domingo, 16 de octubre de 2016

MARI, LA DAMA DE AMBOTO. "Por, Juan García Atienza".

      Este personaje sobrenatural y buena parte de las leyendas de las que es protagonista formaban ya parte de la mitología vasca desde mucho antes de que el cristianismo se implantara -tardíamente- en Euskadi, hasta el punto de que de él y de su entorno parten muchas otras historias que han venido configurando el entorno específico de la más pura tradición euscaldún. Con numerosas variantes, que abarcan muchos enclaves concretos en los que se le rindió culto y diversos sucesos atribuidos a esta especie de deidad mitológica primitiva, su memoria viva se extiende por todo el territorio vasco, a un lado y al otro de la frontera franco-española; y hasta el mismo cristianismo se ha visto afectado por ella, haciendo que, a menudo, se la confundiera con la figura de la mismísima Virgen María -Andra Mari-, cuyo nombre se ha aprovechado, paganizando a este personaje clave de las creencias cristianas en lugar de cristianizar a su contrafigura pagana.
      Si queremos establecer una especie de continuidad capaz de unir las diversas leyendas que se cuentan en torno a Mari, tendremos que remontarnos a aquella que la describe, en sus orígenes, como una hermosa muchacha, díscola y presumida, que vivía en un caserío cercano al monte Amboto con sus padres y que dejaba discurrir los días muertos dedicada a peinar sus cabellos, olvidándose de todos los trabajos domésticos que le habría tocado realizar. Su madre aguantaba con paciencia aquellos devaneos, pero llegó un día en el que, harta de no poder contar nunca con la colaboración de su hija, se dirigió a ella reprochándole violentamente su falta de voluntad y lo que ella consideraba como muestra palpable de pereza:
      -¡Maldita seas, así te lleve un rayo!
     Apenas pronunció aquellas palabras, la muchacha se transformó en una bola de fuego que subía a toda velocidad hasta la cumbre del monte Amboto. Nunca nadie volvió a saber de la muchacha, pero de aquella cima surgió Mari, identificada unas veces con una ninfa, convertida otras en bola de fuego que atraviesa los cielos en las más diversas circunstancias, dando cuenta y sinrazón de su existencia. En nuestros días, de vez en cuando, los campesinos de aquellos parajes aún la ven pasar de esa guisa saltando de monte en monte hasta llegar al Aralar. También dicen que cambia de rumbo cada siete años y que así va haciendo suyos todos los montes y todas las simas de Euskal-Herría.

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      Dicen que un pastor que llevaba a pastar sus ovejas por las laderas del Amboto la encontró una vez, sin reconocerla, bajo su aspecto habitual de hermosa muchacha que peinaba sus cabellos a la orilla de un arroyo. El pastor se enamoró de ella a primera vista y le propuso casarse con él, lo que la muchacha aceptó, pero con la condición de que nunca la obligase a ir a misa. El amor hizo que el pastor jurase cualquier cosa que le propusieran, pero, pasados los años, y con siete hijos habidos de su unión, sintió un profundo remordimiento, porque los niños tampoco habían hollado la parroquia desde que nacieron. Por eso se dispuso a cumplir como debía con sus obligaciones con la iglesia y hasta pensó en bautizarlos.
      Un domingo, sin decir nada, preparó la carreta, unció los bueyes a ella e invitó a sus hijos a que subieran. Y cuando la esposa le preguntó a dónde iba, el pastor le contestó -Sólo vamos a recoger manzanas. Si quieres, tú también puedes acompañarnos.
      Mari subió a la carreta, se pusieron en marcha y pronto avistaron la cruz que remataba la espadaña de la iglesia. Sólo entonces se dio cuenta la mujer de dónde pretendía conducirla su marido y, antes de que él pudiera impedírselo, se transformó en bola de fuego y gritando:
      -¡Mis hijos al cielo, yo al Muru! (Nê umêk zeruako, ta ni oañ Murivako¡) salió volando por los aires y nunca más se dejó ver por ellos. Pero, desde entonces, se quedó a vivir largo tiempo en una sima de ese monte, el Murumendi, y hay quienes la han podido ver, cerca de su boca, siempre peinándose los cabellos.
      FIN.

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      Qué disfrutéis de los buenos momentos que nos regala el universo, gracias siempre por estar ahí y quedamos para la semana que viene, os parece? un abrazo para tod@s.

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