martes, 25 de octubre de 2016

EL HOMBRE QUE TENÍA MALA SUERTE. Recogido del libro "El Zapatero Astrólogo".

      Ésta es la historia de un hombre que siempre tenía mala suerte. Cada vez que terminaba de hacer algo, e incluso a veces antes de empezar a hacerlo, pensaba en lo mal que le salía o le iba a salir y efectivamente así ocurría. El hombre se esforzaba mucho por que las cosas cambiaran, pero todo era en vano: seguía teniendo mala suerte. De este modo fueron pasando los años. Él le daba vueltas y más vueltas al asunto, sin encontrar una respuesta, hasta que un día se dio cuenta de que necesitaba pedir ayuda y pensó que Dios era el más indicado para prestársela. Así que el hombre decidió ir a ver a Dios para pedirle que le librara de su mala suerte.
      Aliviado por haber llegado a esta conclusión, metió todo lo necesario para el viaje en un hatillo y se acostó. A la mañana siguiente se puso en marcha y caminó durante mucho tiempo hasta que llegó a un frondoso bosque.
      De pronto, escuchó un débil lamento. Preocupado, se abrió paso entre la maleza. Pensó que alguien podía estar malherido; buscó para descubrir de dónde provenía esa voz tan extraña, y entre unos arbustos vio a un lobo tendido en el suelo. ¡Cómo estaba el pobre animal! Se le podían ver las costillas una a una y el pelo se le caía a mechones nada más tocarlo. ¡Pobrecito! Daba lastima verlo.
      -¿Eres tú el que se lamenta?
      -Sí, soy yo.
      -¿Qué te ocurre?
      -No me encuentro nada bien. De un tiempo a esta parte todo me va muy mal. Mira en qué estado me encuentro.
      -¡No! No sigas, no me cuentes nada más. Yo también tengo mala suerte y voy a ver a Dios para pedirle que me la cambie.
      -Por favor, pídele también un consejo para mí.
      -De acuerdo, no te preocupes, se lo pediré. Hasta pronto.
     El hombre siguió su camino. Durante muchos días atravesó ríos y montañas hasta que llegó a un paraje semidesértico. El sol quemaba la tierra y un viento ardiente recorría aquella planicie que no parecía tener fin. "¡Ay, qué no daría yo por un poco de sombra!", pensó, y al momento vio a lo lejos un enorme árbol que lo invitaba a protegerse bajo sus ramas. Llegó hasta él y se sentó con la espalda apoyada en el tronco. Cerró los ojos dispuesto a descabezar un sueñecito cuando le pareció oír un quejido. El hombre se levantó sobresaltado pero no vio a nadie. Se recostó y otra vez escuchó aquella voz. Una y otra vez la voz interrumpía su descanso sin que pudiera averiguar su procedencia. No había nadie más en todo aquel desierto. Bueno, estaban él y el árbol. Miró hacía las ramas de hojas secas y descoloridas que no paraban de moverse agitadas por el viento y se le ocurrió preguntar:
      -Eres tú, árbol?
      -Sí, soy yo.
      -¿Qué te pasa?
      -¡ay, no lo sé! De un tiempo a esta parte todo me va muy mal, me resulta imposible seguir creciendo. ¿No ves mis ramas torcidas y mis hojas marchitas?
      -¡No, no sigas! Ya sé de qué me estás hablando. Yo también tengo mala suerte y voy a ver a Dios para pedirle que me la cambie.
      -Por favor,pídele también un consejo para mí.
      -Lo haré, no te preocupes. Adiós.
   Y con esta promesa, el hombre continuó su viaje. Caminó durante mucho tiempo hasta que dejó atrás aquel inmenso desierto y se adentró en un paisaje de verdes y ondulantes colinas. Un día descubrió un maravilloso valle. Parecía un paraíso cubierto de árboles, riachuelos y prados llenos de flores. Un poco más allá pudo ver una preciosa casa blanca con el techo cubierto de paja. Entonces se acercó y vio a una mujer muy hermosa que estaba llorando.
      -¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?
      -Es que hace tiempo que no me siento nada bien. Vivo en este lugar maravilloso y sin embargo noto que me falta algo muy importante, pero no sé lo que es.
