HABLA SUAVEMENTE;
ESCUCHA EN VOZ ALTA
El día había desaparecido con el crepúsculo. Mientras se preparaba para irse, Samuel observaba a Jacob, que estaba barriendo en un rincón de la panadería´
Mientras barría tenía la cabeza ladeada, como si se estuviera esforzando por oír las notas de un concierto distante.
-Otros barren, Jacob, pero tú bailas. ¿Cómo es eso?
No hubo respuesta.
Samuel prosiguió:
-Sé que no estás barriendo. ¿Puedes decirme qué es lo que estás haciendo?
Jacob se rió.
-Lo que estoy haciendo realmente es barrer, lo que también estoy haciendo de verdad es rastrillar los senderos del Jardín del Edén.
-¿Y quién te dio ese trabajo?
-Nadie te da tu trabajo -dijo Jacob-. Uno encuentra su propio trabajo. Y a menudo el trabajo más duro lo es sólo en apariencia.
Samuel empujó un poco más.
¿No te parece un poco extraño, Jacob, estar en una panadería y trabajar al mismo tiempo en el Jardín del Edén?
-Y cuál de los dos trabajos debería abandonar?
-preguntó Jacob.
-No me refería a eso -respondió Samuel con rapidez.
Jacob sonrió.
Samuel, quizás te hayas dado cuenta de que nos estamos haciendo un poco viejos.Cuando éramos jóvenes creíamos que podríamos mover el cielo y la tierra. Ahora, solamente me esfuerzo por encontrar un poco de cielo en la tierra.
-Entonces es que has encontrado algo de cielo?
-preguntó Samuel.
-En la vida, perdemos menos cosas de las que escondemos -respondió Jacob.
-¿ Y Dios te ayudó a encontrarlas? -rió Samuel.
-No - respondió Samuel totalmente en serio-, pero me enseño cómo pedir indicaciones.
Y Jacob dijo:
-Habla suavemente; escucha en voz alta.
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Una luz para vuestro caminar en el día a día, gracias siempre por estar ahí, felices sueños y os mando un abrazo.
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