Hubo en tiempos un leñador que se ganaba miserablemente la vida cortando leña en las estribaciones de la Montaña Sagrada de Montserrat, para luego venderla por los pueblos del contorno. Su duro trabajo apenas le daba lo suficiente para subsistir en la más extrema pobreza, hasta un día que se tropezó casi de bruces con un jinete espléndidamente vestido de carmesí que llevaba agarrado de las riendas un hermoso caballo, detrás del que él mismo montaba. Aunque no habría sido necesario, el jinete se dio a conocer inmediatamente como el mismo diablo y, como tal, propuso su diabólico plan al leñador.
- Te gusta este caballo?
-Me parece soberbio.
-Te gustaría poseerlo?
-Sí, pero es demasiado bueno para mí.
-Te podrá servir para hacerte más llevadero el trabajo.
-Sería mi solución, pero jamás podría comprarlo.
-Es tuyo si hacemos un trato.
-Cual?
-Poca cosa y a tu alcance: que me entregues tu alma aquí mismo dentro de diez años justos, a cambio de disfrutar del caballo todo ese tiempo y sacarle el mejor rendimiento que sepas.
La desesperación y sus constantes vacíos gástricos hicieron que el leñador aceptase, lo mismo que habría aceptado agarrarse a un clavo ardiendo. Y, sin pensar en lo que podría ocurrirle al cabo de los diez años establecidos, firmó con su sangre el documento que le presentaba el diablo y se llevó el caballo, que muy pronto le demostró ser tan útil que le hizo cambiar su vida de modo radical.
El caballo cargaba diez veces más leña de la que él habría podido abarcar nunca, corría diez veces más que sus piernas y le bastaba con ordenarle: "Cavall Bernat, lleva esta leña a Llobregat."
Para que el caballo se lanzase a una carrera frenética - auténticamente diabólica - y cumpliera sus órdenes sin rechistar y en un tiempo increíblemente corto. Así logró el leñador prosperar y salir de los terribles apuros por los que había pasado toda su vida para ayudar a su familia. Su pequeño negocio prosperó, comió todos los días lo suficiente y hasta llegó a amasar una humilde fortuna que, sin permitirle salir de pobre, le alejó de la miseria.
Era ya relativamente rico cuando se cumplieron los diez años establecidos. Y aquella misma mañana en que expiraba el plazo, el diablo y el leñador hicieron puntual acto de presencia en el lugar de su primer encuentro para cobrarse el primero y pagar el segundo lo que habían pactado. Pero al leñador, aterrado al pensar que le esperaba el infierno para toda la eternidad, sintió pánico en el último momento y no se le ocurrió otra cosa que invocar sollozando a Nuestra Señora para que acudiera en su ayuda. Y, apenas lo hizo, en medio de un trueno espantoso, el diablo se convirtió en un ascua y se alzó por los aires, y el caballo se lanzó al galope, casi volando peñas arriba por la montaña y, al llegar a las cumbres, se convirtió en un peñasco que parecía un dedo enhiesto señalando al cielo. Es la que llaman, desde entonces, la peña del Cavall Bernat.
RENKI EL ELEFANTE.
Ryoto, joven monje budista, se queja de no poder mantener la mente en reposo. Su mente salta sin parar, como un cabrito...
"O como un elefante salvaje", dice el viejo maestro zen.
Ryoto, al ver brillar los ojos del maestro, adivina que va a contarle una historia, y se sienta a sus pies a la sombra de un banano.
Renki era un elefante salvaje que capturaron a la edad de tres años. Cuerpo de color gris claro sin mácula, defensas largas, finas y puntiagudas, orejas de perfecta forma triangular, un hermoso macho al que su amo, un comerciante de elefantes amaestrados, esperaba vender a buen precio al señor del reino. Sujetaron a Renki a una estaca, al cabo de una cuerda muy sólida. El joven elefante empezó a debatirse con energía, con furia, coceaba, pisoteaba salvajemente la tierra con sus pesadas patas, lanzaba bramidos que partían el alma. Pero la estaca estaba bien clavada, y la cuerda era gruesa. Renki no podía soltarse ni de una ni de otra. Entonces le entró una rabia desesperada, mordía al aire, con la trompa alzada, bramando lastimeramente hacía el cielo. Se agotaba de tantos esfuerzos y gritos.
