Una pareja de andarríos vivía en una preciosa zona costera. Hacía días que la hembra sentía un fuerte dolor en el vientre, sabía que en cualquier momento se convertiría en madre. Así que llamó a su compañero y le dijo:
-Debemos preparar un sitio seguro para nuestros hijitos.
El macho, totalmente relajado, contestó:
-Aquí mismo está bien. Haremos un hueco en la arena y los esconderemos allí. De esta forma, nadie se enterará de su existencia.
-Me parece que no sabes lo que dices, contestó algo enfadada la futura mamá. Aquí, el gran peligro es el mar. Debemos encontrar un lugar seguro, lejos de aquí.
-El mar no se atreverá a hacer daño a nuestros hijos. Es muy sabio y antes de hacer algo tan cruel, mide las consecuencias de su obra. Tú confía en mí y pon los huevos en este hueco que he escarbado.
El tono de voz del macho transmitía tanta seguridad que la hembra aceptó y se posó sobre el hueco y depositó los huevos que había engendrado. Luego, los dos volaron en busca de comida, dejando el nido sin protección.
Por otro lado, el mar que había escuchado el fanfarroneo y la arrogancia del macho, aprovechó la ausencia de la pareja y con sus potentes olas les arrebató los huevos.
Al regresar y ver que los huevos habían desaparecido, la hembra descargó su furia sobre su compañero.
-¿ Has visto cómo el mar ha osado llevarse a nuestros huevos? -Y sollozando continuó: Ahora debemos buscar la manera de recuperarlos.
-No te preocupes, dijo el macho con el mismo tono tranquilo de siempre. Ya verás cómo el mar se verá obligado a devolvernos los huevos.
Y con esta advertencia voló para encontrarse con los reyes y las reinas de los pájaros. Allí contó la desgracia ocurrida y advirtió:
-Si no nos ayudáis, a partir de ahora la osadía del mar aumentará y ninguna de nuestras crías se salvará de sus ataques, y eso significaría nuestra extinción como especie.
Los pájaros, conmovidos por las elocuentes palabras del andarríos, sugirieron acudir a la residencia de Fénix, en la cima de la montaña. Tras exponerle el caso, le hicieron entender que si no tomaba una decisión al respecto, le iban a destituir como rey de las aves.
Fénix, con sus mágicas plumas de fuego, avisó a todos los pájaros de la comarca, formando un gran ejército de voluntarios. Luego se puso al frente de ellos, y ordenó el comienzo del vuelo hacia el mar. Éste, cuando vio que aquellos pájaros ocupaban toda la superficie del cielo, aterrado y en señal de rendición dejó de mover las olas y devolvió a la arena los queridos huevos de los andarríos.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Una bella muestra de solidaridad y de unión.
-Sin duda, Majestad, contestó el anciano. Los amigos deben ayudarse en los momentos difíciles, sin abusar de la confianza y la bondad de éstos, sino les puede suceder lo que ocurrió a la tortuga.
-¿Qué tortuga?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
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Qué disfruteis de los buenos momentos de éste bonito día, gracias por estar ahí y nos vemos muy prontito. Un abrazo.
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