lunes, 28 de noviembre de 2016

LA ABADÍA DE CARUCEDO. Por "Juan García Atienza"

      Si tomamos el camino que conduce a Orense desde Ponferrada, a pocos kilómetros de esta localidad y junto al paraje minero de Las Médulas, que explotaron los romanos, se encuentra la laguna de Carucedo, ocupando el mismo lugar en el que, según una leyenda popular leonesa, se levantaba en los más oscuros tiempos medievales una de las abadías más importantes del territorio cristiano peninsular. Las crónicas ni siquiera  la consignan, pero dice el pueblo que los buenos monjes de aquel cenobio llegaron a constituir el auténtico espíritu de la comarca y que todos los habitantes del contorno los conocían y respetaban, no tanto por sus virtudes cristianas, que eran muchas, como por su aportación espiritual y material al progreso de aquella tierra, que se volvió fértil gracias a las obras de riego emprendidas en los ríos y arroyos vecinos por aquellos cenobitas, que sólo se dedicaban a sembrar el bien en torno suyo, ayudando a los pobres, enseñando a los campesinos y procurando por la salvación, tanto de sus almas como de sus estómagos.
      En una ocasión, los monjes llegaron a rizar el rizo de su espíritu compasivo acogiendo entre ellos a un niño cuyos padres habían muerto trágicamente al traerlo al mundo. El niño creció entre los cenobitas y todos ellos lo consideraron como el hijo añorado que sus votos les impedía engendrar. Pero nunca, ni de niño ni pasados los años y entrado en la edad adulta, le presionaron para que se hiciera monje como ellos. El muchacho, por su parte, les correspondía aportándoles todo su cariño, pero le tiraba más la vida de este mundo y el estado de emparejamiento al que se sienten destinados casi todos los humanos.
      Su meta inmediata, llegado el instante del despertar de la vida, fue casarse con la hija de unos buenos campesinos que vivían en las cercanías de la abadía. Y en todo momento, tanto los monjes como los padres de la muchacha vieron con buenos ojos aquel proyecto. Pero sucedió que no todo era agua de rosas en aquel dulce y tranquilo discurrir de la vida en la aldea que se había acogido a la protección de los monjes. Y el motivo fue que el noble propietario del cercano castillo de Cornatel, cuyas ruinas aún se alzan como sombras fantasmales por aquellos parajes, se fijó un mal día en la muchacha y, como señor que era de horca y cuchillo en ejercicio, concibió el deseo de llevársela consigo y hacerla suya, por las buenas o por las bravas, aun contando con que habría de despertar la protesta de todos: monjes, padres, prometido y la totalidad del pueblo. Y, naturalmente, sin contar tampoco con el consentimiento de la muchacha misma, a la que sabía enamorado del ahijado de los monjes. La cólera del muchacho fue la más peligrosa, porque, al darse cuenta de las intenciones del castellano, se juró a sí mismo que el señor tendría que pasar sobre su propio cadáver antes de salirse con la suya.
      Y así sucedió que, un buen día, mientras cazaba por los alrededores de aquellos parajes monásticos, el noble señor de Cornatel fue alevosamente atacado por alguien que lo asesinó a sangre fría y que dejó abandonado su cadáver en la zona agreste del paraje de Las Médulas, hasta que por fin fue encontrado por sus servidores, que habían salido en su búsqueda al comprobar al cabo de tres días su más que sospecha ausencia. Y como sucedió, al mismo tiempo, que el muchacho enamorado desapareció por entonces de la abadía sin dejar el menor rastro, las sospechas de todos recayeron sobre su persona, en la creencia colectiva de que, sin duda, había sido él el asesino del caballero.
      Pasaron largos años, durante los cuales el muchacho se convirtió en un hombre hecho y derecho muy lejos del lugar donde había discurrido su infancia y se habían roto sus ilusiones. Parece que combatió a los moros a las órdenes directas del rey de León. Pero en su ausencia nunca dejó de recordar aquellos tiempos de su pasado y un día, muchos años después, regresó a aquellos parajes dispuesto a recuperar sus ilusiones perdidas.
      Lo primero que hizo al llegar fue buscar discretamente a su amada, sin darse a conocer de nadie; pero tampoco nadie, ni campesino ni monje supo darle razón de su paradero. Todo lo más que pudo averiguar fue que un mal día se había marchado de allí acompañada de sus padres. Convencido finalmente de que no volvería a verla, rotas definitivamente sus más íntimas ilusiones, se acercó al monasterio y, sin ser tampoco reconocido por los monjes, solicitó profesar como religioso. Sometido a las correspondientes pruebas devotas y comprobada su sinceridad, fue admitido de buen grado en el seno de la comunidad. Allí dio muestras de un auténtico fervor religioso y de una profunda sabiduría, y en pocos años, gracias a su inteligencia y a sus virtudes, se ganó el respeto y la confianza de todos y llegó a convertirse en abad del cenobio.
      Su vida discurría plácida y tranquila, entregado como estaba a la piedad, al trabajo y a las buenas obras. Nada importante llegó nunca a turbar la paz del lugar, hasta que cierta noche llegaron al monasterio unos labradores atemorizados por la presencia de una criatura fantasmal que no sabían explicar si era una fiera o una aparición procedente del infierno. El abad, convencido de que aquellos campesinos se habían confundido en sus miedos, se prestó a acompañarlos en persona para ahuyentar con oraciones cualquier peligro que pudiera rondar por las cercanías. Se adentraron todos por el laberinto de Las Médulas, la antigua mina romana, y muy pronto atisbaron, en la oscuridad, la figura retorcida de una mujer a la que los campesinos confundieron con una bruja que habría venido a entregarles a todos a las iras del mismísimo demonio. Todos echaron a correr aterrados ante aquella aparición. El abad, sin embargo, adivinó algo instintivamente. En un arranque de intuición supo quién podía ser aquel ente fantasmal, que no era otro que la dulce prometida a la que había tenido que abandonar tantos años atrás, después de librarla de las garras del lujurioso señor de Cornatel. Ahora, la muchacha era un horrible fantasma de lo que fue; vestía como una penitente y, sometida a las abstinencias y a la soledad extrema de los montes, que ella misma se había impuesto, casi había llegado a perder la razón. Sin embargo, al ver acercarse al abad, reconoció también en él al amado que la abandonó. Y ambos, resucitada milagrosa y repentinamente la pasión que creían haber perdido y sin poder contener la alegría de aquel reencuentro, se confundieron en un apasionado abrazo en el que ni siquiera supieron ver el terrible pecado que estaban cometiendo, al olvidar la ley establecida por Dios y romper los votos que cada cual, por su cuenta, se había comprometido a cumplir.
      Con la loca alegría de su reencuentro, a punto estaban de ver realizado aquel amor contenido durante tantos años cuando se levantó de súbito un viento terrible, sonaron espantosos truenos que no venían del cielo, sino del interior mismo de la tierra, surgió una llamarada como el estallido de un volcán en lo alto de la montaña y, partiéndose las rocas en mil pedazos, brotó una impresionante catarata que, en pocos minutos y sin respetar vidas ni haciendas, anegó de agua todo el valle, convirtiendo en poco tiempo aquel lugar en un gran lago en cuyo fondo quedó presa la abadía y enterrados en el barro todos los que vivían en las cercanías.
      Cuando las aguas se calmaron y el barro se sedimentó, quedaba para siempre en aquel lugar sólo el recuerdo de lo que había sido. El lago se volvió transparente y silenciosa tumba de toda la vida que había latido en el valle. Y todos los aniversarios del desastre sonaron, desde el fondo de las aguas, las campanas del monasterio, que no se saben si clamaban por el pecado que cometió su abad o celebraban el reencuentro de los dos amantes que provocaron aquel desastre sin siquiera quererlo.
              FIN.