Y de repente, una mañana, Renki se serenó, ya no volvió a tirar de la cuerda, ni a maltratar el suelo a cuatro patas, no volvió a hacer temblar los alrededores con sus bramidos. Entonces el amo lo soltó. Pudo ir de un lugar a otro, llevando un barril de agua, saludando a todo el mundo, prestando servicio a la comunidad. Fue feliz y libre.
Tu pensamiento es como un elefante salvaje, dice el viejo maestro a su discípulo. Coge miedo, salta en todos los sentidos y brama a los cuatro vientos. Tu "atención"es la cuerda, y el "objeto escogido para tu meditación" es la estaca clavada en el suelo. Serena tu pensamiento, domestícalo, y conocerás el secreto de la verdadera libertad.
FIN.
Espero y deseo que os guste y os ayuden. Gracias y que paséis una muy buena semana, nos vemos la que viene.
lunes, 25 de enero de 2016
lunes, 18 de enero de 2016
EL ESPEJO MÁGICO.
Iriku había querido mucho a su padre. Ahora, el anciano se había reunido con los antepasados. A menudo, cuando trenzaba una cesta de bambú, Iriku pensaba:
"Si mi mujer no hubiese sentido tanta aversión por mi honorable padre, él hubiera sido más feliz en la vejez. Yo no hubiera vacilado en mostrarle mi afecto, mi respeto filial. Habríamos tenido largas y dulces conversaciones. Me habría contado cosas de la gente y las cosas del pasado..." Y lo embargaba la melancolía.
Un día de mercado, Iriku el cestero terminó su reserva de cestas más rápido que de costumbre. Se paseaba desocupado entre los puestos, cuando vio que había un comerciante chino que solía vender objetos extraños:
"Acércate, Iriku- dijo el comerciante-, mira qué cosa más extraordinaria tengo". Y con aire de misterio sacó de un cofre un objeto redondo y plano, cubierto de paño de seda. Lo puso entre las manos de Iriku y, con cuidado, quitó el paño. Iriku inclinó la cabeza sobre una superficie pulida y "brillante. Reconoció en su interior la imagen de su padre, tal como lo había visto en sus tiempos juveniles. Emocionado, exclamó:
"Este objeto es mágico!
-Sí- dijo el comerciante-, lo llaman espejo, y es valiosísimo!
Pero la fiebre poseía a Iriku:
"Te ofrezco todo lo que llevo encima- dijo-. Quiero este "espejo mágico" y llevarme a casa la imagen de mi amado padre".
Tras largas discusiones, Iriku dejó en el puesto del comerciante todo lo que había ganado aquella mañana.
En cuanto llegó a casa, Iriku se fue al granero y ocultó la imagen de su padre en un cofre. Los días siguientes, desaparecía, subía al granero y sacaba del cofre el "espejo mágico". Se quedaba largos momentos contemplando la imagen venerada y se sentía feliz. Su mujer no tardó en darse cuenta de su extraña conducta. Una tarde, cuando él dejó un cesto a medio hacer, ella lo siguió. Vio que subía al granero, buscaba en un cofre, sacaba un objeto desconocido y lo miraba largamente adoptando un aire de misterioso placer. Luego lo cubría con un paño y volvía a guardarlo con gestos amorosos. Intrigada, esperó hasta que se fue, abrió el cofre, encontró el objeto, apartó el paño de seda, miró y vio: "Una mujer!". Furiosa, bajó e increpó a su marido:
"Así que me engañas yéndote al granero a contemplar a una mujer diez veces al día!
- Que no!- dijo Iriku-, no te quería hablar de eso porque tú no apreciabas mucho a mi padre, pero lo que voy a ver es su imagen, y eso apacigua mi corazón.
- Miserable mentiroso!- vociferó la mujer- . La he visto con mis ojos! Lo que tienes escondido en el granero es una mujer!
- Te aseguro que..."
La discusión se fue envenenando y estaba haciéndose infernal, cuando llamó a la puerta una monja. La pareja le pidió que hiciese de árbitro. La monja subió al granero, volvió y dijo:
"Es una monja!.
FIN.
Que paséis una muy buena semana, nos vemos la que viene, gracias.