      -No me digas más. Conozco muy bien esa sensación. a eso se le llama mala suerte y voy a ver a Dios para que me la cambie.
      -Pues déjame que te pida un favor. Dile que te dé un consejo para mi.
      -Desde luego. No te preocupes que así lo haré. Adiós.
     El hombre emprendió de nuevo su viaje. Caminó y caminó durante mucho tiempo, hasta que un día llegó al fin del mundo. Con cierta cautela se asomó, miró hacía abajo, a la derecha, a la izquierda y hacia arriba. Sólo había estrellas. De pronto, una nube que estaba frente a él fue tomando la forma de un rostro.
      -¿Tú...eres Dios?
      -Sí, yo soy.
      -Tú sabes que las cosas me van muy mal y he venido para pedirte que cambies mi suerte.
      -Muy bien, te lo concedo. Sólo hay una condición: tienes que estar muy atento y buscar tu suerte.
     -¿Has dicho buscar?
      -Así es.
    El hombre se puso muy contento y se despidió de Dios. Quería llegar rápidamente a su casa para ver si su suerte realmente había cambiado. Corrió y corrió durante mucho tiempo, hasta que llegó al valle que parecía un paraíso, pero iba tan apurado que no se detuvo. Ya estaba a punto de pasar de largo frente a la casa, cuando la mujer lo vio.
      -¡Eh! Ven aquí, cuéntame lo que ha pasado.
      -¡Ah, sí! Bueno, verás, he visto a Dios y ha accedido a cambiar mi suerte. Sólo me pidió que estuviera atento.
      Ahora tengo que ir a buscarla.
      -¿Y no te ha dado un consejo para mí?
      -Pues...¡Ah, sí, ahora recuerdo! Me dijo que lo que te hace falta es un hombre, un compañero que comparta la vida aquí contigo en este valle.
      -¡Sí, claro,eso es! Oye, ¿quieres ser tú ese hombre?
      -Pues me gustaría mucho, pero no puedo. Tengo mucha prisa por seguir mi camino y buscar mi buena suerte. Lo siento. Adiós.
      El hombre echó a correr dejando atrás rápidamente aquel hermoso valle y a la mujer que lo habitaba. Corrió y corrió durante mucho tiempo, hasta que un día se vio atravesando de nuevo el desierto donde no había más que un árbol solitario.
      -¡Eh, buen hombre! ¿Por qué corres tanto? Para un momento y dime qué ha pasado.
      De nuevo, el hombre relató su historia y nada más terminarla quiso salir corriendo, pero el árbol le preguntó:
      -¿Y Dios no te dio ningún consejo para mí?
      -Pues no recuerdo. ¡Ah, sí! Me dijo que debajo de tus raíces hay un cofre enorme que contiene un tesoro valioso. Esto es lo que marchita tus hojas y te impide crecer. Lo único que tienes que hacer es sacar el cofre y todo te irá bien de nuevo.
      -Mira, yo no puedo sacar ese tesoro, pero si tú lo quieres hacer por mí, te lo podrás llevar y te convertirás en un hombre muy rico. A mí no me sirve; sólo quiero que mis raíces sean libres y que puedan crecer de nuevo.
      -Me encantaría ayudarte, pero tengo mucha prisa. Debo seguir mi camino y buscar mi buena suerte. Lo siento, de veras que lo siento. Adiós.
      Y allá se fue corriendo el hombre, dejando atrás el árbol, el tesoro, el valle y su hermosa habitante. Y corrió y corrió sin descanso hasta que llegó al frondoso bosque donde resonaban todavía los lamentos del lobo. El hombre hizo como que no escuchaba, tan grande era su deseo de llegar a casa y ver si su suerte había cambiado. Pero el lobo le vio pasar y haciendo un gran esfuerzo aulló de tal manera que el hombre se detuvo y le contó toda la historia de su viaje. Entonces el lobo le preguntó.
      -¿Y Dios no te dio ningún consejo para mí?
      -Pues seguramente... Déjame que recuerde. ¡Ah, sí! Me dijo que lo que te pasa es que tienes hambre y que para ponerte fuerte lo que tienes que hacer es comer. Sólo tienes que hacer una cosa: comerte a la primera criatura estúpida que pase por aquí, y a partir de ahí todo irá bien.
      El lobo reunió las últimas fuerzas que le quedaban para levantarse. Miró al hombre a los ojos y, abalanzándose sobre él, lo devoró.
                         FIN.