                                                                           ******

       Desearos una muy buena semana, espero que os haya gustado y hasta la semana que viene. Muchas gracias por estar ahí y que disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. Un abrazo.

domingo, 27 de noviembre de 2016

¡DESPROGRÁMATE! ¡SÉ TÚ MISMO! Por "Anthony de Mello".

      Lo importante es ser capaz es darte cuenta de que no eres más que un "yoyo", siempre de arriba para abajo, según tus problemas, disgustos o depresiones; que eres incapaz de mantener una estabilidad. Darte cuenta de que te pasas la vida a merced de personas, de cosas o de situaciones. Que te manipulan o que tú puedes manipular. Que no eres dueño de ti ni capaz de mirar las situaciones con sosiego, sin enfados ni ansiedad.

      Toda esa actitud, sólo depende de tu programación. Estamos programados desde niños por las conveniencias sociales, por una mal llamada educación y por lo cultural. Vivimos por ello programados y damos las respuestas esperadas ante situaciones determinadas, sin pararnos a pensar qué hay de cierto en la situación y si es consecuente, a lo que yo de verdad soy, esa respuesta habitual y mecánica.

      Tenemos programadas ideas convencionales y culturales, que tomamos como verdades cuando no lo son. Como la idea de patria, de fronteras y hábitos culturales que nos llevan a conflictos cuando nada tienen que ver con la verdad.

      ¡DESPROGRAMATE!

        Cuando venía hacia aquí, en el avión, me dijeron: "Mira, ya salimos de la India, ahí está la frontera". Yo me asomé y por más que miraba no vi ni una línea, ni una barrera natural de separación. ¿Es que existen las fronteras en la naturaleza? No están más que en nuestra mente. Toda tierra es de todos, y toda cultura no es más que ideas que nos separan.

      "Hubo un niño blanco que se perdió en la selva y se crió con una tribu de cultura distinta. Cuando creció se casó con una nativa de aquella cultura. Ocurrió que una amiga de su mujer se le murió su marido en una guerra, y aquella noche, al pensar en su amiga sola, la mujer nativa le dijo a su marido blanco: Oye, me gustaría que fueses a consolar a mi amiga, que está sola, y como ya no tiene marido te acostases con ella. El marido, que recordaba aún rasgos de su cultura, se negaba horrorizado, pero al final complació a su mujer. Cuando volvió, la mujer le dijo: "Ya sabía que eras un buen hombre y ahora te quiero más, porque eres compasivo y me siento orgullosa de Ti".