"Si mi mujer no hubiese sentido tanta aversión por mi honorable padre, él hubiera sido más feliz en la vejez. Yo no hubiera vacilado en mostrarle mi afecto, mi respeto filial. Habríamos tenido largas y dulces conversaciones. Me habría contado cosas de la gente y las cosas del pasado..." Y lo embargaba la melancolía.
Un día de mercado, Iriku el cestero terminó su reserva de cestas más rápido que de costumbre. Se paseaba desocupado entre los puestos, cuando vio que había un comerciante chino que solía vender objetos extraños:
"Acércate, Iriku- dijo el comerciante-, mira qué cosa más extraordinaria tengo". Y con aire de misterio sacó de un cofre un objeto redondo y plano, cubierto de paño de seda. Lo puso entre las manos de Iriku y, con cuidado, quitó el paño. Iriku inclinó la cabeza sobre una superficie pulida y "brillante. Reconoció en su interior la imagen de su padre, tal como lo había visto en sus tiempos juveniles. Emocionado, exclamó:
"Este objeto es mágico!
-Sí- dijo el comerciante-, lo llaman espejo, y es valiosísimo!
Pero la fiebre poseía a Iriku:
"Te ofrezco todo lo que llevo encima- dijo-. Quiero este "espejo mágico" y llevarme a casa la imagen de mi amado padre".
Tras largas discusiones, Iriku dejó en el puesto del comerciante todo lo que había ganado aquella mañana.
En cuanto llegó a casa, Iriku se fue al granero y ocultó la imagen de su padre en un cofre. Los días siguientes, desaparecía, subía al granero y sacaba del cofre el "espejo mágico". Se quedaba largos momentos contemplando la imagen venerada y se sentía feliz. Su mujer no tardó en darse cuenta de su extraña conducta. Una tarde, cuando él dejó un cesto a medio hacer, ella lo siguió. Vio que subía al granero, buscaba en un cofre, sacaba un objeto desconocido y lo miraba largamente adoptando un aire de misterioso placer. Luego lo cubría con un paño y volvía a guardarlo con gestos amorosos. Intrigada, esperó hasta que se fue, abrió el cofre, encontró el objeto, apartó el paño de seda, miró y vio: "Una mujer!". Furiosa, bajó e increpó a su marido:
"Así que me engañas yéndote al granero a contemplar a una mujer diez veces al día!
- Que no!- dijo Iriku-, no te quería hablar de eso porque tú no apreciabas mucho a mi padre, pero lo que voy a ver es su imagen, y eso apacigua mi corazón.
- Miserable mentiroso!- vociferó la mujer- . La he visto con mis ojos! Lo que tienes escondido en el granero es una mujer!
- Te aseguro que..."
La discusión se fue envenenando y estaba haciéndose infernal, cuando llamó a la puerta una monja. La pareja le pidió que hiciese de árbitro. La monja subió al granero, volvió y dijo:
"Es una monja!.
FIN.
Que paséis una muy buena semana, nos vemos la que viene, gracias.
lunes, 11 de enero de 2016
CUENTOS Y LEYENDAS : LOS PATOS MANDARINES Y EL SAMURAI.
Todas las fuentes en las que me inspiro y aprendo, provienen de personas con un espíritu fuera de lo común como son: Juan Garcia Atienza, Katharine Brigg, Henri Brunnel, Jeanne Ruland y otros muchos más a ellos todo mi agradecimiento.
Runas (El lenguaje de los dioses del hielo), Gnomos, Duendes, Elfos, Hadas y todos los espíritus elementales que pueblan el ( Reino Natural).
Los caminos que existen para entrar en contacto con la esencia de la naturaleza, se encuentran en cuentos y leyendas.
Este mundo de cuentos y leyendas desintoxica la mente, hace replantearse los modos de pensamiento, hace desaparecer los prejuicios, nos devuelve nuestra inocencia, nos establece en la armonia, en la serenidad. Son un camino de despertar, son portadores de uno de los más altos mensajes espirituales de la humanidad.
ME ACOMPAÑAS? Entonces cojamonos todos de la mano, abrid todo lo que podais los sentidos y traspasemos el umbral a este mundo mágico y misterioso de CUENTOS Y LEYENDAS.