                                                                       ******

      Con mucho cariño comparto este cuento con todos vosotros y os deseo una muy buena semana. Que disfrutéis de todos los buenos momentos que nos regala el universo. un abrazo y hasta la semana que viene.

lunes, 24 de octubre de 2016

¿QUE LIO !. Por "Anthony de Mello"

      Mi vida es un lío ¿Soy capaz de reconocerlo? Necesito tener receptibilidad. ¿Estoy dispuesto a reconocer que el sufrimiento y la congoja los fabrico yo mismo? Si eres capaz de darte cuenta, es que comienzas a despertarte.

      Ordinariamente, buscamos alivio y no curación. Cuando sufres, ¿estás dispuesto a separarte de ese sufrimiento lo necesario para analizarlo y descubrir el origen que está detrás? Es preferible dejar que sufras un poco más, hasta que te hartes y estés dispuesto a ver O despiertas tú o la vida te despertará.

      Cuando la relación entre amigos no funciona lo bien que tú quisieras, puedes aliviarla. Puedes pararte y comenzar una tregua, pero si no has puesto al aire las premisas que están debajo, el problema sigue en pie, y seguirá generando sentimientos negativos.

      Las componendas y alivios son manejos comerciales del "buen comportamiento" que te ha metido en la mente tu sentido de "buena educación". Si los miras bien despierto verás que no son más que utilización, comercio de "toma y daca" y chantaje, más hipocresía. Cuando veas esto, ¿quieres quitarte el cáncer, o tomar un analgésico para no sufrir? Cuando la gente se harta de sufrir es un buen momento para despertar.
      Buda dice: "El mundo está lleno de dolor, que genera sufrimiento. La raíz del sufrimiento es el deseo. Si quieres arrancarte esa clase de dolor, tendrás que arrancarte del deseo".

       El deseo ¿es cosa buena? Es cuestión de lenguaje, pues la palabra deseo, en español, abarca deseos buenos, que son estímulos de acción y deseos estériles, que a nada conducen. A estos deseos, para entendernos, vamos a llamarlos "apegos".

      La base del sufrimiento es el apego, el deseo. En cuanto tú deseas una cosa compulsivamente, que pones todas tus ansias de felicidad en ello, te expones a la desilusión de no conseguirlo. De no haber deseado tanto que tu amigo te acoja, te contemple, y te tenga en cuenta; de no desearlo tanto, no te importaría su indiferencia ni su rechazo. Donde no hay deseo-apego, no hay miedo, porque el miedo es la cara opuesta del deseo, inseparable de él.

      Sin esta clase de deseos, nadie te puede intimidar, ni nadie te puede controlar o robar, porque, si no tienes deseos, no tienes miedo a que te quiten nada.

                                                          ******

      Os deseo un buen comienzo de semana y que nunca os falte la luz para caminar por estos senderos de la vida. Gracias siempre por estar ahí, un abrazo y feliz tarde.

domingo, 16 de octubre de 2016

MARI, LA DAMA DE AMBOTO. "Por, Juan García Atienza".

