viernes, 18 de noviembre de 2016

EL VENDEDOR DE CUENTAS Y LA HERMANA DE UNA GENIO. "Recogido del libro El Zapatero Astrólogo"

      Había una vez un vendedor de cuentas que tenía una hermosa mujer llamada Nora. Era tiempo de feria y Mahbub, que así se llamaba el vendedor, estaba con su mercancía en la plaza, enfrente del palacio, cuando el sultán, asomado en la ventana, vio a Nora de pie junto a su marido, con el velo revoloteando en torno a su cara y collares de cuentas brillantes pendiendo de sus brazos.
      -¡A fe mía que esa criatura tiene el rostro más bello que nunca vi! No existe una mujer así en todo mi palacio. Tengo que casarme con ella.
      Y mandó llamar a su gran visir.
     -¡Visir! Tráeme a la mujer del vendedor de cuentas. Debo tenerla en mi palacio, y para ello su marido debe de morir.
     -¡Que vivas eternamente, oh sultán! Encontraremos un medio de librarnos del vendedor de cuentas, pero no debemos matarlo pues el pueblo se levantaría contra vos y tendríais que huir. Por eso, si su Majestad quisiera oírme, puedo sugerirle un plan.
      -¡Claro visir! Habla sin tardanza y sin omitir ningún detalle.
      -¡Soberano del mundo! Hay que ordenar al vendedor de cuentas que haga una cortina tan larga como para ser colgada detrás del trono. En caso de que no consiga hacerla en el plazo de siete días, lo que ciertamente acontecerá, pues ¿cómo un simple vendedor de cuentas puede fabricar tal cortina para el palacio del sultán?, pagará con su vida. De esta forma se verá obligado a salir del reino, y entonces podrás tomar como esposa con toda legalidad, a su pobre mujer abandonada.
      El sultán soltó una enorme carcajada y dijo:
       -¡Excelente! Haz que el plan se ponga en práctica inmediatamente.
      Y así aconteció que Mahbub estaba voceando sus  mercancías cuando el gran visir se le acercó y le tocó el hombro con un bastón de oro. Cuando Mahbub y su esposa se hallaron frente al dignatario de la corte, aterrorizados ante la proximidad de tal magnificiencia, el visir habló:
      -Ven conmigo a palacio inmediatamente; el sultán me ha confiado que le gustaría que fueras tú el que realizases una tarea importante.
      -¿Yo? ¿hacer una tarea importante para el sultán?
   Pero, ¿acaso puedo hacer alguna cosa digna del sultán?
     -dijo asustado Mahbub.
     Deja tus cuentas y sígueme -concluyó el visir.
   Mahbub dejó su tarea en manos de su mujer y fue tras él. En el palacio, el visir le enseñó la enorme ventana de sesenta metros de alto por sesenta de ancho que se hallaba detrás del trono.
      -Su Majestad, que es fuente de sabiduría y manantial de conocimiento, ha decretado que tú debes hacer una cortina para esa ventana -le comunicó el visir.
      -¡Que Dios sea mi juez! -sollozó Mahbub-. Si ni siquiera sé tejer ni hilar. Apenas soy un humilde vendedor de cuentas. ¿Cómo puedo hacer tal empresa para su Majestad?
      Tienes siete días para hacerla. Si al final de ese plazo no has realizado la tarea encomendada, pagarás con tu vida -amenazó el visir, despidiendo a Mahbub con un gesto displicente.
      Cuando el vendedor de cuentas volvió a su tienda, su mujer le preguntó:
       -¿Qué es lo que quiere el sultán que hagas?
       -Quiere que le fabrique una enorme cortina, y seguro que no seré capaz de hacerla en el plazo de siete días que me ha dado. No tengo otra salida que huir para salvar mi vida, pues si me quedo me ejecutarán.
      -No tengas miedo, marido mío. Te diré lo que vamos ha hacer. En realidad yo soy la hermana de un genio que vive en el pozo que está detrás del portón roto. Ve hasta allí y asomándote grita dentro: "¡Oh, hermana de Nora, su hermana le envía saludos! ¡Deme una rueca mágica para hilar y el telar encantado, pues ella los necesita!".
      Mahbub fue tan deprisa como le permitían sus piernas en dirección al portón en ruinas y gritó en el pozo:
      -¡Oh, hermana de Nora, su hermana le envía saludos! ¡Deme una rueca mágica para hilar y el telar encantado, pues ella los necesita!
      Tan pronto como sus palabras salieron de su boca, los objetos mencionados aparecieron al borde del pozo. El vendedor de cuentas los cogió y se los llevó a su mujer. Ella se encerró en un cuarto y permaneció hilando y tejiendo toda la noche. Cuando el primer gallo cantó, salió del cuarto exhausta y permaneció durmiendo durante todo el día.
      Y así ocurrió todos los días: por la noche se oía el sonido de la rueca y del telar y durante el día se entregaba al sueño. El último día del plazo, cuando los gallos cantaban anunciando el amanecer, Nora salió del cuarto con una cortina de sesenta metros de largo por sesenta de ancho en sus brazos, hecha del más bonito tejido azul oscuro, brillante como un cielo nocturno iluminado por mil estrellas. Mahbub la miró con asombro y alegría.
      -Nora, mujer. ¿Qué maravilla es ésta? Es una cortina digna de las paredes del palacio más lujoso. ¡Que las bendiciones desciendan sobre ti! Mi vida está salvada.
      Y cuando el sol estaba alto, Mahbub se puso sus mejores ropas y tomó rumbo al palacio, donde pidió ser recibido por el gran visir.