LOS PATOS MANDARINES Y EL SAMURAI: (cuento zen)
Hace ya de eso muchos años, a orillas del lago Mimidoro, hoy llamado Mizoro, al nordeste de Kioto, vivía apaciblemente una pareja de patos mandarines. Era digno de verse, en el esplendor de la estación veraniega, al macho saltar sobre el agua y alzar el vuelo, con sus bigotes naranja, su pico rojo oscuro y sus magníficas alas frisadas. Doña pata y los niños, vestidos de modesto gris, incluso el mayor, que todavía llevaba el plumaje juvenil, no apartaban los ojos de él. De noche, saciados y dormidos los patitos, don Pato, con un tierno picotazo en la mejilla blanca y graciosa, daba las buenas noches a su esposa y, en el hueco del árbol que les servía de casa, toda la familia entraba en el país de los sueños.
Al año siguiente, con los primeros días de primavera, llegó un joven samurái que fue a instalar su cabaña a orillas del estanque. Su mujer estaba esperando su primer hijo. Eran pobres. El samurái había tenido que comprarse el equipo: los pantalones bombachos, las botas, los manguitos metálicos y la coraza de cuatro lienzos. Su mujer le había confecionado la venda de resolución, su madre había ahorrado muchos años para ofrecerle las dos espadas tradicionales, la larga y la corta. Pero no tenía todavía la aterradora máscara destinada a atemorizar al enemigo. Esperaba que algún noble señor lo tomase a su servicio. Aquella noche, su mujer lo despertó y le dijo:
"Tierno esposo mío, ya sé que somos pobres, y no quisiera importunaros, pero llevo un tiempo sintiendo un deseo irresistible de comer carne, y temo que vuestro hijo se resienta de ello".
El joven samurái no dijo palabra. Tomó su arco y salió en la noche. Se apostó al borde del estanque, al acecho de alguna presa. Por casualidad, el pato mandarín estaba dando un paseo nocturno. A comienzos de primavera, el nido aún está vacío, y él pensaba en el duro trabajo de verano que le esperaba, cuando hubiera que alimentar a toda la familia. El samurái distinguió sus alas frisadas, que brillaban bajo la luna. Lanzó una flecha y lo mató. Se lo llevó en un saco y, llegado a casa, lo colgó de un palo, delante de la cabaña. Volvió luego a su lecho y se dormió.
Un ruido insólito lo sacó del sueño. Una especie de "tap, tap!", como un aleteo "Eso es que el pato sólo está herido- pensó- y se debate colgado del palo al que lo he sujetado". Tomó un cuchillo y salió. El pato mandarín estaba bien muerto, colgando boca abajo. Pero había acudido su hembra y batía las alas sobre él. El samurái hizo brillar la lámina del cuchillo y lo levantó. La pata mandarina no se movió de allí. Entonces él hizo un fuego para asarlos a los dos, al macho y a la hembra. La pata seguía agitando las alas, indiferente a su suerte, llorando a su esposo muerto. El samurái quedó entonces embargado por un sentimiento desconocido. Fue a ver a su mujer, le mostró el espectáculo de aquel amor conyugal, y su esposa lloró.
"No comería de esa carne por nada en el mundo", le dijo.
Cuentan las antiguas crónicas que el samurái se cortó el moño de guerrero y se hizo monje. Llevó una vida ejemplar, protegiendo a los animales, preocupándose por el menor insecto, y su nombre se venera desde entonces. Así nos lo han transmitido entre las cosas del pasado.
FIN.
Que paséis una muy buena semana, nos vemos la semana que viene, Gracias por estar ahí.
Runas (El lenguaje de los dioses del hielo), Gnomos, Duendes, Elfos, Hadas y todos los espíritus elementales que pueblan el ( Reino Natural).
Los caminos que existen para entrar en contacto con la esencia de la naturaleza, se encuentran en cuentos y leyendas.
Este mundo de cuentos y leyendas desintoxica la mente, hace replantearse los modos de pensamiento, hace desaparecer los prejuicios, nos devuelve nuestra inocencia, nos establece en la armonia, en la serenidad. Son un camino de despertar, son portadores de uno de los más altos mensajes espirituales de la humanidad.
ME ACOMPAÑAS? Entonces cojamonos todos de la mano, abrid todo lo que podais los sentidos y traspasemos el umbral a este mundo mágico y misterioso de CUENTOS Y LEYENDAS.
