Hay que esquivar la compañía de los falsos, sino podéis ser estafados como el comerciante de la fábula.
-¿De qué fábula se trata?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
Érase una vez un herrero cuyo negocio no iba bien. Así que decidió ir al país vecino para probar suerte y regresar con algo de capital. Antes de marcharse, pensó dejar algunas barras de hierro, que tenía en el almacén, en casa de un viejo amigo para impedir que se perdieran durante su ausencia. Su amigo aceptó guardar el hierro en un local que poseía detrás de su vivienda. El herrero agradeció la amabilidad de su amigo y emprendió el viaje.
Tardó un par de meses en volver a casa. Había ahorrado algo de dinero y en su mente hacía planes para ampliar su negocio. Con un regalo en la mano, acudió a casa de su amigo para saludarle y recoger su hierro. Su amigo al verle, le dio un abrazo de bienvenida y le invitó a tomar té.
-Verás, tengo que explicarte algo que realmente parece increíble -dijo el anfitrión-. Tu hierro ha desaparecido y como la habitación donde lo habíamos guardado estaba cerrada con candado, me temo que han sido las ratas quienes se lo han comido.
-¿Ah, sí?, contestó estupefacto el herrero.
-¡Es cierto! Me han dicho que a las ratas les agrada muy especialmente el sabor del hierro.
-Bueno, no te preocupes. No merece la pena entristecerse por lo ocurrido. Lo importante es que somos gente trabajadora y en poco tiempo podremos recuperar todo lo perdido.
El amigo tramposo al ver esa actitud tan despreocupada, se relajó y le invitó a que se quedara para comer con él y su familia. Pero, el herrero agradeció la amabilidad del anfitrión y dijo que aceptaría encantado su invitación para el día siguiente, y se despidieron.
Claro que nuestro hombre no era nada tonto, En aquellos momentos, mientras escuchaba las tonterías de su ex amigo, pensaba en la forma de recuperar su valioso hierro. Así que, de repente, vio al hijo del amigo embustero jugando en la calle con unos jóvenes. Le llamó aparte, le dio un beso y le pidió que le acompañara a su casa para recoger el regalo que le había traído del extranjero. Una vez en casa, encerró al niño en una habitación, tranquilizándole le hizo creer que se trataba de un juego.
Al día siguiente, los dos hombres se encontraron por la calle y el amigo aprovechado mostraba gran preocupación. El otro al verle tan intranquilo le preguntó:
-¿Qué te pasa, amigo?
-Mi pequeño ha desaparecido y no hay rastro de él -respondió casi llorando-. No sé por dónde buscarle.
¡No me digas!, -respondió el herrero estafado-. Ahora que lo dices, me acuerdo que ayer vi un águila con un niño entre sus garras que volaba hacia aquella montaña, -mientras señalaba con el dedo índice la cima de una de las montañas más altas de la sierra.
-Pero, ¿qué dices?, -contestó el embustero con enfado-. ¿Cómo un águila puede agarrar a un niño de más de 35 kilos de peso y llevárselo? ¡Me estás haciendo una broma muy pesada y podrás suponer que ahora no estoy para bromas!
-¡Tranquilízate hombre! -dijo con buen humor el herrero- en una ciudad donde sus ratas pueden tragarse cien kilos de hierro, ¿qué tiene de extraño que un águila se lleve a un niño de 35 kilos?
El embustero, avergonzado por lo que había hecho, y por haber tomado a su amigo por tonto, le pidió perdón:
-¡Las ratas no se han comido tu hierro. Devuélveme a mi hijo y ven a recoger tu mercancía.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Los amigos pérfidos merecen un buen castigo.
-Sin duda, contestó el anciano. Pero no sólo recibimos daño y perjuicio de los amigos desleales, hay otros males que nos pueden acechar desde cualquier rincón. En la antigüedad ya se decía que el halago es el mal de la razón; la mentira y el engaño, el mal de la generosidad; y una falsa apariencia, el mal de un alma débil. No hay que asustarse de cualquier cosa que tenga un aspecto o sonido llamativo. Majestad, ¿sabéis lo que le pasó al zorro de la fábula?
-¿Qué zorro?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
******
Muy buenos días, siempre daros las gracias por estar ahí, desearos un muy buen día y qué disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. "Mañana continuaremos con el curso de autoliberación interior que nos esta ofreciendo Anthony de Mello" Un abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario