Quien se alegra de la desgracia ajena debe afrontar las consecuencias. Pero, ¡Qué pena que esa justicia rápida sólo se administra en las fábulas!
-Es verdad, Majestad, contestó el anciano. Pero es mejor que la justicia se imparta con detenimiento y una vez que haya pruebas suficientes. Sino podemos cometer irreparables errores, como le ocurrió al león de la fábula.
-¿Qué león?. preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
Un día, el rey de las bestias oyó un temible ruido que venía de la pradera, un ruido que jamás había oído anteriormente en su vida. Su corazón se encogió de miedo y pensó en todo el mal que había hecho a los demás: "Quizás alguien ha venido a vengarse de mí".
El chacal, sirviente del león, se dio cuenta de que algo le preocupaba a su amo, y se acercó para hablar con él.
-¿Qué quieres, hijo?, preguntó el león.
-Me apena veros tan aturdido. ¿Puedo saber lo que os pasa? Decídmelo y os ayudaré, aunque me cueste la vida, -respondió el chacal con un tono angustioso de voz.
Mientras el chacal hablaba, el terrible ruido se volvió a oír desde la pradera. El rey se alegró de conocer la lealtad del chacal, aunque aquel monstruoso ruido le volvió a asustar. Frente a su sirviente pretendió guardar la compostura; por lo que en un tono disimulado le preguntó:
-¿Has oído ese ruido? ¿Qué clase de criatura puede hacer un ruido tan espantoso? ¿Lo has visto?
El chacal se dio cuenta qué preocupaba a su señor, y le contestó:
-Es un barril vacío que hace grandes ruidos, Majestad. Pero, si eso os inquieta y os perturba la paz, permitidme ir a investigarlo.
El león aceptó el ofrecimiento del chacal. Pero cuando éste se marchó, otra vez la inquietud volvió a dominar su corazón: "¿Y si el chacal se une a la terrible fiera en mi contra? Debo seguirle y ver con mis propios ojos a la bestia".
Y siguió al chacal. Pero aún no había ido muy lejos cuando le vio regresar solo.
-Bueno, cuéntame lo que has visto, dijo el rey.
-Es un enorme toro, Majestad, respondió el chacal. Parece que ha venido hasta aquí en busca de pasto y ahora tiene nostalgia de su casa, y por eso llora.
-¿Es fuerte?, siguió preguntando el león, no del todo convencido.
-Es fuerte, pero tampoco hay que temerle -el chacal contestó con una sonrisa-. Estuve hablando con él y no me lastimó.
-Eso no significa nada. El viento no lucha contra la hierba, pero rompe el tronco de los árboles, objetó el león, que no podía quitarse el miedo que embargaba su corazón. El chacal se dio cuenta del problema de su amo y replicó:
-Si vos me autorizáis, voy a traerlo para que esté a vuestro servicio.
El león aceptó la propuesta y el chacal volvió a la pradera donde estaba el toro. Desde lejos, y en voz muy alta le dijo:
-Tienes el gran honor de ser invitado por el león para acudir a su corte real, ¡querido toro!
El toro siguió comiendo hierba, y sin levantar la cabeza, le preguntó:
-Y, ¿quién es el león?
El león es el rey de las bestias y el gobernador de estas tierras. Él te ofrece su protección y también todo el pasto que hay en sus dominios -le contestó el chacal, asombrado de su ignorancia.
El toro, moviendo su gran cuerpo despacito, despacito,entró en la corte del león. Éste, nada más verlo, le cogió cariño, pues parecía un animal noble. El rey de la selva le dio amparo y en poco tiempo le convirtió en su consejero. La sabiduría del toro muchas veces asombraba al león, quien de esta manera pasaba días y noches disfrutando de su compañía.
El chacal estaba atormentado por los celos: "Yo introduje a ese gordo toro en la corte, y ahora el rey me ignora por su culpa. Pero esto no puede seguir así".
Y no perdió mucho tiempo en preparar la revancha. Durante unos cuantos días dejó de ir al palacio, y eligió el momento adecuado para dirigirse al rey. Apareció en su camino como si fuera un encuentro casual, mostrando gran congoja en su rostro. El rey se dio cuenta de su estado de ánimo y le preguntó:
-¿Qué te pasa, amigo? ¿por qué ya no vienes a la corte?