LOS PATOS MANDARINES Y EL SAMURAI: (cuento zen)
Hace ya de eso muchos años, a orillas del lago Mimidoro, hoy llamado Mizoro, al nordeste de Kioto, vivía apaciblemente una pareja de patos mandarines. Era digno de verse, en el esplendor de la estación veraniega, al macho saltar sobre el agua y alzar el vuelo, con sus bigotes naranja, su pico rojo oscuro y sus magníficas alas frisadas. Doña pata y los niños, vestidos de modesto gris, incluso el mayor, que todavía llevaba el plumaje juvenil, no apartaban los ojos de él. De noche, saciados y dormidos los patitos, don Pato, con un tierno picotazo en la mejilla blanca y graciosa, daba las buenas noches a su esposa y, en el hueco del árbol que les servía de casa, toda la familia entraba en el país de los sueños.
Al año siguiente, con los primeros días de primavera, llegó un joven samurái que fue a instalar su cabaña a orillas del estanque. Su mujer estaba esperando su primer hijo. Eran pobres. El samurái había tenido que comprarse el equipo: los pantalones bombachos, las botas, los manguitos metálicos y la coraza de cuatro lienzos. Su mujer le había confecionado la venda de resolución, su madre había ahorrado muchos años para ofrecerle las dos espadas tradicionales, la larga y la corta. Pero no tenía todavía la aterradora máscara destinada a atemorizar al enemigo. Esperaba que algún noble señor lo tomase a su servicio. Aquella noche, su mujer lo despertó y le dijo:
"Tierno esposo mío, ya sé que somos pobres, y no quisiera importunaros, pero llevo un tiempo sintiendo un deseo irresistible de comer carne, y temo que vuestro hijo se resienta de ello".
El joven samurái no dijo palabra. Tomó su arco y salió en la noche. Se apostó al borde del estanque, al acecho de alguna presa. Por casualidad, el pato mandarín estaba dando un paseo nocturno. A comienzos de primavera, el nido aún está vacío, y él pensaba en el duro trabajo de verano que le esperaba, cuando hubiera que alimentar a toda la familia. El samurái distinguió sus alas frisadas, que brillaban bajo la luna. Lanzó una flecha y lo mató. Se lo llevó en un saco y, llegado a casa, lo colgó de un palo, delante de la cabaña. Volvió luego a su lecho y se dormió.
Un ruido insólito lo sacó del sueño. Una especie de "tap, tap!", como un aleteo "Eso es que el pato sólo está herido- pensó- y se debate colgado del palo al que lo he sujetado". Tomó un cuchillo y salió. El pato mandarín estaba bien muerto, colgando boca abajo. Pero había acudido su hembra y batía las alas sobre él. El samurái hizo brillar la lámina del cuchillo y lo levantó. La pata mandarina no se movió de allí. Entonces él hizo un fuego para asarlos a los dos, al macho y a la hembra. La pata seguía agitando las alas, indiferente a su suerte, llorando a su esposo muerto. El samurái quedó entonces embargado por un sentimiento desconocido. Fue a ver a su mujer, le mostró el espectáculo de aquel amor conyugal, y su esposa lloró.
"No comería de esa carne por nada en el mundo", le dijo.
Cuentan las antiguas crónicas que el samurái se cortó el moño de guerrero y se hizo monje. Llevó una vida ejemplar, protegiendo a los animales, preocupándose por el menor insecto, y su nombre se venera desde entonces. Así nos lo han transmitido entre las cosas del pasado.
FIN.
Que paséis una muy buena semana, nos vemos la semana que viene, Gracias por estar ahí.
domingo, 3 de enero de 2016
QUÉ ES LO MÁGICO? EL MUNDO MÁGICO Y EL CUENTO DE AINSEL.
Había una madre que no conseguía que su hijo pequeño regresara a casa de jugar antes del anochecer. Para asustarlo, le dijo que había unos espíritus que salían al camino tan pronto se ponía el sol. Desde aquel momento, el niño ya no volvió a retrasarse. Pero, cuando creció, tenía tanto miedo a la oscuridad y a los espíritus que no había manera de que saliera de noche. Entonces su madre le dio una medalla y lo convenció de que, mientras la llevara consigo, los espíritus no se atreverían a atacarlo. El muchacho salió a la oscuridad bien asido a su medalla. Su madre había conseguido que, además del miedo que tenía a la oscuridad y a los espíritus, se le uniese el miedo a perder la medalla.