      Este personaje sobrenatural y buena parte de las leyendas de las que es protagonista formaban ya parte de la mitología vasca desde mucho antes de que el cristianismo se implantara -tardíamente- en Euskadi, hasta el punto de que de él y de su entorno parten muchas otras historias que han venido configurando el entorno específico de la más pura tradición euscaldún. Con numerosas variantes, que abarcan muchos enclaves concretos en los que se le rindió culto y diversos sucesos atribuidos a esta especie de deidad mitológica primitiva, su memoria viva se extiende por todo el territorio vasco, a un lado y al otro de la frontera franco-española; y hasta el mismo cristianismo se ha visto afectado por ella, haciendo que, a menudo, se la confundiera con la figura de la mismísima Virgen María -Andra Mari-, cuyo nombre se ha aprovechado, paganizando a este personaje clave de las creencias cristianas en lugar de cristianizar a su contrafigura pagana.
      Si queremos establecer una especie de continuidad capaz de unir las diversas leyendas que se cuentan en torno a Mari, tendremos que remontarnos a aquella que la describe, en sus orígenes, como una hermosa muchacha, díscola y presumida, que vivía en un caserío cercano al monte Amboto con sus padres y que dejaba discurrir los días muertos dedicada a peinar sus cabellos, olvidándose de todos los trabajos domésticos que le habría tocado realizar. Su madre aguantaba con paciencia aquellos devaneos, pero llegó un día en el que, harta de no poder contar nunca con la colaboración de su hija, se dirigió a ella reprochándole violentamente su falta de voluntad y lo que ella consideraba como muestra palpable de pereza:
      -¡Maldita seas, así te lleve un rayo!
     Apenas pronunció aquellas palabras, la muchacha se transformó en una bola de fuego que subía a toda velocidad hasta la cumbre del monte Amboto. Nunca nadie volvió a saber de la muchacha, pero de aquella cima surgió Mari, identificada unas veces con una ninfa, convertida otras en bola de fuego que atraviesa los cielos en las más diversas circunstancias, dando cuenta y sinrazón de su existencia. En nuestros días, de vez en cuando, los campesinos de aquellos parajes aún la ven pasar de esa guisa saltando de monte en monte hasta llegar al Aralar. También dicen que cambia de rumbo cada siete años y que así va haciendo suyos todos los montes y todas las simas de Euskal-Herría.

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      Dicen que un pastor que llevaba a pastar sus ovejas por las laderas del Amboto la encontró una vez, sin reconocerla, bajo su aspecto habitual de hermosa muchacha que peinaba sus cabellos a la orilla de un arroyo. El pastor se enamoró de ella a primera vista y le propuso casarse con él, lo que la muchacha aceptó, pero con la condición de que nunca la obligase a ir a misa. El amor hizo que el pastor jurase cualquier cosa que le propusieran, pero, pasados los años, y con siete hijos habidos de su unión, sintió un profundo remordimiento, porque los niños tampoco habían hollado la parroquia desde que nacieron. Por eso se dispuso a cumplir como debía con sus obligaciones con la iglesia y hasta pensó en bautizarlos.
      Un domingo, sin decir nada, preparó la carreta, unció los bueyes a ella e invitó a sus hijos a que subieran. Y cuando la esposa le preguntó a dónde iba, el pastor le contestó -Sólo vamos a recoger manzanas. Si quieres, tú también puedes acompañarnos.
      Mari subió a la carreta, se pusieron en marcha y pronto avistaron la cruz que remataba la espadaña de la iglesia. Sólo entonces se dio cuenta la mujer de dónde pretendía conducirla su marido y, antes de que él pudiera impedírselo, se transformó en bola de fuego y gritando:
      -¡Mis hijos al cielo, yo al Muru! (Nê umêk zeruako, ta ni oañ Murivako¡) salió volando por los aires y nunca más se dejó ver por ellos. Pero, desde entonces, se quedó a vivir largo tiempo en una sima de ese monte, el Murumendi, y hay quienes la han podido ver, cerca de su boca, siempre peinándose los cabellos.
      FIN.

                                                                     ******

      Qué disfrutéis de los buenos momentos que nos regala el universo, gracias siempre por estar ahí y quedamos para la semana que viene, os parece? un abrazo para tod@s.

NO CONFUNDAS LOS SUEÑOS, Por " Anthony de Mello".

      Vosotros estáis dormidos porque, si no, ya no necesitaríais leer este curso. Si ya lo vierais todo con ojos nuevos, ya no necesitaríais venir a despertaros.

      Pero si sois capaces de reconoceros dormidos, ser conscientes de que no estáis despiertos, ya es un paso. Pues lo peor y más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir sus sueños con la realidad. Lo primero que se necesita para despertar es saber que estáis durmiendo y estáis soñando.

      La religión es una cosa buena en sí, pero en manos de gente dormida puede hacer mucho daño. Y lo podemos ver muy claramente por la historia de una religión que, en el nombre de Dios, cometió tantas barbaridades creyendo hacer el bien. Si no sabes emplear la religión en esencia, en libertad, sin fanatismos ni ideologías de un color u otro, puedes hacer mucho daño y, de hecho, se sigue haciendo.

