Esos relatos demuestran que el engaño y la maldad pueden disfrazarse de mil maneras.
-Es cierto, Majestad, contestó el anciano. Si uno hace el mal, puede esperar sus consecuencias. Pero también es de necios emplear métodos para eliminar a los demás que puedan poner en peligro su propia vida, como ocurrió a aquella garza de la fábula.
-¿Qué garza?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
En medio del bosque el sol iluminaba el estanque. Su agua estaba llena de peces. Entre los matorrales cercanos vivía una garza, y en un agujero bajo una roca, se hospedaba un cangrejo.
La garza estaba cansada de no atrapar ni un solo pez desde hacía días. De poco le servía hacer guardia al borde del estanque, pues la mayoría de las tardes dormía con el estómago vacío y el hambre de almohada.
Una tarde, la garza pensó: ¡En el momento menos esperado, astutos peces, cogeré lo mejor de vosotros!.
Al día siguiente, volvió al estanque y se acercó a la residencia del cangrejo. Se puso sobre la roca y con un tono que desgarraba a cualquier corazón empezó a decir:
-¡Oh! ¡Qué desastre, qué desastre!
-¿Qué te pasa garza? ¿Por qué estás tan triste?, preguntó el cangrejo, saliendo de su guarida.
-A mí no me pasa nada. Estoy triste por los peces. Han sido condenados a muerte. Escuché decir a unos pescadores que iban a venir a barrer el estanque. ¡Oh!, ¡qué desastre, qué desastre! Y con esas palabras, con cara de pena, aleteó y voló hacia su nido. El cangrejo, sin perder tiempo, regresó al agua para contar lo ocurrido a los peces. Ellos aterrorizados dijeron:
-¿Qué será de nosotros? ¿Quién puede ayudarnos?
Se reunieron para encontrar una solución. Y después de que cada uno planteara sus ideas, decidieron acudir a la garza. Ella les esperaba:
-Me encantaría poder ayudaros o al menos aconsejaros. Si queréis, yo os puedo llevar al otro lado del bosque, donde estaréis a salvo.
Los peces se lo agradecieron gritando todos a la vez:
-¡Sí, garza, por favor llévame a mí, primero a mí!
La garza cogió con el pico a dos de ellos y voló hacia al otro lado de la selva. Allí se los comió, dejando sus finos esqueletos sobre el césped. En un par de semanas hubo un montón de huesos blancos en aquel lugar.
Un día, el cangrejo fue a ver a la garza y le dijo:
-Querida garza, llévame a mí también; tengo miedo de que si permanezco en este estanque los pescadores me atraparán a mí.
La garza se alegró mucho, pues hacía tiempo que soñaba con un manjar tan delicioso.
-Desde luego, amigo mío. Lo haré con mucho gusto.
Cogió a el cangrejo con su pico y lo llevó cruzando el bosque. Mientras volaban, el cangrejo pudo observar que no había ningún estanque y de repente, vio la montaña de huesos de los desafortunados peces.
-Pero, querida garza, ¡te has olvidado que el cangrejo no es un pez! Y con sus dos brazos y toda su fuerza apretó el cuello del ave asesina. Ésta, que no esperaba el ataque del cangrejo, se estrelló de cabeza contra el suelo. El cangrejo cayó sobre el césped, y despacio regresó a su estanque.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey quedó pensativo y luego dijo:
-Es una fábula con un digno final.
-Sí, Majestad, contestó el anciano. Es cierto que no debemos confiar a ciegas en alguien que nos puede traicionar. Debo deciros, además, que la educación es muy importante en el comportamiento de cualquier ser. ¿Vos conocéis la historia de los dos papagayos?
-No, no la conozco, respondió el monarca.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
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Qué tengáis un feliz fin de semana y disfrutad los buenos momentos que el universo nos regala. Gracias siempre por estar ahí y un abrazo para tod@s. Nos vemos pronto!
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