      ¡Qué bella cultura, pero que difícil de entender y de seguir para nosotros!. No existe separación en las razas, sólo distintas culturas programadas en nuestras mentes. En la naturaleza no existen fronteras. El honor, el éxito y el fracaso no existen, como tampoco la belleza ni la fealdad, porque todo consiste en una manera de ver de tu cultura. Es lo cultural lo que provoca esas emociones ante el nombre de patria, raza, idioma o pueblo. Son distintas formas de ver que están programadas en nuestra mente. La patria es el producto de la política, y la cultura es la manera de indoctrinarte.

      Cuando eres un producto de tu cultura, sin cuestionarte nada, te conviertes en un robot. Tu cultura, tu religiosidad y las diferencias raciales, nacionales o regionales te han sido estampadas como un sello y lo tomas como algo real. Te enseñaron una religiosidad y una forma de comportarte que no has elegido tú, sino que te vino impuesta desde fuera, antes de que tuvieras edad o discernimiento para decidir, y sigues así, con ella colgada, como una piedra al cuello.

      Sólo lo que nace y se decide desde adentro es auténtico y te hace libre. Lo que haces como hábito y que no puedes dejar de hacer porque te domina, te hace dependiente, esclavo de lo que crees, porque te lo han programado. Sólo lo que surge de dentro, lo analizas, lo pasas por tu criterio y te decides a ponerlo en práctica asumiéndolo, es tuyo y te hace libre.

      Tienes que liberarte de tu historia y su programación para responder por ti mismo y no de personaje a personaje.

      Lo mismo ocurre con lo que creemos amor y que no es más que un modelo cultural aceptado por la mente. No se puede vivir influenciado por el pasado. Lo menos que se puede hacer por el amor es ser sincero, tener claridad de percepción y llamar a cada cosa por su nombre. Ser capaz de dar la respuesta precisa sin engañar ni engañarte. Porque te amo te doy la respuesta, desde mi realidad, que te corresponde a ti y a tu realidad en este momento. Más tarde no sé lo que puede ocurrir, y por ello no te hago promesas que no sé si podría cumplir.

      Esto es lo menos que puedes exigirle al amor: la sinceridad. La espiritualidad consiste en ver las cosas, no a través de cristales de color, sino tal como son. La espiritualidad ha de nacer de ti mismo; y cuanto más seas tú mismo, serás más espiritual.
       FIN.

                                                                    ******

 Gracias, muchas gracias por estar ahí y que éste rayito de luz os guié por el sendero de vuestra vida. Os deseo una buena semana y qué disfrutéis de los buenos momentos que nos regala la vida. Un abrazo.

viernes, 18 de noviembre de 2016

EL VENDEDOR DE CUENTAS Y LA HERMANA DE UNA GENIO. "Recogido del libro El Zapatero Astrólogo"