-No puedo acudir a vuestra corte, mi Señor. Si lo hago, tendría que deciros lo que no le puedo contar, contestó el chacal mientras movía su cabeza.
-¿Qué me intentas decir?, dijo el león muy sorprendido.
-Es que vos estáis acostumbrado a oír dulces palabras y no las amargas verdades.
-¿A qué verdad te refieres?, preguntó insistiendo el león. Te ordeno que me digas lo que sabes.
-Si es una orden, no tengo otro remedio que decíroslo, contestó el chacal. Hay rumores que vuestro amigo y consejero, el toro, va diciendo por ahí que vos sois un cobarde; además, al parecer piensa en destronaros y proclamarse el rey de la selva.
-No lo puedo creer, si le he tratado muy bien, murmuró el león.
-Justo por eso, ¡Majestad! Pero, ¿por qué no lo comprobáis vos mismo? Permitidme ir y traerlo. Cuando venga, observadlo bien. Si sus cuernos están hacia abajo y los sacude, quiere decir que está en la posición de ataque. Ahora voy a buscarle.
El león volvió a sentir el viejo tormento. "Y ¿si es verdad lo que dice el chacal?". Entretanto el malvado chacal corrió hacia el toro, llamándole desde lejos:
-¡Amigo mío! Algo terrible ha ocurrido.
El toro, sin levantar su cabeza, preguntó:
-¿Sí? ¿Qué ha sucedido?
-No sé cómo decírtelo, -dijo el chacal lamentándose-. Lo siento mucho. Reconozco que es culpa mía, pues yo te he traído a la corte del león, y ahora él quiere matarte.
-Pero ¿por qué?, dijo el toro aturdido. Yo no he hecho nada que le pueda molestar.
-Justamente por eso, amigo mío, contestó el chacal. Pero, ¿por qué no vas tú mismo ha comprobarlo? Vé y mira con mucha atención. Si está sentado sobre sus cuatro patas y mueve su rabo, deberías saber que está en la posición de ataque. Ahora me tengo que marchar.
El toro se puso muy triste al escuchar las palabras del chacal. "Y ¿si todo esto es cierto?", pensó con temor. Pero, pasados unos minutos, recuperó su coraje: "No puedo creer que el león me odie, lo comprobaré con mis propios ojos". Y con el corazón apenado tomó el camino hacia la corte.
El león le estaba esperando. Cuando vio al toro acercarse pensó:
"¡Lleva su cabeza agachada!". Y cuando el toro vio sentado al león pensó: "Está moviendo su rabo y gruñe".
Cuando el león vio que el toro se paró, convencido se dijo: "Se está preparando para atacarme". Y saltó sobre su amigo.
Fue una batalla muy encarnizada. El león clavaba sus garras al cuello del toro y éste corneaba al león con sus afilados cuernos. Un gran río de sangre corría por el suelo. Por fin el león mató al toro. La furia le abandonó cuando miró el cuerpo de su amigo tirado en el suelo. Su corazón se llenó de tristeza. Reprochándose a sí mismo dijo:
-¿Por qué no evité la pelea? ¿ Por qué no lo confronté antes de atacarlo? Nunca más tendré un amigo como él.
-Claro que lo tendréis, -dijo el chacal, que esperaba el resultado del conflicto desde un lugar seguro-. ¡Mirad!, ese amigo está aquí.
Y el león nombró su primer consejero al chacal.
Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:
-Es una fábula que apena el corazón. No sabría decirte si el chacal debería ser recompensado por su inteligencia o castigado por su maldad.
-Cierto, Majestad, contestó el anciano. Así es la vida. Pero, de sabios es evitar los enfrentamientos por cualquier medio. Las espadas se levantan cuando el razonamiento es corto. Es lo que pasó a la paloma de otra fábula.
-¿Qué paloma?, preguntó el joven rey.
El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.
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Muy buenos días, muchas gracias por estar ahí y desearos un buen fin de semana qué disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala, un abrazo y hasta muy pronto.
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