Érase una vez...,A menos de mil millas de aquí...,Hubo un tiempo en que...fórmulas universales tan antiguas para poner en marcha el motor de la ensoñación, activar la conciencia y, como si se tratara del decorado de un teatro, transformar nuestro entorno en un paisaje diferente, donde desiertos y vergeles, hadas y brujas, princesas y criadas, sultanes y derviches, dragones y caballeros, océanos y cúpulas celestes se sucedan en la tramoya de nuestra imaginación. Cuando la voz entona el érase una vez, el pasado deja de ser tiempo remoto para hacerse presente y vislumbrar un espacio en el que cada uno de nosotros pueda ser cuanto quiera ser.
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Había una vez un hombre pobre que tenía un hijo. Cuando éste creció, su padre le envió a buscar un empleo. El chico viajó de un lugar a otro hasta que al fin encontró trabajo como pastor.
Al día siguiente su patrón le dio una flauta y le envió con las ovejas para comprobar qué tal se portaba. El muchacho no descansó en todo el día. Al contrario que otros chicos perezosos, llevó las ovejas de un lado a otro mientras tocaba la flauta.
Entre las ovejas había un cordero de lana dorada que se ponía a bailar cuando oía la flauta. El muchacho le tomó mucho cariño y decidió que no pediría a su patrón más paga que aquel corderito.
Al anochecer volvió a casa. El amo esperaba en la puerta y quedó muy complacido cuando vio que no faltaba ninguna oveja y que estaban bien alimentadas, por lo que empezó a negociar la paga con el muchacho. Éste le dijo que no quería más que el cordero de lana dorada. Al granjero también le gustaba mucho aquel cordero y, aunque de mala gana, acabó prometiéndoselo, pues comprendió que no le sería fácil encontrar otro pastor tan bien dispuesto.
Así pasó un año, al cabo del cual el muchacho recibió el cordero como paga y partió con él. Caía la noche cuando llegaron a un pueblo y se dirigieron a una posada para buscar cobijo. En la casa había una muchacha qué, cuando vio al cordero de lana dorada, decidió robarlo. a media noche se acercó a él, pero, en el momento que tocó el cordero, se quedó pegada firmemente a su lana, y así se la encontró el chico cuando se levantó. Intentó separarlos, pero no lo consiguió, y como no quería abandonar a su cordero, se los llevó a los dos.
Cuando pasó por delante de la tercera puerta de la casa donde había pasado la noche, sacó su flauta y empezó a tocar. Entonces el cordero comenzó a bailar y también la muchacha, que seguía pegada a su vellón.
A la vuelta de la esquina, una mujer estaba metiendo el pan en el horno. Al mirar hacía arriba, vio al cordero bailando y a la muchacha pegada a él. Cogiendo la pala del panadero para asustar a la muchacha, salió corriendo y gritando:
-Vuelve a casa y deja de hacer el tonto.
Como la chica seguía bailando, la mujer gritó:
-No vas a obedecer?
Y le dio un golpe en la espalda con la pala, que en el mismo momento se pegó a la chica. La mujer se quedó pegada a la pala, que estaba pegada a la chica, que a su vez estaba pegada al cordero de lana dorada. Y el muchacho partió con todos ellos.
Siguieron su camino hasta llegar a la iglesia. El muchacho empezó a tocar de nuevo, y el cordero empezó a bailar, con su lana pegada a la chica, la pala pegada a la espalda de la chica y la mujer al final de la pala. En un momento el cura salió de maitines y, al ver lo que pasaba, empezó a regañarles y a ordenar que no hicieran tonterías y que se marcharan a casa. Como las palabras no tenían efecto alguno, golpeó sonoramente a la mujer en la espalda con su bastón, pero, para su sorpresa, el bastón se pegó a la mujer y él se quedó pegado al extremo del bastón.
Con esta divertida compañía, el muchacho continuó su camino. Era de noche cuando llegó a la capital del reino y buscó alojamiento en casa de una anciana.
-Qué noticias hay por aquí?- preguntó el pastor.
La anciana le contó que había ocurrido una gran desgracia: la hija del rey estaba muy enferma y ningún medico podía curarla, pero si alguien conseguía hacerla reír se pondría bien de inmediato. Todavía nadie lo había conseguido, de modo que el rey, desesperado, había hecho un anuncio proclamando que quien hiciera reír a su hija la desposaría y compartiría el poder real.
El muchacho a duras penas pudo esperar hasta la mañana siguiente, tan ansioso estaba de probar su suerte.
Así que se presentó muy temprano ante el rey, le explicó sus deseos y fue recibido amablemente. La princesa estaba en la entrada del palacio. Entonces el pastor comenzó a tocar la flauta, el cordero de lana dorada se puso a bailar, pegada a su lana la chica, en la espalda de la chica la pala, al final de la pala la mujer, en la espalda de la mujer el bastón y al final del bastón el cura.
Cuando la princesa vio aquello, rompió a reír, lo cual puso al cordero de lana dorada tan contento que se lo sacudió todo del lomo, y el cordero, la chica, la mujer y el cura empezaron a bailar por su cuenta muy contentos.
El rey casó a su hija con el pastor, y nombró capellán de la corte al cura, panadera real a la mujer y dama de compañía de la princesa a la chica.
La boda duró siete días con sus respectivas noches, todo el país estaba desbordado de alegría, y aún estarían bailando si las cuerdas de los violines no se hubieran roto.
FIN.
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Que paséis una muy buena semana, daros siempre las gracias por estar ahí y un abrazo para tod@s.
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