      Había una vez un vendedor de cuentas que tenía una hermosa mujer llamada Nora. Era tiempo de feria y Mahbub, que así se llamaba el vendedor, estaba con su mercancía en la plaza, enfrente del palacio, cuando el sultán, asomado en la ventana, vio a Nora de pie junto a su marido, con el velo revoloteando en torno a su cara y collares de cuentas brillantes pendiendo de sus brazos.
      -¡A fe mía que esa criatura tiene el rostro más bello que nunca vi! No existe una mujer así en todo mi palacio. Tengo que casarme con ella.
      Y mandó llamar a su gran visir.
     -¡Visir! Tráeme a la mujer del vendedor de cuentas. Debo tenerla en mi palacio, y para ello su marido debe de morir.
     -¡Que vivas eternamente, oh sultán! Encontraremos un medio de librarnos del vendedor de cuentas, pero no debemos matarlo pues el pueblo se levantaría contra vos y tendríais que huir. Por eso, si su Majestad quisiera oírme, puedo sugerirle un plan.
      -¡Claro visir! Habla sin tardanza y sin omitir ningún detalle.
      -¡Soberano del mundo! Hay que ordenar al vendedor de cuentas que haga una cortina tan larga como para ser colgada detrás del trono. En caso de que no consiga hacerla en el plazo de siete días, lo que ciertamente acontecerá, pues ¿cómo un simple vendedor de cuentas puede fabricar tal cortina para el palacio del sultán?, pagará con su vida. De esta forma se verá obligado a salir del reino, y entonces podrás tomar como esposa con toda legalidad, a su pobre mujer abandonada.
      El sultán soltó una enorme carcajada y dijo:
       -¡Excelente! Haz que el plan se ponga en práctica inmediatamente.
      Y así aconteció que Mahbub estaba voceando sus  mercancías cuando el gran visir se le acercó y le tocó el hombro con un bastón de oro. Cuando Mahbub y su esposa se hallaron frente al dignatario de la corte, aterrorizados ante la proximidad de tal magnificiencia, el visir habló:
      -Ven conmigo a palacio inmediatamente; el sultán me ha confiado que le gustaría que fueras tú el que realizases una tarea importante.
      -¿Yo? ¿hacer una tarea importante para el sultán?
   Pero, ¿acaso puedo hacer alguna cosa digna del sultán?
     -dijo asustado Mahbub.
     Deja tus cuentas y sígueme -concluyó el visir.
   Mahbub dejó su tarea en manos de su mujer y fue tras él. En el palacio, el visir le enseñó la enorme ventana de sesenta metros de alto por sesenta de ancho que se hallaba detrás del trono.
      -Su Majestad, que es fuente de sabiduría y manantial de conocimiento, ha decretado que tú debes hacer una cortina para esa ventana -le comunicó el visir.
      -¡Que Dios sea mi juez! -sollozó Mahbub-. Si ni siquiera sé tejer ni hilar. Apenas soy un humilde vendedor de cuentas. ¿Cómo puedo hacer tal empresa para su Majestad?
      Tienes siete días para hacerla. Si al final de ese plazo no has realizado la tarea encomendada, pagarás con tu vida -amenazó el visir, despidiendo a Mahbub con un gesto displicente.
      Cuando el vendedor de cuentas volvió a su tienda, su mujer le preguntó:
       -¿Qué es lo que quiere el sultán que hagas?
       -Quiere que le fabrique una enorme cortina, y seguro que no seré capaz de hacerla en el plazo de siete días que me ha dado. No tengo otra salida que huir para salvar mi vida, pues si me quedo me ejecutarán.
      -No tengas miedo, marido mío. Te diré lo que vamos ha hacer. En realidad yo soy la hermana de un genio que vive en el pozo que está detrás del portón roto. Ve hasta allí y asomándote grita dentro: "¡Oh, hermana de Nora, su hermana le envía saludos! ¡Deme una rueca mágica para hilar y el telar encantado, pues ella los necesita!".
      Mahbub fue tan deprisa como le permitían sus piernas en dirección al portón en ruinas y gritó en el pozo:
      -¡Oh, hermana de Nora, su hermana le envía saludos! ¡Deme una rueca mágica para hilar y el telar encantado, pues ella los necesita!
      Tan pronto como sus palabras salieron de su boca, los objetos mencionados aparecieron al borde del pozo. El vendedor de cuentas los cogió y se los llevó a su mujer. Ella se encerró en un cuarto y permaneció hilando y tejiendo toda la noche. Cuando el primer gallo cantó, salió del cuarto exhausta y permaneció durmiendo durante todo el día.
      Y así ocurrió todos los días: por la noche se oía el sonido de la rueca y del telar y durante el día se entregaba al sueño. El último día del plazo, cuando los gallos cantaban anunciando el amanecer, Nora salió del cuarto con una cortina de sesenta metros de largo por sesenta de ancho en sus brazos, hecha del más bonito tejido azul oscuro, brillante como un cielo nocturno iluminado por mil estrellas. Mahbub la miró con asombro y alegría.
      -Nora, mujer. ¿Qué maravilla es ésta? Es una cortina digna de las paredes del palacio más lujoso. ¡Que las bendiciones desciendan sobre ti! Mi vida está salvada.
      Y cuando el sol estaba alto, Mahbub se puso sus mejores ropas y tomó rumbo al palacio, donde pidió ser recibido por el gran visir.
      Al ver el maravilloso material, el visir se quedó mudo de asombro e hizo que los siervos colocaran de inmediato la fabulosa cortina detrás del trono. Mahbub volvió a casa con una bolsa llena de oro que el propio sultán le dio al ver el asombroso tejido de aquel paño.
      -¿Y ahora qué hacemos? -preguntó el sultán-. El vendedor de cuentas resultó más listo que nosotros. Ya no puedo ejecutarlo y no puedo quitarme de la cabeza a la mujer de ese maldito hombre.
      -¡Que su Majestad viva para siempre! Tengo una cosa en mente que él nunca podrá hacer. Deme una semana y lo lograré.
      Al día siguiente, el vendedor de cuentas estaba vendiendo sus mercancías con su mujer cuando de nuevo apareció el gran visir.
      -¡Oh, vendedor de cuentas! Su Magnífica Majestad me pide que te haga saber que, si en el plazo de una semana no llevas a palacio un bebé de siete días de edad que sea capaz de contar una historia al sultán en su cámara de audiencias, perderás la vida.
      Y dicho esto, se volvió por donde había venido.
     Esta vez el vendedor de cuentas cayó en la más profunda desesperación.
      -¡Mujer, mujer! -gritó bañado en lágrimas- El sultán me envía una orden imposible. ¿Cómo puedo encontrar en una semana un bebé de siete días que sea capaz de contar al sultán una historia en la cámara de audiencias? Es una sentencia de muerte. Debo huir esta misma noche para salvar mi vida, y nunca más podré verte.
      -Óyeme, marido. Recuerda lo que te conté la otra vez. Mi hermana es una genio y ya nos ayudó con la cortina. Quédate tranquilo y en siete días ve de nuevo al pozo y grita: "¡Oh, hermana de Nora, su hermana la saluda! Necesitamos a su bebé de siete días por una noche".
      Al fin llegó el último día de la semana y Mahbub, que ya no podía contener su impaciencia, corrió hacia el pozo y dijo lo que su mujer le había indicado:
      -¡Oh, hermana de Nora, su hermana la saluda! Necesitamos a su bebé de siete días por una noche.
      Al momento oyó una voz que le decía: "Recoge el cubo". Así lo hizo, y con gran asombro vio que dentro del cubo había un bebé envuelto en pieles. Lo cogió, lo llevó a su casa y le preguntó a su mujer qué debía hacer.
      -Llévalo a la cámara de audiencias, pues el sultán y todos los cortesanos te están esperando.
     Entonces ella habló al oído de la criatura en el nombre de Dios, y Mahbub partió hacia el palacio. Todos los cortesanos le abrieron paso cuando llegó a palacio, y el sultán lo estuvo mirando con gran expectación hasta que se acercó a él y acomodó al pequeño en un almohadón.
      -Este niño puede hablar- dijo el visir muy nervioso.
      -¿Y tiene siete días de edad? -preguntó el sultán.
      -Sí, Majestad, y os contará una historia cuando se haga silencio.
     No se oía ni un murmullo en la amplia cámara de audiencias mientras el bebé intentaba sentarse. Luego abrió la boca como si fuera hablar.
      -¡Qué absurdo! -dijo el sultán- ¡Es un recién nacido! No será capaz de contarnos una historia. Si ni siquiera sabrá llorar.
      En ese momento el pequeño consiguió sentarse derecho encima del almohadón y se dirigió al sultán:
      -¡Oh, generoso sultán, fuente de conocimiento! ¿Puedo hablar?
     El sultán estaba tan espantado que apenas consiguió inclinar su cabeza en señal de asentimiento. El bebé continuo:
      -Érase una vez un hombre que compró un melón en el mercado con una moneda de cobre. Al abrir el melón descubrió que había una ciudad dentro, de manera que descendió hasta ella y comenzó a caminar intentando descubrir qué tipo de lugar era aquel. Cuando llegó a un patio buscando a alguien a quien preguntar, vio algo extraño: las gallinas cantaban y los gallos ponían huevos. Un hombre le indicó el camino de una casa de comidas donde podría alimentarse. Pero en lugar de ser él quien pagara por lo que había comido y bebido, fue el dueño de la casa de comidas el que le dio una pieza de oro por su consumición. En ese momento se armó un gran revuelo en la calle y le dijeron que estaba pasando el rey. Todas las personas de esa ciudad llevaban ropas de seda riquísimas, pero cuando vio al rey comprobó que vestía trapos y harapos.
      -¡Basta,basta! No puedo oír una sola palabra más de esta historia, que es la más absurda de cuantas he oído. ¿Quién ha oído hablar jamás de una ciudad en un melón, de dueños de casas de comida que paguen a sus clientes, de gallinas que cantan como gallos, o de un rey que vista harapos en tanto que su pueblo viste sedas?
      -Su Magnífica Majestad, ¿y quién ha oído hablar jamás de un rey que se casara con la esposa de un humilde vendedor de cuentas?
      Tras oír la pregunta del bebé, el sultán soltó una enorme carcajada que brotaba desde el fondo de su corazón. En ese momento cesó su pasión por la mujer del vendedor de cuentas.
      Hizo una señal para que Mahbub se llevara a la criatura y aquel agradeció a Dios su liberación. Enseguida llevó al bebé de vuelta con su madre, la genio, y se mudó con su mujer a otra ciudad.
      FIN.

