Es justamente lo que pasó al joven ingenuo de la fábula.
-¿Qué joven?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
Éranse dos socios, cuyos nombres eran Ingenuo y Listo, que caminaban por una carretera para dirigirse a la otra aldea y vender sus mercancías cuando, de repente, vieron una bolsa tirada a un lado de la vía. Se acercaron con curiosidad para averiguar lo que contenía. No lo podían creer: estaba llena de monedas de oro. Contentos por tener el futuro solucionado, decidieron regresar a su pueblo.
Antes de llegar a casa, Ingenuo propuso a Listo:
-Será mejor que lo repartamos ahora mismo.
-Yo tengo otra propuesta, contestó Listo, podemos coger algo para cubrir nuestros gastos inmediatos y el resto lo enterramos debajo de este mismo árbol. Más adelante, cuando tengamos la necesidad, venimos juntos y retiramos tantas monedas como queramos. ¿Te parece?
-Sí, es una idea excelente, respondió Ingenuo.
Enterraron la bolsa en un agujero que cavaron. Y volvieron cantando a su pueblo. Esa noche Listo no podía conciliar el sueño, pues tramaba un plan para quedarse con todo el dinero enterrado. De tal modo que se levantó al alba y se dirigió a las afueras de la aldea donde estaba el gran árbol .Robó las monedas restantes, y sin dejar huellas, regresó a su casa.
Pasaron varios meses hasta que un día Ingenuo, que ya se había quedado sin dinero, fue ha visitar a su viejo socio y le dijo:
-Necesito unas cuantas monedas, ¿vamos al árbol?
Listo le contestó que él también necesitaba dinero, y juntos fueron a sacar la bolsa. Pero no encontraron nada en el agujero. Listo puso cara de haber sido traicionado y dijo:
-¿Cómo me has podido hacer esto? ¡Qué pronto la riqueza te ha arrebatado la honestidad!, y antes de que su socio pudiese reaccionar siguió:¡No te salvarás de esto. Vamos ante el juez para que te castigue como te mereces!
Y mientras Listo le empujaba para llevarle ante el magistrado del pueblo, Ingenuo juraba que nunca se le hubiera ocurrido hacer una cosa así. Una vez ante el tribunal, Listo explicó su versión de lo sucedido, y el juez le exigió mostrar pruebas que confirmaran su causa.
Pero no había prueba alguna, ya que fue un acuerdo verbal y sin testigos. De repente, a Listo se le ocurrió una idea:
-¡Señoría! El árbol, bajo el cual escondimos el tesoro, puede testificar y decir la verdad.
El juez, que en su larga carrera nunca había visto un árbol-testigo, sin perder la compostura los citó junto al árbol para resolver el problema.
Al salir del juzgado, Listo corrió a ver a su padre. Le contó la fechoría que había hecho y le pidió su ayuda.
-Si conseguimos convencer al juez, podemos quedarnos con todo el oro, le aseguró.
-¿Y qué debo hacer?, preguntó el padre.
-Verás: el árbol tiene un gran hueco en el tronco y te puedes esconder allí perfectamente. Debes ir esta noche, porque por la mañana el juez y mi socio van a estar allí. Lo único que debes hacer es hablar a mi favor.
El padre se rindió ante la codicia y la perversidad de su hijo.
A la mañana siguiente, casi todos los habitantes de la aldea se congregaron para ver el espectáculo. Una vez allí, el juez preguntó al árbol acerca del tesoro.
-Tú, gran árbol, que has permanecido aquí y que has sido testigo de todo lo ocurrido, dinos ¿quién a robado el tesoro?
-Ingenuo fue quien robó las monedas, dijo el "árbol" con una voz ronca y temblorosa.
El juez, estupefacto, no podía dar crédito a lo que oía. Y como no tenía ni un pelo de tonto, dio una vuelta alrededor del árbol para inspeccionar el tronco,y ¡zas! descubrió un gran hueco en el que podía camuflarse una persona con toda facilidad. Entonces ordenó reunir un montón de ramas secas, las colocó alrededor del hueco del árbol y a continuación les prendió fuego.
El hijo, aunque era listo, no entendió el objetivo del magistrado; hasta que, pasada media hora, se empezaron a oír gritos y toses desde el interior del árbol. El truco del juez había surtido efecto. El viejo salió medio ahogado y cubierto de humo.
Una vez interrogada esa peculiar "alma del árbol", el juez hizo publica su sentencia:
-Ingenuo recibirá la totalidad de las monedas de oro.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Es una fábula muy buena. Pero ¿qué pasa si nuestro enemigo también es un necio?
-Sin duda algo malo, contestó el anciano. De todas formas, hay veces que existen manera sutiles de derrotar al enemigo, como demuestra la fábula de la malvada serpiente.
-¿Qué serpiente?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
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Os deseo un buen comienzo de semana y qué disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. Muchas gracias por estar ahí y un abrazo. Feliz día.
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