto le dijo:
      ¿Por qué tienes tanto miedo? Acércate para que te dé las gracias por haberme salvado la vida. Nunca olvidaré lo que hiciste por mí.
      El ratón que era consciente de las limitaciones de su amistad con el gato, contestó:
   -Si uno intuye la enemistad en alguien, aunque su apariencia demuestre la bondad, no debe fiarse. Una amistad verdadera se basa en la confianza, cariño y lealtad; mientras que nuestra amistad se ha basado en la necesidad de un cierto momento, lo que no quiere decir que en otras circunstancias podamos tener intereses comunes. Así que nos debemos despedir aquí, amistosamente, y yo procuraré no cruzar por tu camino.

      Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
       -Es una interesante fábula. Pero dime, ¿cuántos falsos amigos nos esperan en la selva de nuestras vidas?
      Muchos, Majestad, contestó el viejo. La extravagancia, la aversión, la discordia y la desconfianza son nuestros enemigos, como lo demuestra la fábula de la codorniz y la liebre.
      ¿Qué fábula es ésa?, preguntó el joven rey.
    El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.

                                                       ******

      Siempre una luz en el camino, para no perdernos... Gracias siempre por estar ahí, qué paséis un feliz Domingo y disfrutad de los buenos momentos que el universo nos regala. Un abrazo y nos vemos pronto.
       

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