                                                                    ******

      Muchas, muchas gracias por estar ahí, espero y es mi deseo arrojar un rayo de luz en vuestro interior, Qué disfrutéis los buenos momentos que el universo nos regala. Un fuerte abrazo para tod@s.

     

jueves, 17 de noviembre de 2016

TU YA ERES FELICIDAD. Por "Anthony de Mello"

      Despertarse es la única experiencia que vale la pena.
Abrir bien los ojos para ver que la infelicidad no viene de la realidad, sino de los deseos y de las ideas equivocadas. Para ser feliz no has de hacer nada, ni conseguir nada, sino deshacerte de falsas ideas, ilusiones y fantasías que no te dejan ver la realidad. Eso sólo se consigue manteniéndote despierto y llamando a las cosas por su nombre.

      Tú ya eres felicidad, eres la felicidad y el amor, pero no lo ves porque estás dormido. Te escondes detrás de las fantasías, las ilusiones y también de las miserias de las que te avergüenzas. Nos han programado para ser felices o infelices(según aprieten el botón de la alabanza o de la crítica), y esto es lo que te tiene confundido. Has de darte cuenta de esto, salir de la programación y llamar a cada cosa por su nombre.
      Si tú te empeñas en no despertar, nada se puede hacer.
    "No te puedes empeñar en hacer cantar un cerdo, pues perderás el tiempo y el cerdo se irritará". Ya sabes que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Si no quieres oír, para despertar seguirás programado, y la gente dormida y programada es la más fácil de controlar por la sociedad.
       FIN.

                                                                  *******

      Y a continuación un bonito cuento... no os vayáis vuelvo enseguida pero os envío un abrazo.
   

viernes, 11 de noviembre de 2016

EL REY DE CASI TODO. recogido del libro " El Zapatero Astrólogo"

      El rey de casi todo tenía casi todo.
    Tenía tierras, ejércitos y un montón de oro, pero el rey no estaba satisfecho con el casi todo, él lo quería todo. Quería todas las tierras, quería todos los ejércitos y quería todo el oro que aún quedase. Entonces mandó a sus soldados a conseguirlo todo.

      Y fueron conquistadas más tierras, otros ejércitos fueron dominados, en sus cofres ya no cabía tanto oro, pero el rey todavía no lo tenía todo.
      Seguía siendo El rey de casi todo.

      Por eso quiso más,
    quiso las flores, los frutos y los pájaros.
    Quiso las estrellas y quiso el sol.
    Flores, frutos y pájaros le fueron traídos, se apresaron las estrellas y el sol perdió su libertad, pero el rey todavía no lo tenía todo,
      porque teniendo las flores no podía quitarles la belleza y el perfume,
      teniendo los frutos no podía quitarles su sabor,
      teniendo los pájaros no podía quitarles el canto,
      teniendo las estrellas no podía quitarles el brillo,
      teniendo el sol, no podía quitarle su luz y su calor.
  El rey seguía siendo El rey de casi todo.