      Al ver el maravilloso material, el visir se quedó mudo de asombro e hizo que los siervos colocaran de inmediato la fabulosa cortina detrás del trono. Mahbub volvió a casa con una bolsa llena de oro que el propio sultán le dio al ver el asombroso tejido de aquel paño.
      -¿Y ahora qué hacemos? -preguntó el sultán-. El vendedor de cuentas resultó más listo que nosotros. Ya no puedo ejecutarlo y no puedo quitarme de la cabeza a la mujer de ese maldito hombre.
      -¡Que su Majestad viva para siempre! Tengo una cosa en mente que él nunca podrá hacer. Deme una semana y lo lograré.
      Al día siguiente, el vendedor de cuentas estaba vendiendo sus mercancías con su mujer cuando de nuevo apareció el gran visir.
      -¡Oh, vendedor de cuentas! Su Magnífica Majestad me pide que te haga saber que, si en el plazo de una semana no llevas a palacio un bebé de siete días de edad que sea capaz de contar una historia al sultán en su cámara de audiencias, perderás la vida.
      Y dicho esto, se volvió por donde había venido.
     Esta vez el vendedor de cuentas cayó en la más profunda desesperación.
      -¡Mujer, mujer! -gritó bañado en lágrimas- El sultán me envía una orden imposible. ¿Cómo puedo encontrar en una semana un bebé de siete días que sea capaz de contar al sultán una historia en la cámara de audiencias? Es una sentencia de muerte. Debo huir esta misma noche para salvar mi vida, y nunca más podré verte.
      -Óyeme, marido. Recuerda lo que te conté la otra vez. Mi hermana es una genio y ya nos ayudó con la cortina. Quédate tranquilo y en siete días ve de nuevo al pozo y grita: "¡Oh, hermana de Nora, su hermana la saluda! Necesitamos a su bebé de siete días por una noche".
      Al fin llegó el último día de la semana y Mahbub, que ya no podía contener su impaciencia, corrió hacia el pozo y dijo lo que su mujer le había indicado:
      -¡Oh, hermana de Nora, su hermana la saluda! Necesitamos a su bebé de siete días por una noche.
      Al momento oyó una voz que le decía: "Recoge el cubo". Así lo hizo, y con gran asombro vio que dentro del cubo había un bebé envuelto en pieles. Lo cogió, lo llevó a su casa y le preguntó a su mujer qué debía hacer.
      -Llévalo a la cámara de audiencias, pues el sultán y todos los cortesanos te están esperando.
     Entonces ella habló al oído de la criatura en el nombre de Dios, y Mahbub partió hacia el palacio. Todos los cortesanos le abrieron paso cuando llegó a palacio, y el sultán lo estuvo mirando con gran expectación hasta que se acercó a él y acomodó al pequeño en un almohadón.
      -Este niño puede hablar- dijo el visir muy nervioso.
      -¿Y tiene siete días de edad? -preguntó el sultán.
      -Sí, Majestad, y os contará una historia cuando se haga silencio.
     No se oía ni un murmullo en la amplia cámara de audiencias mientras el bebé intentaba sentarse. Luego abrió la boca como si fuera hablar.
      -¡Qué absurdo! -dijo el sultán- ¡Es un recién nacido! No será capaz de contarnos una historia. Si ni siquiera sabrá llorar.
      En ese momento el pequeño consiguió sentarse derecho encima del almohadón y se dirigió al sultán:
      -¡Oh, generoso sultán, fuente de conocimiento! ¿Puedo hablar?
     El sultán estaba tan espantado que apenas consiguió inclinar su cabeza en señal de asentimiento. El bebé continuo:
      -Érase una vez un hombre que compró un melón en el mercado con una moneda de cobre. Al abrir el melón descubrió que había una ciudad dentro, de manera que descendió hasta ella y comenzó a caminar intentando descubrir qué tipo de lugar era aquel. Cuando llegó a un patio buscando a alguien a quien preguntar, vio algo extraño: las gallinas cantaban y los gallos ponían huevos. Un hombre le indicó el camino de una casa de comidas donde podría alimentarse. Pero en lugar de ser él quien pagara por lo que había comido y bebido, fue el dueño de la casa de comidas el que le dio una pieza de oro por su consumición. En ese momento se armó un gran revuelo en la calle y le dijeron que estaba pasando el rey. Todas las personas de esa ciudad llevaban ropas de seda riquísimas, pero cuando vio al rey comprobó que vestía trapos y harapos.
      -¡Basta,basta! No puedo oír una sola palabra más de esta historia, que es la más absurda de cuantas he oído. ¿Quién ha oído hablar jamás de una ciudad en un melón, de dueños de casas de comida que paguen a sus clientes, de gallinas que cantan como gallos, o de un rey que vista harapos en tanto que su pueblo viste sedas?
      -Su Magnífica Majestad, ¿y quién ha oído hablar jamás de un rey que se casara con la esposa de un humilde vendedor de cuentas?
      Tras oír la pregunta del bebé, el sultán soltó una enorme carcajada que brotaba desde el fondo de su corazón. En ese momento cesó su pasión por la mujer del vendedor de cuentas.
      Hizo una señal para que Mahbub se llevara a la criatura y aquel agradeció a Dios su liberación. Enseguida llevó al bebé de vuelta con su madre, la genio, y se mudó con su mujer a otra ciudad.
      FIN.

                                                                    ******

      Muchas, muchas gracias por estar ahí, espero y es mi deseo arrojar un rayo de luz en vuestro interior, Qué disfrutéis los buenos momentos que el universo nos regala. Un fuerte abrazo para tod@s.

     

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