      Para despertar hay que estar dispuesto a escucharlo todo, más allá de los cartelitos de "buenos" y "malos", con receptividad que no quiere decir credulidad. Hay que cuestionarlo todo estando atento a descubrir las verdades que puedan encerrar, separándolas de lo que no son. Si nos identificamos con las teorías sin cuestionarlas con la razón y sobre todo con la vida y nos las tragamos almacenándolas en la mente, es que seguimos dormidos. No has sabido asimilar esas verdades para hacer tus propios criterios. Hay que ver las verdades, analizarlas y ponerlas a prueba una vez cuestionadas.

      "Haced lo que os digo" -dice Jesús-. Pero no podremos hacerlo si antes no nos transformamos en el hombre nuevo, despierto,libre, que ya puede amar.

      "Aunque diera todo a los pobres, y mi cuerpo a las llamas -dice Pablo-, de qué me serviría si no amo?" Este modo de ver de Pablo se consigue viendo, y nace, ese modo de ser, de estar despierto, disponible y sin engaños.

                                                                  ******

      Muy buenos días, desearos un buen comienzo de semana y siempre daros las gracias por estar ahí, un abrazo para tos@s.

lunes, 10 de octubre de 2016

EL AMOR Y LA PASIÓN. ( El zapatero Astrólogo)

      Había una vez una princesa que estaba locamente enamorada de un capitán de la guardia real. Con sólo 17 años, su único deseo era casarse con él, aunque con ello perdiera todo lo que poseía. Su padre, que tenía fama de sabio, le dijo:
      -Hija mía, todavía eres muy joven y a veces caprichosa. Si sólo buscas en el amor la paz y el placer, no es éste el momento de casarte. No estás preparada para recorrer el camino del amor. El amor es renuncia y, así como regala, también crucifica.
      -Pero padre- respondió la princesa-,¡sería tan feliz junto a él! ¡No me separaría un solo instante de su lado! Compartiríamos hasta el más oculto de nuestros secretos.
      Reflexionando sobre este asunto, el rey se dijo: "Las prohibiciones hacen que crezca el deseo. Por lo tanto, si le prohíbo que se encuentre con su amado, su deseo por él crecerá desesperadamente. Además, los sabios de mi reino suelen decir: Cuando el amor os llegue, seguidlo, aunque sus senderos sean arduos y penosos", así que no me opondré.
      De modo que al fin fue a ver a su hija:
       -Hija mía, voy a someter a prueba tu amor por ese joven. Te voy a encerrar con él en una celda durante cuarenta días y cuarenta noches. Si al final del encierro aún quisieras casarte, será que estás preparada y tendrás mi consentimiento.
      La princesa, loca de alegría, dio un abrazo a su padre y aceptó encantada someterse a la prueba. Todo marchó perfectamente los primeros días.
      -Lucecita de mi corazón- decía el joven a la princesa.
      -A tu lado veo el mundo de otra forma- le contestaba ella.
      Pero, tras la excitación y la euforia del comienzo, no tardó en presentarse la rutina y el aburrimiento. Lo que al principio sonaba a música celestial para los oídos de la princesa, se fue convirtiendo en molesto ruido, y empezó a quejarse del comportamiento del joven:
      -¡Otra vez con lo mismo! Ya podías levantarte del sillón un rato y hacer algo.
      -¿Pero qué quieres que haga metido todo el día en este cuartucho?- protestaba el joven.
      Así comenzó un extraño vaivén entre el dolor y el placer, entre la alegría y la tristeza. Y así, antes de que pasaran dos semanas, la princesa ya estaba suspirando por otro tipo de compañía. Todo cuanto dijera o hiciera su amante le resultaba desagradable.
      A las tres semanas, estaba tan harta de aquel hombre que se puso a chillar y a aporrear la puerta de la celda. Cuando al fin logró salir, se echó en brazos de su padre, agradecida porque la hubiera librado de aquel ser al que había llegado a aborrecer.
      Al poco tiempo, cuando la princesa recobró la serenidad perdida, pidió a su padre que le hablara del matrimonio. Y su padre el rey le aconsejó:
      -Escucha lo que dicen los poetas de nuestro reino: "Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.
      Amaos el uno al otro, más no hagáis del amor una prisión.
      Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma.
     Compartid vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
     Y permaneced juntos, pero no demasiado,
      pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro".
          FIN.