      Y se puso muy triste.
    En su tristeza, salió a caminar por sus dominios, pero su reino era ahora muy feo.
    Las flores y los frutos habían sido recogidos,
    la noche no tenía estrellas y el día no tenía sol.
     Y tristes como él estaban sus súbditos.

      Entonces El rey de casi todo no quiso nada más.
     Mandó que devolvieran las flores a los campos y que entregaran las tierras conquistadas.
     Ordenó que plantaran árboles que dieran frutos, y que soltaran a los pájaros,
     que distribuyeran las estrellas por el cielo y que liberaran al sol.

       Y el rey fue feliz. Y en su inmensa alegría sintió la paz,
         Y al sentir la paz,
       el rey se dio cuenta de que ya no era El rey de casi todo,
           porque ahora lo tenía todo.
                 FIN.

                                                             ******

       Os deseo un bonito fin de semana, qué disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala y ser felices. Muchas gracias por estar ahí y os mando un fuerte abrazo. Hasta muy pronto!

jueves, 10 de noviembre de 2016

DISPARAR GRATUITAMENTE por "Anthony de Mello".

      Hay dos tipos de deseo o de dependencias: El deseo de cuyo cumplimiento depende mi felicidad y el deseo de cuyo cumplimiento no depende mi felicidad.

      El primero es una esclavitud, una cárcel, pues hago depender de su cumplimiento, o no, mi felicidad o mi sufrimiento. El segundo deja abierta otra alternativa: si se cumple me alegro y, si no, busco otras compensaciones. Este deseo te deja más o menos satisfecho pero no te lo juegas todo a una carta. Pero existe otra tercera opción, hay otra manera de vivir los deseos, como estimulo para la sorpresa, como un juego en lo que menos importa es ganar o perder, sino jugar.

      Hay un proverbio oriental que dice: " Cuando el arquero dispara gratuitamente tiene con él toda su habilidad". Cuando dispara esperando ganar una hebilla de bronce, ya está algo nervioso. Cuando dispara para ganar una medalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos. Su habilidad no ha cambiado pero el premio lo divide, pues el deseo de ganar le quita la alegría y el disfrute de disparar. Quedan apegados allí, en su habilidad, las energías que necesitaría libres para disparar. El deseo del triunfo y el resultado para conseguir el premio se han convertido en enemigos que le roban la visión, la armonía y el goce.

      El deseo marca siempre una dependencia. Todos dependemos, en cierto sentido de alguien (el panadero, el lechero, el agricultor, etc...que son necesarios para nuestra organización). Pero depender de otra persona para tu propia felicidad es, además de nefasto para ti, un peligro, pues estás afirmando algo contrario a la vida y a la realidad.

      Por tanto, el tener una dependencia de otra persona para estar alegre o triste es ir contra la corriente de la realidad, pues la felicidad y la alegría no pueden venirme de fuera, ya que están dentro de mí. Sólo yo puedo actualizar las potencias de amor y felicidad que están dentro de mí y sólo lo que yo consigo expresar, desde esa realidad mía, me puede hacer feliz, pues lo que me venga desde afuera podrá estimularme más o menos, pero es incapaz de darme ni una pizca de felicidad.

      Dentro de mí suena una melodía cuando llega mi amigo, y es mi melodía la que me hace feliz, y cuando mi amigo se va me quedo lleno con su música, y no se agotan las melodías, pues con cada persona suena otra melodía distinta que también me hace feliz y enriquece mi armonía. Puedo tener una melodía o más, que me agraden en particular, pero no me agarro de ellas, sino que me agradan cuando están conmigo o cuando no están, pues no tengo la enfermedad de la nostalgia, sino que estoy tan feliz que no añoro nada. La verdad es que yo no puedo echarte de menos porque estoy lleno de ti. Si te echase de menos sería reconocer que al marcharte te quedaste fuera. ¡Pobre de mí, si cada vez que una persona amada se va, mi orquesta entrase en el paro!.

      Cuando te quiero, te quiero independientemente de mí, y no enamorado de mí, sino enamorado de la vida. No se puede caminar cuando llevas a alguien agarrado a ti. Se dice que tenemos necesidades emocionales: ser querido, apreciado, pertenecer a otro, que se me desee. No es verdad. Esto cuando se siente esa necesidad es una enfermedad que viene de tu inseguridad afectiva.

      Tanto la enfermedad -necesidad de sentirse querido- como la medicina que se ansía -el amor recibido- están basados en premisas falsas. Necesidades emocionales para conseguir la felicidad en el exterior, no hay ningunas. Puesto que tú eres el amor y la felicidad en ti mismo, y sólo mostrando ese amor y gozándote en él vas a ser realmente feliz, sin agarraderas ni deseos, puesto que tienes en ti todos los elementos para ser feliz.

      La respuesta de amor del exterior agrada y estimula, pero no te da más felicidad de la que tú dispones, pues tú eres toda la felicidad que seas capaz de desarrollar. Dios es la verdad, la felicidad y la realidad, y El es la fuente, dispuesta siempre, para llenarnos en la medida que, libremente, nos abramos a El.
                      FIN.