Cuento recogido por Tony de Mello, profeta, maestro,guru, jesuita y espléndido narrador de cuentos.
Durante mucho tiempo me he hecho la misma pregunta, ¿Qué es el mundo mágico? cuando llevas buscando la respuesta tanto tiempo un día llega a través de alguien, ese alguien es ahora un buen amigo de viaje, Juan García Atienza, un incansable investigador de nuestras raíces que nos guía a través de hermosas,sorprendentes e inquietantes leyendas mágicas recogidas a lo largo y ancho de la geografía española. Desde historias de amor con seres de otros mundos, hasta construcciones hechas por manos invisibles, pasando por encantamientos y maldiciones.
¿Que es lo mágico?
En primera instancia, todo aquello de cuya realidad tenemos una conciencia más o menos clara, pero cuya explicación verosímil escapa a los esquemas racionales. Son mágicos los comportamientos que no responden al sentido común cotidiano, los acontecimientos que no discurren conforme a la razón habitual, los personajes que no actúan según los dictados usuales de la conducta. Todos estos fenómenos, reunidos, constituyen "El mundo mágico".
Y ese mundo convive con el otro, el que reconocemos como lógico, en un acto de íntima fraternidad que difícilmente seríamos capaces de concebir y entender con la sola ayuda de la razón. Por ello nos cuesta admitirlo sin reticencias, porque somos incapaces de explicarlo tal como se nos ha enseñado que deben explicarse el porqué de las cosas, los sucesos y las reacciones del ser humano.
No solemos admitir que lo mágico pudiera encajar como un zapato en los parámetros de la existencia cotidiana. Antes bien, los condicionamientos mentales que rigen nuestra vida diaria nos han obligado a rechazarlo, a ignorarlo e incluso a negar sistemáticamente su evidencia. Hemos confundido la magia con la fantasía o, algo que es aún más grave, lo hemos identificado con un error de percepción. Cuando de pronto nos tropezamos con su realidad, pensamos en alucinaciones y tratamos de apartarlo de la mente. Sin embargo, lo queramos o no, su presencia dormita en nuestro subconsciente y despierta periódicamente, como una verdad que se intuye y que ninguna lógica puede rechazar, por más que lo intentemos con toda la fuerza de nuestro raciocinio.
AINSEL:
Una viuda y su hijito vivían en una cabaña cerca de Rothley,(Inglaterra). El niño detestaba irse a dormir temprano y, una noche, estaba tan animado que su madre se fue sola a la cama y lo dejó jugando. Le advirtió que las hadas podían llevárselo si se quedaba despierto hasta muy tarde, pero el pequeño se río, así que ella apagó la vela y lo dejó que jugara a la luz de la lumbre. Al cabo de un rato, una encantadora hadita bajó flotando por la chimenea.
¿Como te llamas?- preguntó el niño embelesado.
-Ainsel- respondió el hada- ¿Y tú, cómo te llamas?
-Yoainsel- dijo el niño.
Y juntos empezaron a jugar alegremente. Al poco rato, el fuego comenzó a apagarse y el niño lo avivó tan bruscamente que una brasa salió volando y le quemó el pie a Ainsel. Ella lanzó un grito espantoso y el niño, asustado, se escondió detrás de la pila de leña. En ese instante bajó por la chimenea, con gran estruendo, un hada vieja y horrible.
¿Qué os ocurre, querida?- exclamó.
¡Me han quemado, madre, me han quemado! respondió la diminuta criatura.
¿Quién os ha hecho daño?- preguntó el hada madre- ¡Lo castigaré!
¡Yoainsel!
¿Vos? ¿Pero qué decís? - exclamó la anciana- ¿Y por qué habéis gritado de esa manera entonces? ¡Fuera, salgamos de aquí! - y cogiendo a la hadita la subió por la chimenea.
El niño pegó un salto hasta la cama de su madre y se tapó la cabeza con las mantas. Pasarían muchas noches antes de que volviera a quedarse despierto.
FIN.
Buenos días y bienvenidos al nuevo año, que consigáis vuestros propósitos. Muchas gracias por estar de nuevo aquí, nos vemos la semana que viene, que tengáis una muy buena semana.Hasta pronto.