                                                                 ******

      Pasad una muy buena semana, disfrutad de los buenos momentos que el universo nos regala, gracias muchas gracias siempre por estar ahí. Un abrazo.

domingo, 9 de octubre de 2016

NO TE ATES. Por " Anthony de Mello".

      ¿Qué falta para despertarse? No hace falta esfuerzo ni juventud ni discurrir mucho. Sólo hace falta una cosa, la capacidad de pensar algo nuevo, de ver algo nuevo y de descubrir lo desconocido. Es la capacidad de movernos fuera de los esquemas que tenemos. Ser capaz de saltar sobre los esquemas y mirar con ojos nuevos la realidad que no cambia.

      El que piensa como marxista, no piensa; el que piensa como budista, no piensa; el que piensa como musulmán, no piensa...y el que piensa como católico tampoco piensa. Ellos son pensados por su ideología. Tú eres un esclavo en tanto en cuanto no puedes pensar por encima de tu ideología. Vives dormido y pensado por una idea. El profeta no se deja llevar por ninguna ideología, y por ello es tan mal recibido. El profeta es el pionero, que se atreve a elevarse por encima de los esquemas abriendo camino.

      La Buena Nueva fue rechazada porque no querían la liberación personal, sino un caudillo que los guiase. Tenemos el riesgo de volar por nosotros mismos. Tenemos miedo a la libertad, a la soledad, y preferimos ser esclavos de unos esquemas. Nos atamos voluntariamente, llenándonos de pesadas cadenas y luego nos quejamos de no ser libres.
      ¿Quién te tiene que liberal si ni tú mismo eres consciente de tus cadenas?

      Las mujeres se atan a sus maridos, a sus hijos. Los maridos a sus mujeres, a sus negocios. Todos nos atamos a los deseos y nuestro argumento y justificación es el "amor" ¿Qué amor? La realidad es que nos amamos a nosotros mismos, pero con un amor adulterado y raquítico que sólo abarca el "yo", el ego. Ni siquiera somos capaces de amarnos a nosotros mismos en libertad. Entonces, ¿cómo vamos a saber amar a los demás, aunque sean nuestros esposos o nuestros hijos? Nos hemos acostumbrado a la cárcel de lo viejo y preferimos dormir para no descubrir la libertad que supone lo nuevo.

                                                                    ******

      Os deseo un buen comienzo de semana, gracias por estar ahí, un abrazo para tod@s.

martes, 4 de octubre de 2016

EL TAMBOR MÁGICO. (Henri Brunel)

                                     ¿Mis poderes sobrenaturales, mis poderes maravillosos?
                                             Son sacar agua y traer leña.
                                                                                                          P' ANG YUN (740-811)