                                                             ******

      Un rayo de luz para seguir aprendiendo en esta vida de estudios y de trabajo qué, como dice Anthony de Mello, nos conduce a la Felicidad deseada. Gracias, muchas gracias por estar ahí y os deseo un bonito día y que disfrutéis de los buenos momentos que el universo nos regala. Un abrazo fuerte.

jueves, 3 de noviembre de 2016

EL PAVO VANIDOSO. Recogido del libro " El zapatero Astrólogo"

      Había una vez un pavo real tan vanidoso que no hacía otra cosa en todo el día que pasearse y dar vueltas con su cola abierta, para llamar la atención de todos los animales que convivían en el corral con él. Cuando llegaba el granjero para darles de comer y les llamaba diciendo: "pitas, pitas, pitas", él miraba para otro lado y se hacía el sordo.
      Un día, una gallina que había observado la actitud del pavo le preguntó:
    -¿Por qué cuando viene nuestro amo a echarnos el grano y nos llama, tú te vas en otra dirección? ¿Acaso no sabes que nos avisa porque nos va a dar de comer?
      -Gallina estúpida, ¿acaso no sabes que mi nombre no es Pitas, Pitas?- dijo el pavo con orgullo-. Mi nombre es bella es su cola como el sol naciente sobre la niebla de la montaña, ¿te enteras? Y en adelante me llamarás así o te sacaré los ojos.
      -Te llamaré así, descuida, te llamaré así siempre.
     En ese preciso instante, apareció entre los matorrales una zorra hambrienta que de un mordisco atrapó al pavo y lo arrastró por todo el corral para llevárselo.
      -¡Socorro, socorro! ¡Corre! Ve a pedir auxilio para que vengan a rescatarme.
     La gallina, muy nerviosa, miró a su alrededor y vio al gato. Se apresuró a contarle lo que había sucedido.
      -Bella es su cola como el sol naciente sobre la niebla de la montaña ha caído en poder de la zorra. ¡Si no nos damos prisa en ir en su busca, la zorra lo devorará!
      -¿Quién ha caído en poder de la zorra? ¿Quién diablos es Bella en el monte donde brilla el sol? -preguntó el gato.
      -No, no es así- replicó la gallina-, es Bella es su cola como el sol naciente sobre la niebla de la montaña. Ése es el nuevo nombre del pavo y no debes llamarle por ningún otro.
     -¡Qué tontería! -contestó el gato-. De todas formas, soy demasiado pequeño para atrapar a una zorra, así que llamaré al perro.
      El perro estaba durmiendo al sol, y cuando oyó llegar al gato se levantó de un salto, se le erizaron todos los pelos del cuello y le mostró sus blancos colmillos.
      -Tranquilízate -le dijo el gato-. Ahora no hay tiempo para peleas. ¡La zorra entró en el corral y se ha llevado a Bella es su cola como el sol naciente sobre la niebla de la montaña!
      -¿A quién se ha llevado la zorra? ¿Quién es Bella es su cola como el sol naciente sobre la niebla de la montaña? -preguntó el perro-. En mi vida he oído ese nombre.
      -Es el nuevo nombre del pavo -replicó el gato-. Si no le llamas así te sacará los ojos.
    -Mira -dijo el perro-, yo no quiero que me saquen los ojos, pero tampoco quiero perder el tiempo ni arriesgar mi vida salvando a un pajarraco tan arrogante y bobo. Iré a buscar al campesino.
      Y el perro fue a buscar al campesino, que estaba segando la hierba.
    -¡Amo, amo! La zorra entró en el corral y se ha llevado a Bella es su cola como el sol naciente sobre la niebla de la montaña.
      Pero el campesino era un poco sordo y le costaba entender lo que el perro intentaba decirle.
     -¿Qué? ¿a quién se ha llevado la zorra?
      -A Bella es su cola como el sol naciente sobre la niebla de la montaña.
       -¡Ah, vamos! Creí que hablabas de una familia entera. ¿Pero quién es? ¿Cómo puede llamarse así alguien?- preguntó asombrado el campesino al perro.
      -Es el pavo. Se acaba de poner ese nombre y no puedes llamarle de otra manera porque te sacará los ojos.
      -¡Y yo le retorceré el pescuezo!
     El campesino cogió su escopeta y echó a correr para salvar al pavo. Pero ya era demasiado tarde cuando llegó a la cueva de la zorra. Ya se había comido al pavo, con plumas y todo.
      -Si el pavo se hubiera contentado con llamarse Pitas -dijo muy seria la gallina-, a estas horas estaría todavía presumiendo en el corral. Si la zorra me roba algún día, a mí llamadme sencillamente Pitas.
      -Y a mí Misi -añadió el gato.
      -Pues a mí llamadme Chucho -concluyó el perro.
           FIN.

                                                        ******

          Que el Sol te traiga una nueva energía durante el día;
           Que la Luna suave te restaure por la noche;
           Que la lluvia lleve tus preocupaciones;
          Que la brisa sople nuevas fuerzas en tu interior;
          Que camines suavemente por el mundo y conozcas su belleza,
            todos los días de tu vida.
                                                                                         "Bendición de tribu Apache".

