Dicen, que la quietud es el altar del Espíritu.
El mundo entero palpita con el poder de Dios,
ola tras ola de dicha. Tu corazón es como la playa en cuya orilla rompen las olas del Océano de Amor Infinito.
Paramahansa Yogananda
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LOS AÑOS PASAN VOLANDO,
PERO LOS DÍAS SE ARRASTRAN
Para Jacob, el ritmo del trabajo en la panadería era una cadencia, familiar y constante. Nunca olvidaba dónde estaba, pero tampoco estaba allí del todo. Al perderse, encontraba su camino.
-¡Jacob!
Una voz aguda araño su tranquilidad.
Jacob permaneció ensimismado, silencioso. Estaba pensando en la forma en que encajan las bandejas de la panadería, y veía en ellas el entramado de los instantes, la acumulación del tiempo, las generaciones. Los años pasan volando; los días se arrastran, pensó Jacob.
-¡Jacob!
La voz, frágil e insistente, pertenecía a una mujer mayor.
Jacob miró a la mujer sin decir nada.
-Joven, ¿me está escuchando?
-sí -dijo Jacob sonriendo-. Lo siento.
-No importa -dijo la mujer-. ¿Sabe por qué estoy aquí?
-Para hacer preguntas, como todo el mundo -dijo Jacob.
-Para dar respuestas -dijo la mujer perdiendo la paciencia.
-Parece que conozca todas las respuestas -dijo él.
-No -respondió la mujer de mala gana-. Ese es el motivo por el que he venido a verle.
-¿Y qué puedo decirle a una persona de su experiencia que no sepa ya?
La mujer resopló.
-Aunque, mirándolo bien -continuó Jacob-, a veces no necesitamos saber cosas nuevas, sino saberlas de un modo nuevo.
La panadería, con su circo de actividad y aromas, se hizo presente alrededor de Jacob y de la señora.
-Jacob, la razón por la que he venido a verle es porque estoy disgustada por las cosas que está haciendo alguien con quien tengo amistad desde toda la vida.
-Quizás deberían dejar descansar sus sentimientos. La amistad, como la música, necesita silencios.
-Pero es que resulta muy molesto.
La mayor parte de las cosas que creemos que nos molestan tienen que ver más con cómo lo creemos que con lo que creemos en sí -dijo Jacob.
-Esa persona ha roto mi confianza. Y eso es algo que nunca, nunca podré olvidar.
-Aún cuando no podamos olvidar -dijo Jacob -, no se olvide de perdonar.
¿Por qué? -preguntó la anciana.
-Porque nuestros libros de sabiduría nos recuerdan que no tenemos que buscar la justicia, sino la misericordia del amor.
-¿Y si no encuentro la fortaleza suficiente como para comportarme de ese modo?
-Entonces comprenderá por qué la misericordia es la mayor de las justicias.
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Un farolillo de luz para nuestro andar en el día a día, os deseo un buen fin de semana y nos vemos muy pronto, gracias siempre por estar ahí y un abrazo.
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