      Érase una vez un muchacho llamado Gengorô. Era un desharrapado, un golfo, un vagabundo, que arrastraba por los caminos sus harapos y no tenía padre, ni madre, ni casa. Una mañana de verano se despertó a la orilla de un río y descubrió entre la espesura un pequeño tambor mágico, abandonado por algún dios de la aguas. Muy contento con esa ganga, lo cogió, lo ató a su cinturón y quiso verificar inmediatamente sus poderes:
      -¡Nariz, crece, crece!-dijo, tocando el tambor, y su nariz creció y creció, y cuanto más tocaba el tambor más se alargaba su nariz. Su apéndice pronto cruzó el río y, con gran regocijo por su parte, salió por encima de la copa de los árboles, al otro lado del agua.
      -¡Nariz, encógete, encógete!- dijo entonces tocando el tambor, y su nariz volvió a su medida normal.
      Era un juego muy distraído, y Gengorô, que era un bromista, lo habría prolongado un buen rato. Pero, mientras caminaba, reflexionaba. Utilizado con tino, ese tambor mágico podía procurarle gloria y fortuna. En aquel momento pasaba por delante de la residencia de un gran señor que tenía, decían, una hija bella como el sol, en edad de casarse. Gengorô, con su tambor mágico sujeto al cinto, merodeó por los alrededores. Finalmente descubrió un agujero en un seto, se metió en él y, después de atravesar varios patios, se encontró en el gineceo. Allí, una muchacha bellísima, como sólo existen en sueños,estaba sentada al borde de un estanque y contemplaba en el agua una flor de loto. Gengorô se acercó y murmuró, tocando su tambor mágico:
      -Nariz de muchacha, encógete, encógete...
    La nariz de la joven disminuyó y disminuyó hasta que al fin desapareció.
 Cuando el gran señor vio a su hija lanzó un grito de espanto. No tenía nariz, su rostro era plano como una torta.
      ¡Ay!- dijo el desgraciado padre- ¿Cómo vamos a casar a nuestra hija ahora, quién querrá a un monstruo? Es absolutamente necesario encontrarle un médico que le devuelva su nariz y su desaparecida belleza.
                                                                 ******
       Entonces desfilaron por la noble mansión los médicos más célebres de todo el país, pero también los curanderos, los magos e incluso los charlatanes. No se rechazaba a nadie, pues se esperaba ansiosamente un milagro.
      En ese momento fue cuando Gengorô se presentó. Los sirvientes estuvieron a punto de echarle, tan pobre era su aspecto, pero obedecieron las consignas y fue introducido a su vez en la habitación de la muchacha, que se ocultaba detrás de un biombo. Gengorô se instaló y dijo en voz alta mientras tocaba discretamente su tambor mágico:
      -¡Nariz de muchacha, crece, crece!
     ¡Oh milagro, a medida que hablaba y tocaba el tambor, la nariz aparecía, se destacaba, recobraba su dimensión habitual! El gran señor, loco de alegría, colmó a Gengorô de regalos. Dieron un magnífico banquete en su honor. Recibió un vestido nuevo, una indumentaria completa, un palanquín y varios sirvientes. Incluso le ofrecieron una casa y las tierras colindantes. Gengorô llevó durante un tiempo una existencia llena de placeres, y, si hubiera querido, habría hecho fortuna. Pero pronto se aburrió. Una mañana, tras darle las gracias al gran señor por sus favores, volvió a la carretera, pues prefería, a la riqueza y los honores, la pobreza y su insolente libertad.
      FIN.

                                                                     ******

      -¡Maestro, mostradme la Vía de la Liberación!
      -¿Quién te ha encadenado?- pregunta el maestro- ¡Dime su nombre!
      -Nadie- dice el discípulo.
      -¿Entonces por qué pides la liberación?

                                                                      ******

      Qué paséis una muy buena semana, qué disfrutéis con los buenos momentos que nos regala la vida y nos vemos prontito. Gracias por estar ahí, un abrazo.                                                

IMPORTA LA VIDA. Por "Anthony de Mello"

      El ir contra la realidad, haciendo problemas de las cosas, es creer que "tú" importas, y lo cierto es que tú, como personaje individual, no importas nada.

      Ni tú, ni tus decisiones ni acciones importan nada en el desarrollo de la vida; es la vida la que importa y ella sigue su curso. Sólo cuando comprendes esto y te acoplas a la unidad, tu vida cobra sentido. Y esto queda muy claro en el Evangelio. ¿Importaron todas las transgresiones y desobediencias para la historia de la salvación? ¿Importa si yo asesino a un hombre? ¿Importó el que asesinarán a Jesucristo? Los que lo asesinaron creían estar haciendo un acto bueno, de justicia, y lo hicieron después de mucho "discernimiento".

      Jesús era portador de la luz, y por ello predicaba las cosas más raras y contrarias al judaísmo, a sus creencias e interpretaciones religiosas: Hablaba con las mujeres, comía con los ladrones y prostitutas. Pero, además, interpretaba la ley en profundidad, cargándose las reglas y sus formas. Los "sabios" y los "poderosos" tenían que cargárselo. ¿ Podía ser de otra manera? Era necesario que muriera así, asesinado y no enfermo de vejez.

      Cuentan que un rey godo se emocionó al oír el relato de Jesús y dijo: "¡De estar yo allí, no se lo hubieran cargado!"

      ¿Lo creemos así, como ese rey godo? Dormimos.

      La muerte de Jesús descubre la realidad en una sociedad que está dormida, y por ello, su muerte es la luz. Es el grito para que despertemos.

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      Muy buenos días a tod@s, gracias siempre por estar ahí, os deseo un feliz día.