                                                                ******

       Os deseo un bonito día y un fin de semana estupendo, gracias por estar ahí  y un abrazo para tod@s. Nos encontramos la semana que viene!.

martes, 1 de noviembre de 2016

EL AMOR NO DUERME. Por "Anthony de Mello"

      Donde hay amor no hay deseos. Y por eso no existe ningún miedo. Si amas de verdad a tu amigo, tendrías que decirle sinceramente: "Así, sin los cristales de los deseos, te veo como eres, y no como yo desearía que fueses, y así te quiero ya, sin miedos a que te escapes, a que me faltes, a que no me quieras". Porque en realidad, ¿Qué deseas? ¿Amar a esa persona tal cual es, o a una imagen que no existe? En cuanto puedas desprenderte de esos deseos- apegos, podrás amar; a lo otro no se le debe llamar amor, pues es todo lo contrario de lo que el amor significa.

      El enamorarse, tampoco es amor, sino desear para ti una imagen que te imaginas de esa persona. Todo es un sueño, porque esa persona no existe. Por eso, en cuanto conoces la realidad de esa persona, como no coincide con lo que tú te imaginabas, te desenamoras. La esencia de todo enamoramiento son los deseos. Deseos que generan celos y sufrimiento porque, al no estar asentados en la realidad, viven en la inseguridad y en la desconfianza de los miedos a que todos sus sueños se acaben, se vengan abajo.

      El enamoramiento proporciona cierta emoción y exaltación que gusta a las personas con una inseguridad afectiva y que alimenta una sociedad y una cultura que hacen de ello un comercio. Cuando estás enamorado no te atreves a decir toda la verdad por miedo a que el otro se desilusione porque, en el fondo, sabes que el enamoramiento sólo se alimenta de ilusiones e imágenes idealizadas.

      El enamoramiento supone una manipulación de la verdad y de la otra persona para que se sienta y desee lo mismo que tú y así poderla poseer como un objeto, sin miedo a que te falle. El enamoramiento no es más que una enfermedad y una droga del que, por su inseguridad, no está capacitado para amar libre y gozosamente.

      La gente insegura no desea la felicidad de verdad, porque teme el riesgo de la libertad y, por ello, prefiere la droga de los deseos. Con los deseos viene el miedo, la ansiedad, las tensiones y, por descontado, la desilusión y el sufrimiento continuos. Vas de la exaltación al desespero.

      ¿Cuánto dura el placer de creer que has conseguido lo que deseabas? El primer sorbo de placer es un encanto, pero va prendido irremediablemente al miedo a perderlo, y cuando se te apoderan las dudas, llega la tristeza. La misma alegría y exaltación de cuando llega el amigo, es proporcional al miedo y al dolor de cuando se marcha... o cuando lo esperas y no viene...¿Vale la pena? Donde hay miedo no hay amor y podéis estar bien seguros de ello.

      Cuando despertamos de nuestro sueño y vemos la realidad tal cual es, nuestra inseguridad termina y desaparecen los miedos, porque la realidad es y nada la cambia. Entonces puedo decirle al otro: Como no tengo miedo a perderte, pues no eres un objeto de propiedad de nadie, entonces puedo amarte así como eres, sin deseos, sin apegos ni condiciones, sin egoísmos ni querer poseerte. Y esta forma de amar es un gozo sin límites.

      ¿Qué haces cuando escuchas una sinfonía? Escuchas cada nota, te deleitas en ellas y la dejas pasar, sin buscar la permanencia de ninguna de ellas, pues en su discurrir está la armonía, siempre renovada y siempre fresca. Pues, en el amor, es igual. En cuanto te agarras a la permanencia destruyes toda la belleza del amor. No hay pareja ni amistad que este tan segura como la que se mantiene libre. El apego mutuo, el control, las promesas y el deseo te conducen inexorablemente a los conflictos y al sufrimiento, de ahí, a corto o largo plazo, a la ruptura. Porque los lazos que se basan en los deseos son muy frágiles. Sólo es eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerable.
       FIN.
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      Un reflejo de luz para que siga alumbrando vuestro camino. Gracias por estar ahí. Un saludo y hasta prontito...

ORACION. Así lo cuenta "Anthony de Mello".

      Es costumbre entre los católicos confesar los pecados a un sacerdote y recibir de éste la absolución como un signo del perdón de Dios. Pero existe el peligro, demasiado frecuente, de que los penitentes hagan uso de ello como si fuese una especie de garantía o certificado que les vaya a librar del justo castigo divino, con lo cual confían más en la absolución del sacerdote que en la misericordia de Dios.

      He aquí lo que pensó hacer Perugini, un pintor italiano de la edad media, cuando estuviera a punto de morir: no recurrir a la confesión si veía que, movido por el miedo, trataba de salvar su piel, porque eso sería un sacrilegio y un insulto a Dios.

      Su mujer, que no sabía nada de la decisión del artista, le preguntó en cierta ocasión si no le daba miedo morir sin confesión. Y Perugini le contestó:"Míralo de este modo, querida: mi profesión es la de pintor, y creo haber destacado como tal. La profesión de Dios consiste en perdonar; y si él es tan bueno en su profesión como lo he sido yo en la mía, no veo razón alguna para tener miedo".
      FIN.
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      Os deseo un bonito primero de noviembre y que lo disfrutéis mucho. Un saludo y muchas gracias por estar ahí.