Cuento recogido por Tony de Mello, profeta, maestro,guru, jesuita y espléndido narrador de cuentos.
Durante mucho tiempo me he hecho la misma pregunta, ¿Qué es el mundo mágico? cuando llevas buscando la respuesta tanto tiempo un día llega a través de alguien, ese alguien es ahora un buen amigo de viaje, Juan García Atienza, un incansable investigador de nuestras raíces que nos guía a través de hermosas,sorprendentes e inquietantes leyendas mágicas recogidas a lo largo y ancho de la geografía española. Desde historias de amor con seres de otros mundos, hasta construcciones hechas por manos invisibles, pasando por encantamientos y maldiciones.
¿Que es lo mágico?
En primera instancia, todo aquello de cuya realidad tenemos una conciencia más o menos clara, pero cuya explicación verosímil escapa a los esquemas racionales. Son mágicos los comportamientos que no responden al sentido común cotidiano, los acontecimientos que no discurren conforme a la razón habitual, los personajes que no actúan según los dictados usuales de la conducta. Todos estos fenómenos, reunidos, constituyen "El mundo mágico".
Y ese mundo convive con el otro, el que reconocemos como lógico, en un acto de íntima fraternidad que difícilmente seríamos capaces de concebir y entender con la sola ayuda de la razón. Por ello nos cuesta admitirlo sin reticencias, porque somos incapaces de explicarlo tal como se nos ha enseñado que deben explicarse el porqué de las cosas, los sucesos y las reacciones del ser humano.
No solemos admitir que lo mágico pudiera encajar como un zapato en los parámetros de la existencia cotidiana. Antes bien, los condicionamientos mentales que rigen nuestra vida diaria nos han obligado a rechazarlo, a ignorarlo e incluso a negar sistemáticamente su evidencia. Hemos confundido la magia con la fantasía o, algo que es aún más grave, lo hemos identificado con un error de percepción. Cuando de pronto nos tropezamos con su realidad, pensamos en alucinaciones y tratamos de apartarlo de la mente. Sin embargo, lo queramos o no, su presencia dormita en nuestro subconsciente y despierta periódicamente, como una verdad que se intuye y que ninguna lógica puede rechazar, por más que lo intentemos con toda la fuerza de nuestro raciocinio.
AINSEL:
Una viuda y su hijito vivían en una cabaña cerca de Rothley,(Inglaterra). El niño detestaba irse a dormir temprano y, una noche, estaba tan animado que su madre se fue sola a la cama y lo dejó jugando. Le advirtió que las hadas podían llevárselo si se quedaba despierto hasta muy tarde, pero el pequeño se río, así que ella apagó la vela y lo dejó que jugara a la luz de la lumbre. Al cabo de un rato, una encantadora hadita bajó flotando por la chimenea.
¿Como te llamas?- preguntó el niño embelesado.
-Ainsel- respondió el hada- ¿Y tú, cómo te llamas?
-Yoainsel- dijo el niño.
Y juntos empezaron a jugar alegremente. Al poco rato, el fuego comenzó a apagarse y el niño lo avivó tan bruscamente que una brasa salió volando y le quemó el pie a Ainsel. Ella lanzó un grito espantoso y el niño, asustado, se escondió detrás de la pila de leña. En ese instante bajó por la chimenea, con gran estruendo, un hada vieja y horrible.
¿Qué os ocurre, querida?- exclamó.
¡Me han quemado, madre, me han quemado! respondió la diminuta criatura.
¿Quién os ha hecho daño?- preguntó el hada madre- ¡Lo castigaré!
¡Yoainsel!
¿Vos? ¿Pero qué decís? - exclamó la anciana- ¿Y por qué habéis gritado de esa manera entonces? ¡Fuera, salgamos de aquí! - y cogiendo a la hadita la subió por la chimenea.
El niño pegó un salto hasta la cama de su madre y se tapó la cabeza con las mantas. Pasarían muchas noches antes de que volviera a quedarse despierto.
FIN.
Buenos días y bienvenidos al nuevo año, que consigáis vuestros propósitos. Muchas gracias por estar de nuevo aquí, nos vemos la semana que viene, que tengáis una muy buena semana.Hasta pronto.
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